jueves, 23 de mayo de 2013

La política y los ciudadanos


Llevo varias semanas haciendo promoción del libro ¡Que vienen los lobbies!, que me ha publicado Destino, y en las diversas entrevistas con los medios de comunicación, una pregunta que se ha repetido constantemente es ¿constituye la Plataforma de Afectados por la Hipoteca un lobby? ¿Ejerce Ada Colau como lobista?

Que muchos se sorprendan ante mis respuestas positivas no es más que un testimonio de la enorme confusión con que la gran mayoría de ciudadanos abordan esta actividad, y que está detrás del motivo principal de mi decisión de escribir un libro sobre la materia.

Los ciudadanos asocian lobby con poder económico, con las grandes corporaciones del país, con el compadreo existente entre esas empresas y los políticos. Y se les hace cuesta arriba identificar las actuaciones de la PAH como las de un lobby.

Y sin embargo, lo que hacen Ada Colau y sus compañeros es defender los intereses de un colectivo ante el poder, y tratar de influirlo y de promover cambios legislativos de acuerdo con sus posiciones; para ello llevan a cabo un conjunto de actividades, que incluyen el contacto directo con los responsables públicos, acciones de movilización social, utilización de los medios de comunicación, etc.

Es una campaña de presión en toda regla. Y es tan potente que está sabiendo conectar con el pulso de la opinión pública y así modificar en su propio beneficio la posición de los responsables públicos.

Pues resulta que, ni más ni menos, eso es precisamente en lo que consiste el lobby.  Los lobistas no solo son grandes empresarios que se fuman un puro en el Palco del Bernabéu. El lobby no es más que un instrumento de presión, de defensa de unos intereses concretos ante el poder, y esos intereses pueden ser los de una gran empresa o los de un conjunto de ONG, como las que acaban de conseguir la aprobación de un nuevo marco internacional restrictivo de comercio de armas en la ONU, mediante una potentísima campaña de lobby.

Por tanto no tenemos que mirar con recelo el calificativo de lobistas para la PAH y organizaciones de corte similar. Es más, deberíamos animar que surgieran muchas más iniciativas de ese tipo, para defender los intereses más diversos.

Una de las pocas cosas buenas que nos está trayendo esta dramática crisis es el fortalecimiento de la participación ciudadana en los asuntos públicos.


Mientras en otros países los ciudadanos están acostumbrados a formar asociaciones en defensa de los intereses más diversos, en España, hasta hace bien poco, la mayoría de ciudadanos votábamos cada cuatro años y nos desentendíamos de la política el resto del tiempo, salvo por algún acontecimiento puntual y excepcional (11-M, Guerra de Irak, etc).

Pero tantos recortes, ajustes y tijeretazos a nuestro bienestar están provocando que los ciudadanos poco a poco comiencen a moverse en defensa de sus derechos. Jordi Sevilla afirma en el libro que en este país, “si no haces política, te la hacen”.

El aumento de la participación ciudadana en los asuntos públicos es por tanto algo que debemos celebrar como un perfeccionamiento de nuestro sistema democrático. Y para fomentar esa participación, la mejor forma es sin duda a través de canales que le permitan articular los contactos de una manera transparente.

Por este, y por muchos otros motivos, es tan necesaria una regulación, de una vez por todas, de la actividad de los lobbies en España. Ojalá no desaprovechemos la oportunidad. Saldremos ganando todos, los políticos, que verían reducida su distancia con los ciudadanos, y los ciudadanos, que obtendrían así una herramienta de análisis del proceso de toma de decisiones públicas.