miércoles, 31 de octubre de 2012

Grecia

No sabemos, después de lo dicho por Rajoy, si realmente el Gobierno está dispuesto a asumir el riesgo de intentar aguantar hasta final de año sin pedir un rescate, o es solo un farol del gallego para seguir negociando con calma la condicionalidad del mismo. 

Lo que es seguro es que Grecia no va a poder aguantar tanto tiempo, ya que las próximas semanas se antojan cruciales para el país, que si sus socios no lo remedian, se va a quedar sin dinero para pagar los servicios básicos a mediados de este mes. 

El país heleno vuelve a arrebatarle así a España el protagonismo de todas las miradas financieras, pues en la primera quincena de noviembre vamos a asistir de nuevo a una ronda de frenéticas reuniones para decidir la suerte de Grecia: dentro o fuera del Euro.



En las últimas semanas había mejorado el ánimo de los inversores con respecto a Grecia, pero este buen momento se ha quebrado ayer miércoles, cuando el primer ministro Samarás presentó ante el Parlamento los presupuestos para el año que viene, que prevén una recesión más profunda de lo esperado, y un déficit también mayor de lo esperado hasta ahora, lo que enviará la deuda del país hasta el 189% del PIB en 2013, por encima incluso de lo contemplado por el FMI en el peor de los escenarios posibles en marzo de este año. 

Son las consecuencias de una durísima medicina de austeridad suministrada al paciente griego estos años para tratar de arreglar la situación de su economía, y que está destruyendo una parte considerable de su actividad económica: desde 2008 y hasta finales de 2013, el país habrá perdido un 21,5% de su capacidad productiva, según las propias cifras facilitadas por el Ejecutivo griego.

Cierto que los propios griegos no están libres de culpa, pues la crisis ha puesto en evidencia los insostenibles niveles de corrupción y falta de rigor con que se ha gestionado el país en las últimas décadas, y la forma en que las autoridades están gestionando el asunto de la lista de prominentes personalidades implicadas en actividades de evasión de capitales no ayuda en absoluto a recuperar la confianza en el país. Por fortuna, la justicia del país ha exonerado este jueves de toda culpa al periodista que publicó la denominada lista Lagarde (porque fue la directora gerente del FMI quien en 2010 entregó el listado al entonces ministro de finanzas, George Papaconstantonou, quien no movió un dedo para investigar los posibles delitos, lo mismo que su sucesor, Evangelos Venizelos). 

Lo cual nos sitúa a todos otra vez ante la disyuntiva que ha estado rondando las principales capitales europeas desde ya un par de años: ¿Debería Grecia abandonar el euro?

Como explica Mohamed El-Erian en este artículo del FT, las dos alternativas que se deberían abordar son, por un lado, un apoyo absoluto y sin nuevas condiciones por parte de los socios comunitarios a la permanencia del país en la zona euro, mediante nuevas quitas de deuda y un programa de ayuda financiera a largo plazo a unos tipos mucho más bajos de los actuales, que permitiera al país llevar a cabo las reformas estructurales necesarias para su crecimiento a largo plazo. 

En el extremo contrario, si se decide que lo mejor que podrían hacer los griegos para evitar sufrimientos a su población es salir del euro y recuperar una moneda nacional que pueda ser devaluada, se deberían afrontar seriamente medidas de apoyo para garantizar la permanencia del país en la UE y negociar los desafíos de conversión de la deuda a una moneda nueva.     

Lo más probable es que a corto plazo no suceda ninguna de las dos cosas, y en cambio obtengamos una nueva ración de improvisación/politiqueo de última hora que nos permita aguantar en esta misma situación hasta dentro de unos meses, cuando se vuelva a repetir el proceso de nuevo.

Porque se hace difícil que la canciller Merkel esté en condiciones de obtener el respaldo del Bundestag a un nuevo desembolso de dinero por parte de los cansados contribuyentes alemanes. Pero la alternativa a sostener con vida a Grecia es su salida del euro, lo que puede abrir una caja de pandora de consecuencias desconocidas para todos, pero potencialmente devastadoras, en especial para países como el nuestro.

Estos son los acontecimientos más destacados en relación con Grecia para los próximos días:

- El lunes 5, Samarás presenta un nuevo paquete de medidas de austeridad, que intentará aprobar de urgencia el mismo miércoles. 

- En cualquier momento de los próximos días, está previsto que la Troika presente un plan con las medidas para que Grecia reduzca sus necesidades de financiación actuales, que podría incluir una reducción de los tipos de interés que paga Grecia, una recompra de sus bonos a precios de mercado (es decir, mucho más bajos) o incluso el consentimiento del BCE a asumir pérdidas por los más de 55.000 millones de euros en bonos griegos que posee.

- El 11 de noviembre está previsto que el Parlamento griego apruebe los presupuestos del año que viene, para lo cual Samarás va a necesitar de todas sus dotes de persuasión para convencer a los otros dos partidos que integran la coalición de gobierno.

- Un día después, se reúne el Eurogrupo donde previsiblemente se terminarán de tomar las decisiones sobre Grecia: ¿se concede el nuevo tramo del rescate? Se le da más tiempo a los griegos para cumplir sus compromisos? ¿Se diseña un nuevo rescate menos asfixiante para la economía del país? ¿Se tira la toalla con Grecia y se la desconecta de asistencia financiera? Como dicen los anglosajones, all bets are off












Balanza por cuenta corriente

No hay muchos asideros a los que se puedan agarrar los asesores de la ministra de Empleo para justificar sus declaraciones, pero si quieren escoger uno, yo optaría desde luego por éste que ha facilitado hoy el Banco de España:

La balanza comercial española (la diferencia entre exportaciones e importaciones) que llegó a superar los 80.000 millones justo antes del estallido de la crisis (más del 8% del PIB) se ha situado en agosto de 2012 en 19.456 millones, menos del 2% del PIB.  No solo eso, la balanza de servicios acumula ya un superávit de más de 26.000 millones hasta agosto, y la necesidad de financiación de la economía, es decir, el saldo agregado de las cuentas corriente y de capital, que llegó a superar los 100.000 millones de euros en 2007, se situó en el último mes en 13.000 millones de euros.

Y eso en un contexto en que la balanza comercial se ha visto perjudicada por un incremento del déficit energético en un 15% en el último año. En tasa mensual, España ha obtenido el segundo superávit de cuenta corriente de su historia reciente, (el primero fue en julio). El flujo neto de entrada de inversiones, superior a los 2.000 millones de euros, es positivo por primera vez desde febrero de 2011.

Ningún otro país del G-20 ha realizado un ajuste tan espectacular en sus desequilibrios macroeconómicos en un espacio tan corto de tiempo, y es sin duda un motivo para la esperanza de que el sector exterior esté sentando las bases para el crecimiento futuro de la economía española.

Cierto, una parte no desdeñable de esa corrección hay que atribuírsela al desplome de las importaciones, y por tanto se difuminará una vez la actividad comience a cobrar impulso. Pero no hay que quitar importancia al buen comportamiento que están registrando las exportaciones.

Algo, que por cierto, no viene de ahora, ya se lleva produciendo desde hace años, simplemente que la buena marcha de las empresas exportadoras se veía eclipsado por el tsunami de la demanda interna en los años buenos del boom económico. Pero, como recoge esta presentación del Ministerio de Economía en su página  29, España ha incrementado, en los últimos años, su cuota de mercado en exportación de bienes y servicios respecto de todos sus principales socios comerciales excepto de uno, Alemania, que es la gran locomotora exportadora de Europa.

Y es que, en un contexto como el actual, en el que no se nos está permitido devaluar nuestra moneda ni decidir la política monetaria, la única vía para responder a los interrogantes sobre nuestro crecimiento a largo plazo pasa por incrementar el tamaño de nuestro sector exportador, de forma que contribuya aún más al crecimiento de lo que lo está haciendo ahora (Las exportaciones representan un 30% del PIB en España, frente al 50% en Alemania).

Salida de capitales

No todo es positivo en los datos del BdE. Reflejan también unas salidas netas de capital de enero a agosto de 247.172 millones de euros, cuando en el mismo periodo del año anterior las salidas de capital ascendieron a 398 millones. Como consecuencia, los activos netos del Banco de España frente al exterior se redujeron hasta agosto en 267.433 millones de euros (hasta agosto de 2011 el déficit del Banco con el exterior era de 23.589 millones).

Ese dinero es básicamente un pasivo del BCE, lo que lleva a algunos a defender que en la práctica la institución monetaria ya lleva más de un año rescatando a España sin que nos hayamos dado cuenta.

Banca española

Se habla mucho de la burbuja del ladrillo, cuyo pinchazo en 2007 ha generado la mayor crisis de la historia reciente de nuestro país, y en cambio, los problemas de la banca no se conciben tanto como una burbuja, sino como un problema de mala gestión, y de unos cuantos golfos llevándose el dinero de las cajas de ahorro mediante millonarias indemnizaciones. 

No niego que no haya existido de lo uno ni de lo otro. (Y en el primer caso, noticias como ésta no ayudan precisamente a transmitir la idea de que finalmente los políticos han comprendido que no deben interferir en la gestión de las entidades financieras). 

Pero es importante entender que en el sector financiero sí que se ha inflado, a lo largo de los últimos 15 años, una impresionante burbuja, gemela de la vivida en el sector inmobiliario. Y si no, observen los datos publicados ayer martes por el Banco Central Europeo, que refleja a las claras la hipertrofia bancaria española: Número de sucursales bancarias en España en 2011: 40.103. Número de sucursales en Francia: 38.323 Francia; 37.853 en Alemania, 33.561 en Italia o menos de 12.000 en Reino Unido.

Es decir, que España, con solo el 10% de los activos bancarios totales de toda la Eurozona, cuenta con el 22% de todas las sucursales. O si lo prefieren, España, con 46 millones de habitantes, tiene más sucursales bancarias que Alemania, con 81 millones de ciudadanos. Es evidente que, en base a estos datos, nuestro país es, con una sucursal por cada 1.069 ciudadanos, la economía más bancarizada del continente, con bastante diferencia (en Francia hay una sucursal por cada 2.272 habitantes, y en Alemania, por cada 2.141).

Y eso que en estos últimos cinco años las entidades financieras españolas han comenzado a reducir una pequeña parte de esa enorme estructura. En 2007, justo antes de la crisis, existían 45.500 sucursales bancarias en nuestro país, unas seis mil más que en Alemania o Francia. Ningún otro país europeo ha visto cómo se eliminaban tantas sucursales (más de 5.000) en estos años.

En cambio, la reducción de plantilla que se está produciendo en nuestro país no es especialmente significativa: Hemos pasado de 275.000 a 245.000 mil empleados en la banca española (30.000 menos) similar al descenso experimentado por Alemania o Italia, e inferior al registrado en Francia y Reino Unido (en torno a 50.000 trabajadores menos).

Y esa gigantesca red de sucursales de los bancos y cajas españolas, ¿a qué se debe? Básicamente, hay dos razones. Por un lado, la cultura financiera del país, donde empresas y particulares son muy dependientes de la financiación bancaria para su normal funcionamiento, a diferencia de otros países donde existen alternativas (mercados de valores atractivos para pymes, factoring, private equity, etc) Y por otro, sin duda, el propio desarrollo de la burbuja inmobiliaria, pues no se olvide que el promotor/constructor es un sector intensivo en crédito, ya que para funcionar necesita financiación ajena, que ha sido facilitada por bancos y cajas a espuertas durante todos estos años.

Y si en la banca se ha vivido por una burbuja tan grande como en el ladrillo, ¿qué consecuencias podemos extraer? La primera y más obvia, que nadie espere por tanto una recuperación a corto plazo del crédito bancario, pues ahora mismo lo que toca es sanear y purgar los excesos cometidos en el pasado.

Guerra de depósitos

Quizá haya leído hace poco que los depósitos en las instituciones financieras españolas han aumentado en septiembre por primera vez en seis meses, y quizá lo haya interpretado como una señal de que nuestro sistema financiero está dejando de provocar desconfianza entre los ciudadanos. La realidad es que no hay motivos para la alegría por este dato, de la misma manera que no había tampoco razones para el pánico cuando esas mismas estadísticas arrojaban salidas constantes de depósitos, pues la gran mayoría de los ciudadanos que los retiraron no estaban sacando su dinero fuera del país, simplemente estaban buscando mejores rentabilidades para su dinero.

Porque no es una coincidencia que el flujo de dinero depositado en los bancos haya comenzado a recuperarse en el preciso momento en que el Gobierno decidiera abolir una regulación en vigor desde el año pasado por la que se penalizaba la oferta de los llamados superdepósitos, con tipos de interés elevados. 

La mayoría de entidades financieras españolas sigue teniendo vedado el acceso a los mercados mayoristas del crédito, lo que significa que la única manera que tienen de reponer sus niveles de capital es mediante la captación de capital a través de la red de clientes, esto es, a través de los depósitos, incluso si ello se produce a costa de ofrecer altísimas rentabilidades, que sin duda van a afectar a los márgenes de muchas entidades.

viernes, 26 de octubre de 2012

Presupuestos

Actualización martes 29 octubre:

Ya conocemos un borrador de la propuesta de la presidencia chipriota para los presupuestos comunitarios de los próximos 7 años, y ésta incluye un recorte de al menos 50.000 millones de euros. La Comisión rápidamente ha criticado esta propuesta por insuficiente, y está previsto que los estados miembros la discutan a partir de mañana en reuniones preparatorias de cara a la cumbre especial de finales de noviembre.

La buena noticia para España es que al menos la propuesta contempla mantener ayudas para las denominadas regiones en transición, es decir aquellas que han perdido el status de regiones más desfavorecidas ( en el caso español, Andalucía, Castilla-La Mancha, Galicia y Murcia) y que no estaba nada claro que fueran a seguir recibiendo fondos comunitarios.


Estamos todos muy pendientes del inminente rescate de la economía española y de la negociación de los presupuestos para el año que viene, y no le estamos prestando casi ninguna atención a otra negociación quizá igual de importante, que está teniendo lugar también en este momento, y también en torno a unos presupuestos, en este caso los de la Unión Europea.

Los jefes de Estado y de Gobierno tienen previsto reunirse en una Cumbre especial el 22 y 23 de noviembre para decidir el marco financiero de la UE 2014-2020, que incluye las aportaciones que cada Estado miembro tendrá que realizar en cada uno de esos ejercicios, y también, los ingresos que recibirá cada año del presupuesto comunitario.

Y esa negociación está deparando tensos enfrentamientos entre algunos países, como el Reino Unido, que se niega a aumentar el presupuesto en un 5% como ha propuesto la Comisión, aduciendo que es contradictorio con las políticas de austeridad que se están practicando en toda Europa. La verdadera razón es que Londres no quiere saber nada de lo que tenga que ver con más compromisos financieros con Bruselas, en medio de una ola euroescéptica que sacude el sector conservador de la sociedad británica.

De esta manera, Londres ha amenazado, si no se escuchan sus reclamaciones, con vetar el presupuesto comunitario de los próximos siete ejercicios, algo que puede lograr, pues su aprobación tiene que hacerse por unanimidad, y así podría quitarse la espina de haberse quedado aislada ante Berlín y París en la aprobación del Fiscal Compact.

Y eso que Gran Bretaña tiene el famoso rebate o compensación, una cláusula que Londres negoció con la UE en 1984, por la que el país se ve compensado, según los propios británicos, por el excesivo peso que Francia recibe en las aportaciones de fondos comunitarios a la agricultura y que ellos no disfrutan, y que supone una reducción en sus aportaciones a la UE en un importe aproximado de las dos terceras partes de su saldo negativo. El importe que Reino Unido deja de ingresar es soportado por el resto de Estados miembros, con la excepción de Alemania, Austria, Suecia y Países Bajos (fueron listos), que asumen sólo la cuarta parte de su cuota.

Una situación de excepcionalidad que no disfruta ningún otro país, lo cual, lógicamente, despierta suspicacias. Así, Dinamarca también ha amenazado igualmente con vetar el acuerdo si no obtiene una compensación similar a la británica. Es decir, todo muy constructivo.

El caso es que el presupuesto comunitario, a pesar de ese incremento propuesto, sigue siendo una mota de polvo comparado con los presupuestos de los países miembros, y claramente imposibilita a la UE para ejercer un papel de mayor calado dentro del proceso de resolución de la crisis actual. Los 129.100 millones de euros de presupuesto de la UE en 2012 equivalen al 1% del PIB comunitario (frente al 44% del PIB que de media supone el presupuesto de los 27 países de la UE). No solo eso, en los últimos 10 años el presupuesto de la UE ha aumentado un 41%, menos que el de 24 de los 27 países miembros (menos Suecia, Austria y Alemania, tan austeros ellos) El de España en ese periodo ha aumentado en un 108%.

Además, desde 2010, el importe total de los recursos propios necesarios para la financiación del Presupuesto de la UE no puede superar el 1,23 por ciento de su PIB. En esas condiciones, se hace difícil siquiera pensar que tenga posibilidades de salir adelante la propuesta de Van Rompuy de aumentar la capacidad fiscal (léase creación de un presupuesto verdaderamente federal a nivel europeo que pudiera asumir competencias de los 27, como un sistema de prestación por desempleo comunitario, y sirviera así de pilar adicional a la unión bancaria dentro del proceso de integración).

¿Y España? Pues lo dicho, aquí estamos a otras cosas más urgentes, pero no deberíamos olvidarnos de una negociación que va a condicionar los compromisos financieros del país en los próximos siete años. En 2013 la dotación presupuestaria consignada a la UE por el Gobierno en sus recién desvelados PGE asciende a 11.900 millones de euros, lo que supone un incremento del 1,10 por ciento respecto al importe previsto en el presupuesto de 2012.

En este interesante gráfico interactivo se puede apreciar las contribuciones que realiza cada país a la UE, así como el dinero comunitario que recibe cada uno. España, que recibió 13.599 millones de la UE para sufragar ayudas al campo y fondos de cohesión, y que va a perder previsiblemente buena parte de esos fondos en los próximos años, haría bien en prestar atención a estas negociaciones.

miércoles, 24 de octubre de 2012

Banca

La banca española pasa por un periodo de profundas dificultades. Pero incluso en un momento como el actual, en que el país ha tenido que pedir el rescate para una parte considerable del sector, y en medio de la mayor crisis de los últimos 80 años, seguimos contando con dos bancos que no tienen nada que envidiar a ninguno de sus pares a nivel internacional, y cuyos balances, si han podido aguantar una tormenta perfecta como la actual, demuestra que están muy bien gestionados.

En esa conversión de Santander y BBVA en dos de los principales bancos del mundo en los últimos 15 años, hay un factor que a veces pasa desapercibido: la apuesta de la banca española, desde finales de los años 90, por la innovación tecnológica y por la inversión de grandes cantidades de dinero en una renovación completa de sus sistemas TIC, que les situó en una posición de ventaja tecnológica competitiva sobre la mayoría de sus rivales, y ello explica los mayores ratios de eficiencia que han tenido las entidades españolas hasta el estallido de la crisis.

El problema es que esa ventaja competitiva poco a poco se está empezando a perder, pues la revolución que trae consigo internet está dando origen a nuevas oportunidades de negocio, a las que las entidades españolas, más pendientes ahora de restablecer sus niveles de capital, racionar el crédito y sanear sus balances, están teniendo que renunciar.

A medida que los usuarios de banca pierden la confianza en las entidades financieras tradicionales, jóvenes emprendedores están apostando por vías alternativas de negocio. Está por ejemplo el caso de Wonga, una entidad de préstamos online fundada en el Reino Unido en 2006, que rellena el espacio dejado por muchos bancos que ya no prestan a muchos clientes, los cuales siguen necesitando financiación para la supervivencia de sus negocios. Sus créditos son de corta duración (un mes máximo) y llevan por tanto un interés superior. Pero al menos conceden préstamos, y cada vez más pymes están recurriendo a Wonga para necesidades puntuales. Sus beneficios crecieron un 269% el año pasado, y la entidad está planteándose una salida a bolsa en el Nasdaq.

Hay también negocios como el de Gocardless, una compañía con sede en Londres que permite a las pymes establecer un calendario de pagos a proveedores, a unos costes mucho más bajos que los que cobran los bancos. O el de Marketinvoice, que ayuda a negocios de pequeño tamaño a acceder a financiación mediante la venta de sus facturas a inversores. Es una versión perfeccionada del creciente negocio de factoring, ya mencionado en esta otra entrada del blog. Lo que hace Marketinvoice es dar acceso a pequeñas y medianas empresas en un mercado online en el que pueden subastar sus facturas entre diferentes inversores.

Está también TransferWise, fundada por un estonio que fue director de estrategia de Skype, y que ha ideado un sistema por el cual diferentes ciudadanos, con necesidad de transferir dinero entre países con divisas diferentes, se ponen de acuerdo en esta web para intercambiarse el dinero, a un tipo de cambio pactado, ahorrándose de esta manera mucho dinero en comisiones bancarias.

En resumen, todo un universo de nuevas y revolucionarias opciones dentro del sector financiero, que en  España aún en muchos casos se desconocen o están en mantillas, pues las entidades financieras tienen demasiados problemas como para prestar atención a nuevas líneas de negocio. Pero éstas no van a hacer más que crecer, pues a ellas se van a dirigir más y más ciudadanos y empresas que son actualmente considerados demasiado arriesgados como para recibir un crédito por parte de las entidades tradicionales.

El problema es que los bancos españoles corren de esta manera el riesgo de quedarse rezagados (y anticuados) en el camino hacia la innovación bancaria de los próximos años. Y quedarse anticuado, en este duro negocio infestado de tiburones, equivale a pasar de cazador a presa.






martes, 23 de octubre de 2012

Peugeot

Cuenta la prensa que el Estado francés se dispone a lanzar un salvavidas financiero al fabricante de automóviles PSA Peugeot Citroën, acuciado por sus problemas económicos y el desplome continuado de las ventas.

Ha ocurrido ya varias veces en esta crisis, como el desplome inmobiliario o la quiebra de entidades financieras, en que lo que sucedió en primer lugar en EEUU, termina teniendo lugar unos años después en el continente europeo, y con más virulencia.

Si el país norteamericano vivió en 2009 su particular cura de humildad en relación con su industria automovilística, con la nacionalización de la General Motors y de Chrysler (posteriormente vendido a Fiat), parece que ahora podría haberle llegado el turno a las compañías a este lado del atlántico.

Y es que las automovilísticas europeas sufren un doble problema: a una crisis estructural, causada por la fiera competencia de unos fabricantes asiáticos que producen a costes mucho más reducidos, se le une otra coyuntural, pero de dimensiones históricas, la caída que están sufriendo las ventas de vehículos en muchos países europeos como consecuencia de la Gran Recesión.

En España las ventas de coches caen un 37% en tasa interanual hasta septiembre, las de Italia un 26%, las de Francia un 18%, y las de Alemania un 11%. En esas condiciones, Peugeot, muy posicionado precisamente en mercados del sur de Europa como el español, está en una situación especialmente vulnerable: está actualmente perdiendo 200 millones de euros al mes.



Se habla que el Gobierno de Hollande podría inyectar entre 5.000 y 7.000 millones de euros a la compañía, aunque primero deberá convencer a la familia Peugeout, que mantiene un 25% del capital y hasta ahora ha sido muy celosa en su afán de conservar la independencia de la empresa, a diferencia de Renault, donde el Estado sí mantiene una participación pública (es el capitalismo a la francesa, ya saben).

Se da la circunstancia que el Gobierno se ha planteado intervenir no tanto ante los problemas financieros de la compañía, sino en cuanto se ha enterado que la compañía manejaba planes de cierre de una factoría a las afueras de París, que supondría el despido de más de 6.000 trabajadores. En 20 años no ha cerrado una fábrica de coches en el país vecino, y su Gobierno no está dispuesto a permitir que eso suceda.

Lo malo de todo esto es que los trabajadores españoles pueden terminar viéndose salpicados por este asunto. Porque si Francia rescata Peugeot, a cambio puede exigir que ese cierre y esos despidos se hagan en otras factorías más eficientes (pero menos francesas) del grupo en Europa, como por ejemplo, las españolas. Recordemos que la empresa tiene en nuestro país dos fábricas, una de Peugeot, en Villaverde (Madrid) y otra de Citroën en Vigo, donde es además el mayor empleador de toda Galicia.

lunes, 22 de octubre de 2012

Newsweek

Soltar previsiones apocalípticas sobre el futuro de la prensa y basar en ese negro horizonte el despido del 30% del principal diario del país no te coloca en una sólida posición ética, si el año anterior te has embolsado un sueldo de 13 millones de euros.

Afortunadamente, no estoy en esa situación, así que puedo asumir algunos de esos planteamientos sin grandes problemas de conciencia. Porque lo cierto es que la prensa en papel se está muriendo, nos guste o no. La rapidez con que están sucediendo los cambios aún nos impide a la mayoría asumir el nuevo escenario hacia el que nos dirigimos, pero que un tsunami de transformaciones incalculables nos deje descolocados y sin referencias claras, no significa que no esté sucediendo ante nuestros ojos.

Hemos llegado a un punto en que es demasiado aventurado apostar por que en 10 o 20 años exista ni siquiera un 10% de los periódicos y revistas que se publican hoy en día en papel en España. Es demasiado aventurado no por si sucederá o no, sino por si en realidad darles 10 años más de vida es ser demasiado optimista. Porque al ritmo que se están produciendo los cambios, es bastante probable que muchos medios no lleguen siquiera a superar la mitad de esta década.

La última víctima en caer ha sido la veterana revista estadounidense Newsweek, que el jueves pasado sus dueños anunciaron que deja de publicarse en papel, tras 79 años en los kioscos. Con unas pérdidas anuales de 40 millones de dólares, ni siquiera un mito del periodismo norteamericano como Tina Brown ha conseguido darle la vuelta a un negocio moribundo. Brown llevó a lo más alto, a lo largo de su carrera en estas últimas décadas, revistas tan influyentes como Vanity Fair o The New Yorker. Y hace dos años fusionó su última y exitosa aventura, el medio digital The Daily Beast, con la revista. Una apuesta que en este caso ha resultado fallida.



En 1991, Newsweek vendía 3,3 millones de ejemplares. En junio de este año, 1,5 millones. Y es que si los periódicos tienen problemas para cautivar al lector con noticias que éste ha podido leer en internet 36 horas antes, lo cierto es que, en plena era digital, la supervivencia de revistas semanales de política, con su desfasado ciclo de impresión, provoca una sensación similar a la que debieron experimentar los humanos que contemplaron a los últimos mamuts de las tundras siberianas, tarde o temprano condenados a la extinción.

No niego que aún existan revistas que ganan dinero, y que cuentan con modelos de negocio que les hace bien preparados para afrontar la inevitable pérdida de lectores hacia lo digital, pero a largo plazo, las pocas que terminen sobreviviendo se habrán convertido en un producto exótico para nostálgicos, como los que hoy en día siguen escuchando vinilos.

Por cierto, si yo fuera propietario de un kiosco de prensa, también me empezaría a preocupar por otras alternativas de negocio.

domingo, 21 de octubre de 2012

Argentina

Dos noticias en la edición de este domingo escritas por Francisco Peregil en El País me han llamado la atención, porque en el fondo tratan de lo mismo, de las consecuencias a largo plazo que para un país puede tener la adopción de una política exterior basada en el incumplimiento flagrante de los compromisos.

En esta, se explica cómo un fondo de inversión de EEUU al que Argentina le debe más de 200 millones de dólares ha conseguido confiscar la fragata Libertad, el buque insignia de la marina argentina, cuando éste se encontraba anclado en Ghana, realizando un viaje oficial por varios países. Un juez del país africano ha aceptado la reclamación de los acreedores norteamericanos, y mantiene retenida desde hace días a la embarcación, a pesar de las intensas protestas de la presidenta Cristina Fernández, que amenaza con llevar el asunto a la ONU.

Y en esta otra, se cuenta cómo el Gobierno argentino está teniendo serios problemas para encontrar un socio financiero internacional que inyecte los más de 7.000 millones de dólares que serían necesarios para poner en marcha la explotación del yacimiento petrolífero de Vaca Muerta, seis meses después de la expropiación de YPF por parte de su anterior dueño, la petrolera española Repsol. ¿La razón? Ni los americanos de Chevron ni los chinos de Sinopec las tienen todas consigo, pues temen destinar grandes inversiones en el país y terminar sufriendo el mismo problema que la compañía española.

Se hace difícil sentir simpatía por un vulture fund como el que ha realizado ese embargo del barco en África, pero lo cierto es que no son solo hedge funds los que apostaron por un país en dificultades, y no han vuelto a ver su dinero. Argentina decidió suspender pagos en 2001 justo después de recibir préstamos organismos internacionales para aliviar la situación del país, sacudido por las consecuencias de la eliminación de la conversión peso/dólar y el posterior corralito financiero.

España misma ofreció un préstamo de 1.000 millones de dólares, y a día de hoy esa cantidad no solo no se ha resarcido sino que ha aumentado con nuevos créditos. ¿Sabe quienes son los países que más dinero deben a España? No se trata desde luego de ningún país africano al que hayamos prestado dinero para ayuda al desarrollo, porque esos pagan, en la mayoría de los casos, religiosamente sus deudas, dentro de sus posibilidades. Los tres países que más dinero deben a España son Grecia (por motivos recientes y conocidos por todos) Cuba (que practica una política similar a su vecino del cono sur en este terreno) y la propia Argentina, que nos debe más de 1.500 millones de dólares.

El problema no es tanto el dinero adeudado, sino el explícito reconocimiento de que no están dispuestos a saldar la deuda ni ahora ni nunca. Porque en esta década transcurrida Argentina ha experimentado crecimientos económicos importantes gracias al auge de las materias primas que le han permitido solucionar sus problemas más acuciantes a corto plazo, y sin embargo ha sido el único país de entre los deudores con que cuenta España que no ha satisfecho ni un solo euro de esa deuda. Es más, la ha ido engordando mediante nuevas refinanciaciones de esos préstamos, hasta llegar a un punto en que ahora mismo en la sede de Economía tienen una línea roja que no se va a traspasar nunca a menos que cambien mucho las cosas: ni un euro más a Argentina.

Porque el país tiene una larga tradición de incumplir sus compromisos financieros internacionales (el Club de París, que aglutina a los principales países acreedores del mundo, se fundó precisamente a causa de un contencioso con el país en los años 50).  Una imagen de socio poco serio que también se extiende a la forma en que el país da cuenta de sus estadísticas económicas, imprescindibles para realizar un análisis riguroso sobre la situación real de su economía.

Muchos defienden que el Gobierno argentino hizo lo correcto en 2001, pues era mejor velar por los intereses de los ciudadanos que por el de los inversores internacionales. El problema es que, a corto plazo, sí puede ser verdad que sus ciudadanos salieron ganando. Pero a largo plazo, esa política de tierra quemada en el plano internacional puede resultar muy contraproducente para los propios argentinos.

Porque Argentina está fuera de los mercados desde hace más de una década, es decir, no ha podido acudir a los inversores internacionales para que le prestaran dinero con que financiar su inversión pública en todo este tiempo. Y operaciones como la de Repsol de este año están comenzando a ahuyentar a muchas compañías internacionales. Hace poco, el ministro de finanzas colombiano causó cierto revuelo entre ambos países al explicar en esta columna del FT que el PIB colombiano ha superado ya al de Argentina (que llegó a ser tres veces más grande).

Y es que esa falta de inversión internacional pública y privada en Argentina puede resultar drenando la capacidad de crecimiento de su economía de una manera muy preocupante. Porque en esta década el país ha conseguido recuperarse de sus problemas del 2001 en parte gracias al tirón de las materias primas, pero esa situación no va a durar para siempre, y se puede manifestar con toda su crudeza a la vuelta de la esquina.

jueves, 18 de octubre de 2012

Secesión

Encuentro mucha gente últimamente muy preocupada por la deriva soberanista que está experimentando Cataluña, y ante la posibilidad que en futuro inmediato podamos llegar a afrontar escenarios hasta ahora considerados tabú por parte de muchos, como una posible secesión del territorio catalán respecto de España.

Comparto la preocupación, pero no los escenarios apocalípticos en que muchos los enmarcan. En primer lugar, considero que el brote independentista no es en modo alguno exclusivo de nuestro país, no constituye una rareza en el panorama europeo actual.

Si miramos un poco a nuestro alrededor, veremos que Escocia acaba de firmar un acuerdo con el Gobierno de Cameron para celebrar un referendum para decidir sobre su independencia respecto del Reino Unido en 2014. También, que los flamencos independentistas, partidarios de una desmembración de Bélgica en dos estados, acaban de arrasar en las elecciones municipales y conquistar ciudades como Amberes. No es la primera vez que en el norte de Italia escuchamos voces que hablan de soltar lastre porque consideran que todo el territorio más abajo de Roma es un país distinto al suyo, pero estas opiniones se están reavivando últimamente.

¿Y qué nos dice todo esto? Pues que quizá todas esas pulsiones independentistas, desencadenadas en un mismo momento, obedecen a razones que no tienen estrictamente que ver con el ansia de soberanía de algunos pueblos, sino con otras más prosaicas. Más concretamente, con la crisis económica de proporciones históricas que estamos viviendo actualmente.

Porque todos esos territorios tienen en común ser regiones ricas, que cuando vienen mal dadas en el país al que pertenecen, sienten que tendrían la posibilidad de evitarse algunas de las penalidades que están sufriendo si no tuvieran que contribuir económicamente a mejorar la situación de otras regiones integrantes del mismo Estado.

Es, en definitiva, una cuestión de egoísmo. Cuando la tarta es grande, todos somos muy solidarios, porque sabemos que hay para todos. Cuando se reduce considerablemente, entonces cada uno se preocupa principalmente por conservar su pedazo del pastel.

Y esta es una reacción lógica. No se produce únicamente entre territorios de un país, sino, a un nivel micro, lo vemos en el día a día de muchas empresas y particulares. Seguramente, si trabaja en la dirección financiera de una compañía, habrá comprobado cómo hoy en día se han perdido todos los escrúpulos, cierto savoir faire que pudiera existir hasta hace unos años en la actividad económica diaria, ha desaparecido, dando paso a una ley de la jungla donde cualquier jugarreta está permitida, bajo la premisa de comer o ser comido. Lo mismo que los trabajadores han tenido que comprobar cómo empresarios que presumían de compromiso y valores morales no dudan ahora en utilizar todas las herramientas legales a su alcance para despedir lo más barato posible.

¿Qué quiero decir con todo esto? Pues que es importante encontrar la forma de dotarnos de un diseño institucional que permita acomodar a las distintas partes constitutivas del país de una forma más eficaz que hasta ahora. Pero que ni el mejor diseño institucional posible nos lograría inmunizar, en un momento como el actual, de determinadas pulsiones separatistas, dada la configuración de nuestro país como un conglomerado de pueblos.

Y que por ello, la forma más eficaz de combatir esas fuerzas centrífugas (aparte de evitar la adopción de posturas ultramontanas como las asumidas por algunos, y seguir el ejemplo de los ingleses, siempre tan prágmaticos) es apostar por políticas que contribuyan a una superación de la situación de crisis económica actual. Es decir, otra razón de peso para pedir el rescate en Bruselas cuanto antes.  

Factoring

Quizá no haya oído hablar de esta palabra, o si lo ha hecho, puede que no sepa muy bien qué significa. Y sin embargo, si posee una pequeña o mediana empresa con problemas para obtener financiación bancaria, quizá debería enterarse bien de en qué consiste.

El factoring no es más que la financiación del circulante de una compañía a cargo de un tercero. Si una empresa tiene pedidos contratados con sus clientes, pero cuenta con problemas de liquidez para funcionar en el día a día, lo normal, hasta ahora, ha sido echar mano de una entidad financiera y recurrir a la financiación bancaria mediante un préstamo o una línea de crédito.

¿Qué ocurre? Que la crisis y el racionamiento del crédito han cerrado las ventanillas de los bancos para muchas compañías que no tienen problemas fundamentales de solvencia, y eso les ha obligado a buscar alternativas de acceso a la financiación. Existen varias, desde la creación de un mercado de pagarés para las pymes, el salto al MAB (el mercado de valores de pequeñas y medianas empresas que el Gobierno está intentando potenciar), hasta el recurso al private equity.

Dentro de esa búsqueda de alternativas, el factoring está irrumpiendo con mucha fuerza en los circuitos financieros. Mediante esta modalidad de financiación, la empresa lo que hace es vender sus facturas, de forma que recibe de una empresa especializada en factoring un adelanto de lo que los clientes deben a esa compañía por sus servicios prestados/bienes suministrados (nunca es el 100%, generalmente suelen obtener un 80%).



Ah, pero ¿esto no es como el plan de pago a proveedores que el Gobierno ha puesto en marcha este año con CCAA y Ayuntamientos? No exactamente lo mismo, pero sí parecido. En realidad, el plan de pago sería una financiación mediante confirming, una práctica bastante tradicional en nuestro país a través de la cual muchas grandes empresas permiten que sus pequeños proveedores descuenten papel comercial con los bancos.

El factoring, o asset based finance, es una modalidad de acceso a la financiación muy extendida en Estados Unidos y otros países donde no existe una bancarización tan grande de la economía, y donde por tanto las empresas están más habituadas a buscarse la vida sin contar con su banquero de confianza. Aquí, las estrategias de inversión a espaldas de las entidades financieras son la excepción y no la norma, pero como esa situación está empezando a cambiar, existe un mercado inexplorado que algunas compañías especializadas están empezando a ocupar. Dicho de otra manera, puede haber importantes oportunidades de negocio para los más avispados.

Porque una operación de factoring es más cara para las empresas que un crédito standard, ya que el que presta el dinero no debe estudiar la viabilidad de la compañía que lo recibe, sino la de sus clientes, que son los que en definitiva tienen que pagar, y eso implica un riesgo mayor que una financiación convencional. Lo que ocurre es que, en las circunstancias actuales, muchas empresas no tienen ya acceso a una financiación convencional, y por tanto deben recurrir a mecanismos alternativos.

Existen dos modalidades de factoring, con recurso o sin recurso. En la primera de ellas, si el cliente no paga la factura, el responsable último sigue siendo la empresa. En cambio, en el factoring sin recurso, la compañía saca de sus balances por completo la factura, y si el cliente no paga, el problema es de la firma de factoring, no suyo. Por esta razón, esta segunda modalidad es aún más cara.

El factoring tradicional, el llamado bilateral, el que realiza una compañía directamente con una empresa especializada, ha existido en nuestro país desde hace tiempo. Pero en los últimos años están empezando a surgir nuevas posibilidades que le confiere a esta práctica aún mayor atractivo para las empresas potencialmente interesadas: por ejemplo, algunas compañías están empezando a ofrecer un factoring sindicado, mendiante el cual el que adelanta el dinero no es una sola firma, sino un pool de entidades (a semejanza de un préstamo sindicado).

También están comenzado a interesarse por el mercado español firmas de factoring internacionales (casi todas las empresas de factoring nacionales están controladas por los grandes bancos españoles) que ofrecen de esta manera financiación externa, lo que confiere más competencia al proceso, y a las empresas españolas con necesidades de financiación, nuevas posibilidades.

Y por último, en los casos de empresas ya con un tamaño considerable, se están comenzando a extender operaciones de factoring con titulización, mediante el cual la empresa ya no es que venda sus facturas, es que las convierte en un bono, que puede ser revendido a terceros, creándose así un mercado que puede facilitar mucho la obtención de liquidez por parte de la empresa.

lunes, 15 de octubre de 2012

Consejo Europeo, gestión de expectativas

A la espera de conocer lo que ocurra en la Cumbre de Otoño que reúne a los jefes de Estado y de Gobierno de los 27 países miembros de la Unión Europa, que se celebra a partir del jueves en Bruselas, si lo que está esperando es mayor certidumbre y claridad de cómo se van a resolver los asuntos más urgentes que atenazan a nuestro continente, me temo que va a salir bastante defraudado.

Las reuniones del Consejo Europeo de mitad del semestre son deliberativas, no tienen carácter decisorio. Y sin embargo, dado lo excepcional de la situación, había depositadas serias esperanzas de que la cumbre sirviera para continuar con los importantes avances en materia de integración cosechados en la anterior reunión de junio, al tiempo que se clarificaran los malentendidos surgidos en torno a algunos aspectos de lo acordado allí.

Los medios anglosajones llevan más de tres años manoseando una expresión que, de tan usada, se ha convertido casi en un sinónimo ya de la crisis europea: Europe is kicking the can down the road. Es decir, en vez de tomar las decisiones que serían necesarias, los europeos nos dedicamos a pegarle una patada al problema y postergar su resolución para más adelante, mediante parches y componendas que sólo sirven para taponar las vías de agua por un tiempo limitado.

Pueden estar seguros que a partir del domingo habrá en esos mismos medios de comunicación nuevas apelaciones al manido topicazo. Porque ninguno de los cuatro grandes asuntos que se van a tratar en la cumbre van a quedar mínimamente resueltos:

España: Somos los grandes protagonistas de la Cumbre, les hemos usurpado ese dudoso honor a los griegos y al resto de los países rescatados. Sigue existiendo una presión enorme para que España pida el rescate, y sin duda el asunto será tema estrella de la reunión de mandatarios. No obstante, Rajoy aún no está dispuesto a dar el paso. El rescate tampoco será este fin de semana.

Grecia. Al país le queda un mes para entrar en quiebra si no recibe el próximo tramo de ayuda de la Troika, por lo que una discusión sobre los avances realizados por el gobierno de Samarás ocupará con seguridad uno de los puntos centrales de la Cumbre. Pero la decisión al respecto no se espera hasta noviembre, por lo que esta semana no sabremos aún si hay nuevo salvavidas heleno.

Unión Bancaria. Ha quedado claro que Alemania ha ganado la partida en su batalla contra Bruselas (y España) en su empeño por retrasar la puesta en marcha del supervisor bancario, requisito indispensable para la recapitalización directa de la banca. El propio Draghi lo ha reconocido, al admitir que no es plausible una unión bancaria efectiva antes de 2014. Eso le quita a esta Cumbre bastante de la urgencia y de la importancia que los propios líderes le habían concedido con su compromiso de tener en pie el supervisor para enero próximo.

Austeridad/Crecimiento. La reunión del FMI en Japón y su informe del WEO han servido para poner de manifiesto la posición cada vez más minoritaria que está asumiendo Berlín con su contumaz apuesta por la austeridad a cualquier precio, incluso a pesar de las crecientes evidencias de los efectos indeseados que esta política está generando en algunos países europeos. Es muy probable que el presidente Hollande utilice esta reunión para volver a poner bajo los focos sus propuestas pro-crecimiento, si bien es igual de previsible que la respuesta alemana será la habitual: Nein.

Y sin embargo... esta cumbre no va a resolver ninguna de todas esas cuestiones, pero puede suponer un escalón imprescindible para su resolución:

- Es verdad que el rescate de España no se va a solicitar este fin de semana, pero yo sí creo que ya no hablamos de meses, sino de semanas, para que por fin se alcance un acuerdo sobre esta cuestión. (Merkel parece que en esto también se va a salir con la suya y va a poder presentar en noviembre al Bundestag  un programa conjunto como quería con los rescates de España y Chipre más el nuevo desembolso de Grecia).

- Es cierto que Grecia aún debe esperar más para saber si será expulsada del euro o podrá seguir recibiendo ayudas de sus socios, pero la cumbre puede poner de manifiesto el cambio que en los últimos días se está produciendo en la percepción sobre los progresos realizados por Atenas para cumplir con Bruselas. Algo que se está notando en el bono griego, cuya rentabilidad cotiza en mínimos de más de un año:
Enlace permanente de imagen incrustada

- Es verdad que la Cumbre no va a alumbrar ninguna unión bancaria ni fiscal, pero sí que puede servir para desbrozar el camino hacia su creación, y para clarificar algunos aspectos esenciales sobre la integración económica europea, como por ejemplo detalles sobre un Presupuesto federal comunitario, que pudiera servir de embrión para armonizar políticas sociales a escala europea.

-Es cierto que los alemanes no van a dar su brazo a torcer ni se plantean cambiar la apuesta por la austeridad, pero una presión concertada de Francia, Italia y España sí puede servir para al menos abrir un poco la mano de Berlín, y que en las próximas semanas la Comisión pueda anunciar una prórroga de un año en los objetivos de consolidación fiscal de todos los países con protocolo de déficit excesivo.

domingo, 14 de octubre de 2012

Nobel

Para todos aquellos que han criticado como oportunista y poco merecido el premio Nobel de la Paz concedido a la Unión Europea este pasado viernes, traigo solo unos pocos datos sobre el último gran conflicto político/económico del continente que no se solucionó mediante Ecofines y cumbres de madrugada, sino por las armas, la II Guerra Mundial :



- Número de muertos: 60 millones de personas. Entre los países miembros de la UE, 6 millones en Polonia (el 15% del total de la población) 5 millones en Alemania (todavía en 1960 existían 126 mujeres por cada 100 hombres), 600.000 en Francia, 500.000 en Gran Bretaña (60.000 sólo por los bombardeos alemanes sobre Londres).
- Número de desplazados y refugiados: 30 millones de personas.
- En Alemania, el nivel de producción industrial se retrotrajo a las cifras de 1860 (el Ruhr sólo conservó un 12% de su capacidad productiva prebélica)
- Gran Bretaña, al concluir la guerra, estaba en la más absoluta ruina. Su deuda equivalía al triple de su renta nacional anual. Ni siquiera el Plan Marshall pudo evitar que en las décadas siguientes tuviera que hacer default y solicitar un programa de ayuda al FMI.

- Y esto por no sumar los otros dos grandes conflictos globales del siglo XX en los que los europeos fueron una parte muy activa: la I Guerra Mundial (15 millones de muertos) y la Guerra Fría (21 millones de muertos en los diferentes conflictos que tuvieron su origen en la forma en que quedó dividido el mundo entre las potencias vencedoras en Yalta en 1945).

- Las dos décadas de prosperidad ininterrumpidas que ha vivido el mundo desde 1991 hay que atribuirlos, en una parte no insignificante, al "dividendo del fin de la Guerra Fría", es decir, el efecto benéfico generado por la utilización de miles de millones de euros antes destinados a Defensa, hacia otras actividades de la economía.

Por todo ello, el anodino y gris Herman Von Rompuy ha dado en el clavo con una frase destinada a perdurar, al definir a la UE como "the biggest peacemaking institution ever created in world history".

Lo que estamos viviendo ahora es una crisis económica de proporciones históricas. Y como resultado de ella, los ciudadanos están pasando calamidades y se están viendo recortados aspectos esenciales de nuestra sociedad que habíamos asumido como inmutables. Puede haber disturbios, auges populistas y tensión social. Puede haber accidentes, incluso, si los líderes no están a la altura, un descarrilamiento importante. Pero incluso si ello llegara a suceder (lo cual quiero pensar que sigue siendo improbable) las vías del tren seguirían intactas.

Ni el peor de los escenarios a que se enfrenta Europa hoy en día, en ningún caso es comparable al que los europeos tuvieron que enfrentar durante buena parte del siglo pasado. Y todo eso es gracias, en gran parte, a que los europeos nos hemos dotado de unas instituciones que nos permiten dirimir nuestras diferencias mediante el diálogo. Eso, en mi opinión, se merece un premio Nobel como la copa de un pino.

jueves, 11 de octubre de 2012

Inditex

Para todos los que afirman que la economía española no es competitiva y que en los últimos 15 años solo hemos crecido a base del ladrillo, un ejemplo recurrente es el de Inditex, la empresa creada de la nada en La Coruña hace unas décadas, que ha convertido a Amancio Ortega en el hombre más rico de Europa, y a la firma, en la mayor empresa española por capitalización bursátil, por delante de colosos como Telefónica o el Banco Santander.

Es, junto con Mercadona, la prueba de que en la periferia de este país, alejados del modelo de empresario-rentista-asiduo-del-palco-del-Bernabéu de que hablaba César Molinas, existen empresarios dispuestos a innovar y con capacidad para sacar adelante modelos de negocio rompedores, como el de Inditex, que tiene conquistadas a las escuelas de negocios y encandilada a la prensa internacional, por su flexibilidad en la adaptación de la producción a la demanda del mercado mediante el control de la cadena de suministro, que le hace ser capaz de reaccionar a los cambios de tendencia dentro de cada campaña comercial.

Veamos algunos números sobre la firma gallega:

La mayor firma de España. La capitalización bursátil de Inditex es de más de 61.000 millones de euros, sube un 56% este año (es la que más gana del Eurostoxx 50 que incluye a las principales empresas europeas) y aquellos afortunados que invirtieran en la OPV de la empresa allá por mayo de 2001 y mantuvieran desde entonces sus acciones, habrían obtenido una revalorización superior al 400%.

Una verdadera multinacional. Está presente en 85 países con sus 5.693 tiendas. España aporta tan solo el 22% de las ventas, el resto de Europa el 44%, Asia un 20% (donde se ha apostado muy fuerte este año con la entrada en China) y América tan solo el 14% (de ahí el redoblado esfuerzo por aumentar presencia en EEUU, un mercado complicado, pero donde Inditex ya tiene músculo para presentar batalla: hace 12 años, GAP vendía cinco veces más que la dueña de Zara. Hoy día, Inditex ha superado a GAP en facturación).

Una empresa rentable. Las ventas de la empresa son importantes (13.800 millones de euros en 2011, 7.200 en el primer semestre de 2012) pero no llegan a los volúmenes de facturación de otras compañías españolas, como Telefónica, Repsol o Banco Santander (más de 60.000 millones de euros en 2011). Lo que separa a Inditex de todas estas empresas es su capacidad de crecer a un ritmo endiablado sin por ello poner en riesgo sus márgenes, y su habilidad para sacar rentabilidad a sus operaciones. En tan solo seis años, ha conseguido doblar su beneficio operativo anual, sin ninguna adquisición de por medio. Eso no está al alcance de casi ninguna gran compañía española. Y además, prácticamente no tiene deuda.




Zara, el motor, Massimo Dutti el beneficio, y algunas dudas sobre Pull & Bear, Stradivarius y sobre todo Oysho. De esas 5.693 tiendas, más de 1.800 corresponden a la cadena Zara (casi una tercera parte) y aportan  4.800 millones de euros de los 7.200 millones facturados por la firma en el primer semestre (dos terceras partes del total de ventas). En número de tiendas, la siguiente es Bershka con 839 y el 9,25% de las ventas, después Pull & Bear, con 770 tiendas, y tan solo el 6,5% de las ventas, Stradivarius tiene 716 tiendas y el 6,3% de las ventas, Massimo Dutti cuenta con solo 592 tiendas y en cambio aporta el 6,8% de la facturación, Oysho, por contra, cuenta con 498 tiendas y tan solo representa el 1,9% de las ventas, Zara Home aporta 325 tiendas y supone el 4,1% de las ventas; por último, hay 90 tiendas de Uterqüe, que representan el 0,4% de la facturación total.

Una empresa de mujeres. Inditex cuenta con una plantilla total de 111.000 trabajadores, de los cuales 23.000 son hombres, y 87.000 mujeres (el 78%).



miércoles, 10 de octubre de 2012

High Frequency Trading

El pasado viernes, en medio de una plácida sesión en la bolsa de valores de Bombay, en la India, de improviso y sin razón aparente, el mercado se desplomó de golpe un 16%, equivalente a casi 60.000 millones de dólares. El regulador suspendió la cotización del parqué tras comprobar que un broker había colocado 59 órdenes de compraventa equivocadas, que habían desatado una cascada de operaciones que habían literalmente hundido la bolsa. Por suerte, las órdenes se pudieron cancelar y el mercado indio cerró la sesión con una caída de tan solo el 0,8%.

Es la última manifestación de un peligro que desde hace unos años nos viene acechando, y amenaza con convertirse en una catástrofe mundial de proporciones incalculables el día menos pensado. Se trata del High Frequency Trading (HFT) un mecanismo de negociación en los mercados por el cual los ordenadores han tomado el testigo de los humanos en la gestión de los parqués, y lo han hecho además usando velocidades de compra y venta ultrasónicas, con el objetivo de maximizar el beneficio.


Para la gran banca internacional, los hedge funds, las firmas de valores especializadas, ya no basta con ser un ser segundo más rápido que la competencia, ahora se pelea por la fracción de segundo, ya que en los enormes volúmenes que se mueven, un decimal puede suponer la frontera entre el beneficio o la pérdida. Se calcula que el HFT ahora mismo puede representar la mitad de todo el volumen de negocio que se mueve a diario en Wall Street, y un tercio de todo lo que se negocia en los mercados europeos.

El problema con el HFT es que cuenta con dos serios inconvenientes. El primero de ellos es la enorme complejidad que introduce a todo el proceso. La negociación de alta frecuencia se sustenta sobre algoritmos programados para maximizar el beneficio mediante miles de millones de transacciones diarias. Y estos algoritmos se han ido haciendo tan complejos y generan interacciones tan cruzadas entre unos y otros, que es prácticamente imposible hoy día para ninguna entidad conocer con exactitud la posición exacta de sus inversiones en un momento determinado.

El segundo problema es que esos algoritmos a veces pueden cometer errores, producto de reacciones imprevistas del parqué o de fallos humanos en su programación, y las consecuencias de esos errores no son inocuas. El motor de búsqueda de Google también está construido a base de algoritmos, pero si un día falla durante unos minutos lo más que puede pasar es que los usuarios se cabreen. Si falla el algoritmo de una firma de inversión, se puede desencadenar el desastre.

El 6 de mayo de 2010, transcurrida poco más de media sesión en Wall Street, el Dow Jones, que se movía con pérdidas moderadas, de repente experimentó una pérdida súbita de casi 1.000 puntos. Muchas empresas vieron su capitalización bursátil reducida a las cenizas, al cotizar a un centavo de dólar. Todo en cuestión de un par de minutos. La gente se frotaba los ojos viendo las pantallas de los ordenadores. Hay muchas teorías de lo que pudo originar el denominado Flash Crash de la bolsa de Nueba York, pero casi todas apuntan a un fallo en cadena de los mercados provocado por el HFT. Por fortuna, los reguladores consiguieron restablecer la situación antes de que cerrara la sesión.

Como expone Felix Salmon, imagínense lo que hubiera pasado si Nueva York no hubiera sido capaz de subsanar el error antes del cierre. Lo más probable es que los mercados asiáticos hubieran abierto poco después replicando lo vivido en Wall Street y la bola de nieve hubiera sido ya difícil de parar.

Otros en cambio no tuvieron tanta suerte. Este verano, la firma de valores Knight Capital, especializada en negociación a través de HFT, quebró la mañana del 1 de agosto en tan solo 45 minutos, después de introducir un algoritmo nuevo que contenía un error fatal para sus operaciones. En ese corto espacio de tiempo, la firma perdió 440 millones de dólares, a razón de 10 millones de dólares por minuto. Muerte financiera en el acto.

Todo esto ha motivado llamadas a la prohibición del HFT. Pero antes de que saquemos todos nuestro pulgar hacia abajo con respecto a esta modalidad de negociación, debemos al menos ser conscientes de que su erradicación tampoco nos saldría gratis. La negociación de alta frecuencia, como su propio nombre indica, genera miles de millones de órdenes de compraventa al día, que constituyen una fuente de liquidez impagable para los mercados . Es el aceite que engrasa su funcionamiento, y que nos permite en cualquier momento, en cualquier lugar, realizar una orden sobre cualquier valor de cualquier parqué del mundo, y obtener la compra o la venta de forma automática. Esto facilita la financiación de las empresas, que a su vez obtienen liquidez más fácilmente para realizar inversiones y generar crecimiento y empleo.

¿Recuerdan cuando hace unos cuantos años había que esperar un buen rato y hasta varias horas para que el broker encontrara una posición en el mercado cuando se le había dado una orden de compra? (y pagar comisiones mucho más abultadas que ahora) O si lo prefieren de forma más cruda: ¿se imaginan cómo hubiera sido el proceso de desenredo de las posiciones en el mercado de Lehman Brothers tras su quiebra, sin el HFT? Una auténtica pesadilla.

Por este motivo la solución no es sencilla, en los últimos tiempos se está hablando de alternativas como la introducción de "kill swtiches" o botones de apagado automático de los mercados una vez se compruebe que se ha producido un fallo, o el establecimiento de una ralentización de medio segundo en las operaciones de HFT, que sería tiempo suficiente según los expertos para subsanar errores sobre la marcha en caso de riesgo. La solución no es sencilla desde luego, pero habrá que encontrar un arreglo porque si no, la próxima vez que falle un algoritmo puede no quedarse en un susto, y causar un pánico mundial de consecuencias duraderas.


lunes, 8 de octubre de 2012

Empresarios

A los grandes empresarios de este país les gusta mucho hacerse fotos en la Moncloa con este Gobierno o el anterior lanzando la imagen de que están arrimando el hombro para aliviar las penurias por las que atraviesa el país. Y esto es comprensible, no solo desde una perspectiva desinteresada, sino puramente egoísta, pues el deterioro de la situación económica y de la imagen de la marca España también perjudica gravemente los intereses de sus compañías.

Pero si estos grandes lideres empresariales estuvieran realmente dispuestos a ayudarnos a todos, deberían empezar por aplicarse el cuento en dos aspectos relevantes (aunque la medida tuviera un efecto perjudicial a corto plazo sobre sus cuentas de resultados): que empezaran a reducir márgenes vía descenso de precios, y también, ya puestos, que pagaran impuestos como mínimo igual de altos que el del resto de las empresas del país.

Por un lado, las empresas no están contribuyendo todo lo que debieran al ajuste competitivo que necesita nuestra economía. Como han resaltado todos los organismos internacionales, desde la entrada en el euro y hasta el comienzo de la crisis, España perdió competitividad con sus socios comerciales en un porcentaje del orden del 15%.

Pues bien, en los últimos años, las medidas sobre el mercado laboral y la propia depresión económica han inducido un progresivo descenso de los costes laborales, que se ha traducido en una caída de los salarios reales, como el INE puso de manifiesto la semana pasada.  Gracias a esa corrección, los expertos opinan que España ya habría realizado la mitad del ajuste de competitividad necesario para situar a nuestra economía en disposición de competir en igualdad de condiciones con sus socios comerciales.

Sin embargo, aún falta la otra mitad del ajuste. La devaluación competitiva de una economía se suele producir vía salarios o vía precios. Si solo se ajustan los salarios y los precios no, la pérdida de poder adquisitivo es tan grande que corremos el riesgo de provocar estallidos sociales. Por eso, las empresas deben ajustar precios al contexto actual, y de esa manera, reducir márgenes empresariales. El caso de las petroleras es el más flagrante, pero no el único.

Porque muchas empresas lo están pasando mal por la crisis. Pero hay un número considerable de compañías que simplemente se están dedicando, ante la incertidumbre, a paralizar inversiones y destinar todo el producto de su negocio a márgenes. Es algo que pone de manifiesto la mencionada contabilidad del INE, y que ha motivado también alguna llamada de atención del BCE, como apunta Javier Ruiz en Vozpopuli.

Igualmente, es sabido que las principales empresas de este país apenas pagan impuestos, pero no deja de ser impactante conocer los datos que aporta Cinco Días: los grupos consolidados, es decir, los grandes conglomerados empresariales del país, aplicaron el año pasado un tipo efectivo sobre sus beneficios de tan solo el 5%, a pesar de registrar beneficios mucho más abultados que el resto de empresas del país, que tributaron al 15% y abonaron al fisco más de 10.000 millones, frente a los menos de 5.000 tributados por las grandes compañías.

domingo, 7 de octubre de 2012

El Clásico

Antes, cuando solo había dos Madrid-Barcelona al año, cada encuentro entre los colosos del fútbol español era considerado por todos como el partido del siglo. Ahora que tenemos 10 o 12 cada temporada, la gente ya ha perdido un poco de interés; "¡Sí, qué partidazo, me ha gustado más que el del mes pasado!"

Pues con las cumbres europeas  pasa un poco lo mismo. Al principio, cuando había una reunión de líderes al más alto nivel para resolver el futuro de la economía europea parecía que estábamos asistiendo a la historia en directo, y que los mandatarios no iban a salir de su reunión sin cambiar el mundo.

Más de 20 reuniones en el espacio de tan solo tres o cuatro años después, se aprecia el mismo hastiado cansancio; ¡"El euro se juega su futuro en las próximas semanas!, ¡Europa inicia otro mes de infarto para dilucidar si será capaz o no de superar la crisis!". "Sí, sí, a ver si este momento histórico no me lo pierdo, que el anterior me pilló fuera de fin de semana...".

Pero lo cierto es que, aunque se haya convertido ya en un topicazo, la semana que empezamos este lunes supone el comienzo de un periodo absolutamente decisivo, en que el muy probablemente se van a decidir cosas que van a afectar al futuro de todos los españoles durante unos cuantos años. Mi opinión personal es que antes de que termine el mes en curso Moncloa habrá por fin descolgado el teléfono...

Para empezar, este mismo lunes los ministros de finanzas de la zona euro se reúnen en Luxemburgo en el seno del Eurogrupo, que tendrá su continuación al día siguiente con el Ecofin, la reunión de los ministros de Economía de los 27 países de la Unión. Ese mismo martes, la canciller Merkel hará la que es probablemente su visita de Estado más complicada hasta la fecha: se desplazará a Atenas, en un viaje que sin duda va a estar cargado por la tensión política y social que vive el país.

El miércoles, por su parte, el presidente Rajoy se desplazará a París para reunirse con Francois Hollande, una visita destinada a buscar puntos de encuentro entre ambos países de cara a la reunión más importante de todas, la de los jefes de Estado y de Gobierno que tendrá lugar en Bruselas la semana que viene, el 18 y el 19 de octubre (dos días antes de las elecciones gallegas y vascas).

El Eurogrupo y Ecofin de esta semana son preparatorios pues de esa cumbre de líderes de la semana que viene. Pero son realmente importantes pues en ellos se va a hablar sin duda de España (y me temo que no precisamente de forma positiva), si bien no es de esperar que de Luxemburgo salgan noticias definitivas sobre la línea de crédito ("lo que ustedes llaman rescate") que se está negociando para nuestro país.

Lo cual no quiere decir que no se vayan a debatir asuntos que sin duda van a condicionar dicha petición de ayuda por parte del Gobierno. En especial, lo relativo a la posible recapitalización directa de la banca mediante el fondo de rescate europeo. España está tratando por todos los medios que dicha ayuda no se contabilice como deuda pública española, pero cuenta con la cerrada oposición de Alemania y sus secuaces, que cada día ponen más barreras; la última idea que han flotado es que, incluso en el improbable escenario de que el supervisor único estuviera listo para funcionar en enero de 2013, no estaría cualificado para operar hasta que no hubiera demostrado un comportamiento intachable ("track record"), y fuera examinado por un organismo externo, es decir, que Alemania quiere retrasar todo lo que sea posible su puesta en práctica.

Pero no solo se hablará de España. Grecia y Chipre van a ser los otros dos grandes protagonistas de estos días; la primera porque los encargados del análisis sobre los progresos realizados por el país como contrapartida a su rescate han llegado a un punto muerto y no parecen ponerse de acuerdo sobre si son necesarias nuevas dosis de ajuste como respuesta a las seguras desviaciones en el objetivo de déficit; los socios comunitarios analizarán en el caso de Chipre el tamaño del rescate, así como las condiciones que deberá cumplir a cambio el país mediterráneo.

Por último, en la reunión del Ecofin del martes se tratará otra vez la posible introducción del impuesto a las transacciones financieras, pero no está previsto que el Reino Unido dé su brazo a torcer por lo que es improbable que asistamos a avances en este terreno.


viernes, 5 de octubre de 2012

Gobierno económico de Europa

Funcionarios afines a la Comisión Europea han filtrado que en Bruselas no ven con buenos ojos el cuadro macro sobre el que asientan los presupuestos recién presentados por el Gobierno para el año que viene.

La propia Comisión tiene previsto lanzar sus previsiones de otoño el próximo 7 de noviembre, en las que previsiblemente actualizará las cifras del informe anterior, de primavera de este año, en la que pronosticaba una caída del PIB español del 0,3%. Por lo conocido hoy da la sensación que Bruselas está ahora mismo más cerca del -1,5% que pronostican analistas como los de S&P's, que del -0,5% que ha utilizado el Gobierno para elaborar las cuentas públicas.

El problema es que la de Bruselas no es una opinión más con la que Madrid debe contar a la hora de aprobar sus presupuestos. Bruselas es LA opinión. No solo porque a España le aten los términos y condiciones del MoU firmado con sus socios para obtener respaldo financiero a su sistema bancario. Ni tan siquiera porque nuestro país esté inmerso en un procedimiento de déficit excesivo por superar ampliamente los límites fijados por la UE.

La cuestión es que en los últimos dos años se han ido aprobado una serie de mecanismos destinados a reforzar la labor coordinadora y supervisora de Bruselas en los procesos de elaboración de los presupuestos de los países miembros. El problema es que, como todo en la construcción europea, el proceso hasta ahora adolece de excesiva complejidad, y sus elementos se designan con un lenguaje arcano, poco accesible para los no iniciados. Vamos a tratar de aclarar algunos aspectos:

Semestre Europeo

Consiste básicamente en la creación de un ciclo anual de coordinación de la política económica de los estados miembros, que se concentra en la primera mitad del año. Este ha sido el primer año en que se ha aplicado de forma completa, por lo que aún falta por realizar un análisis de su eficacia.

El proceso empieza con la publicación del Informe de Crecimiento Anual que publica a finales de noviembre la Comisión, y en el que se establecen las prioridades de política económica a nivel comunitario.
Sobre esa base, en marzo, en la reunión de primavera del Consejo Europeo, se adoptan recomendaciones en materia fiscal, macro y de reformas estructurales que fomenten el crecimiento.

En abril, los países están obligados a presentar sus respectivos Programa de Estabilidad y Programa Nacional de Reformas, que son analizados por la Comisión entre mayo y junio, para adoptar a primeros de julio recomendaciones específicas para cada país.


Pero aparte del Semestre europeo hay otros pilares sobre los que se sustenta la coordinación de la gobernanza económica europea:

Six-Pack:

En España también llamado Pacto por el Euro Plus. Refuerza los compromisos establecidos en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (el que marca los límites de déficit en el 3% y la deuda pública en el 60% del PIB). Entró en funcionamiento en diciembre de 2011. Contiene cinco regulaciones y una directiva (de ahí su nombre). Se aplica a los 27 estados miembros de la UE.

Establece sanciones de hasta el 0,5% del PIB para aquellos países que incumplan dichos objetivos, si bien de una forma gradual y preventiva; ningún país ha sido todavía objeto de dichas sanciones (pero sí de apercibimiento, que es el paso inicial en el procedimiento sancionador).

Fiscal Compact:

O Tratado de Estabilidad, Coordinación y Gobernanza. En vigor una vez ha sido ratificado por al menos 12 países miembros. Lo han firmado 25 de los 27 miembros de la UE (todos menos Reino Unido y la República Checa). Establece el 0,5% de déficit estructural como límite máximo establecido al más alto nivel en las legislaciones de los países miembros. Impone igualmente sanciones para aquellos que incumplan el Tratado, del 0,1% del PIB.

Two-Pack:

Es el siguiente pilar de coordinación europea, que está previsto que se apruebe para finales de este año. Se aplica únicamente a los países del área euro, y su objetivo es reforzar los mecanismos de supervisión económica. Según lo discutido hasta ahora, incluirá, entre otros aspectos:

- El cumplimiento de los presupuestos será supervisado a nivel nacional por oficinas independientes (como la que acaba de anunciar el Gobierno)
- Los estados estarán obligados a entregar a la Comisión un borrador del presupuesto del año próximo antes del 15 de octubre de cada año. La Comisión las analizará a la luz de las recomendaciones específicas realizadas a cada país en el Semestre europeo.
- La Comisión tendrá poder para introducir cambios en el borrador si considera que se produce una desviación considerable con respecto a lo recomendado. En el caso de los países con procedimiento de déficit excesivo, el grado de supervisión y control del proceso de elaboración de las cuentas es mucho más  intenso.

Pero la cosa no acaba aquí, porque en los últimos tres meses la Unión Europea se ha embarcado en un proceso aún más ambicioso de integración económica y fiscal, que sustenta sobre una serie de pilares, cuyo diseño definitivo la Comisión quiere presentar en diciembre: una unión bancaria (con un supervisor único, el BCE, para todo el continente y un procedimiento de recapitalización bancaria directa) y una unión fiscal o presupuestaria, donde, aparte del mencionado Two-Pack, Van Rompuy adelantó el otro día algunas ideas nuevas en un borrador que circuló entre las capitales europeas.

En él, se habla de mecanismos para hacer frente a desviaciones puntuales del presupuesto mediante la capacidad fiscal europea, lo que en la jerga bruselense se interpreta como un llamamiento a un mayor presupuesto federal europeo que pudiera servir como un sistema de solidaridad interna. En la misma línea, y como reverso de la política de sanciones a los países díscolos con la política económica dictada, se plantea la posibilidad de establecer incentivos (con presupuesto federal europeo) a aquellos países que sigan la senda correcta (¿la financiación de un sistema de desempleo a nivel europeo, por ejemplo?).

En resumen, que parece que el paquidermo comunitario apenas se mueve, pero lo cierto es que se están dando pasos que hace poco parecían impensables, y más que se van a dar en los próximos años. Lo malo es que todo esto servirá para que estemos mejor equipados para lidiar con crisis futuras. Para ésta, por desgracia, nos tenemos que apañar con lo que tenemos.










miércoles, 3 de octubre de 2012

Europa

Los cinco años que dura ya la crisis nos han obligado a replantearnos el diseño de la arquitectura institucional que queremos construir entre todos los países europeos, si queremos que el proyecto siga en pie y no se derrumbe como consecuencia de las grietas abiertas por esta primera gran Recesión del siglo XXI.

El problema es que, últimamente, la urgencia de la crisis nos obliga a concentrarnos más en apagar fuegos en el corto plazo que en atender los desafíos estructurales, no del año que viene, sino de los próximos 20 o 30. Por ejemplo, poco se está haciendo ahora mismo en el continente para afrontar la inexorable pérdida de relevancia del bloque económico europeo en el contexto internacional.

Este gráfico muestra bien a las claras la progresiva pérdida de peso europea en la economía mundial, desde una cifra cercana al 40% del PIB global a mediados del siglo XX hasta el 26%, ya por debajo del continente asiático y a la par con EEUU. Pero lo peor no es la situación actual sino la tendencia, tan claramente descendente que algunos llegan a pronosticar un peso de la economía europea de tan solo el 5% del PIB mundial para 2050.

Los europeos estamos siendo literalmente arrollados por las potencias emergentes mientras que EEUU consigue por el momento mantener su estatus de las últimas décadas. A este paso, Europa está condenada a caer en la más absoluta irrelevancia, convertida en una pequeña colonia de las grandes superpotencias.

Por eso, hace ya unos cuantos años se diseñaron políticas para afrontar estos desafíos, con el objetivo de convertir la economía europea en más competitiva, sostenible, y con mejor capital humano y tecnológico. Es lo que se denominó la Agenda de Lisboa, que tenía como objetivo cumplir en el plazo de 10 años unos objetivos en una serie de materias consideradas clave para el crecimiento a largo plazo. Transcurrido ese tiempo, los líderes europeos comprobaron en 2010 que no se había cumplido ni uno solo de esos objetivos, así que decidieron renovar el impulso dándose de plazo otros 10 años. Es la llamada Agenda Europa 2020.

Pues bien, el otro día Eurostat publicó una actualización del grado de cumplimiento de esos objetivos, y los resultados son verdaderamente descorazonadores. Si en los últimos años de la primera década del siglo se había producido algún progreso, la devastadora llegada de la crisis nos ha devuelto a la casilla de salida.

Y en ningún caso es este retroceso más brusco que en  España, ya que no solo no cumplimos ni uno de los cinco criterios establecidos, sino que en la mayoría de los criterios nos estamos alejando cada vez más:

  1. Para 2020, el 75% de la población entre 20 y 64 años debería tener un empleo: Pues estamos ahora mismo en el 61,6% (datos de 2011) desde el 69,5% que llegamos a alcanzar en 2007
  2. Para 2020, debería invertirse el 3% del PIB en I+D+i. Este es quizá el punto más sangrante, por las consecuencias a largo plazo para nuestra capacidad competitiva como economía: en los presupuestos para 2013 recién presentados el importe destinado a esta materia asciende a 5.562 millones, es decir, un 0,5% del PIB.
  3. Estrategia 20/20/20 en materia energética (20% de reducción en emisiones de gases respecto de 1990, 20% del total energético producido mediante renovables, e incremento eficiencia energética en un 20%). En este caso la crisis está sirviendo para paliar de alguna manera nuestro desvío de estos objetivos, a causa del menor consumo de electricidad, que reduce nuestras emisiones (aún así un 26% por encima del nivel base de 1990). En cambio, la decisión del Gobierno de dejar de apostar por las renovables convierte en altamente improbable alcanzar el objetivo del 20% desde el 13% actual.
  4. Para 2020, el porcentaje de estudiantes que abandonan los estudios entre los 18-24 años debería ser inferior al 15% del total. A pesar de que se han hecho progresos en este terreno en las últimas legislaturas, ese porcentaje sigue estando actualmente en el 26,5% para España.
  5. Al inicio de la próxima década, 20 millones de personas deberían haber salido del nivel de pobreza o exclusión social. No sabemos si este objetivo se alcanzará a nivel europeo; de conseguirse, no parece probable que sea con la ayuda de nuestro país, donde la pobreza ha crecido en los últimos años, y se cuentan hoy en día 11.6 millones de ciudadanos en riesgo de pobreza o exclusión social, un millón y medio más que en 2005.

   

martes, 2 de octubre de 2012

Bancos

Si damos por bueno el resultado de las pruebas de esfuerzo realizadas por la consultora Oliver Wyman a la banca española, y anunciadas el pasado viernes, podemos concluir que el 63% de las entidades financieras del país están sanas y serían capaces de aguantar incluso una situación aún bastante más adversa que la actual. Es decir, casi dos terceras partes del sistema bancario español goza de una salud de hierro. 

Y yo entonces me pregunto: si esto es así, ¿por qué llevan todas las entidades españolas, todas, las buenas y las malas, más de un año sin prácticamente acceso a los mercados para financiarse en condiciones normales? (con las consecuencias que esto está teniendo sobre la financiación de empresas y particulares, y en definitiva, sobre la capacidad de crecimiento de la economía española)
Las razones básicamente son dos. Por un lado, hay muchos a los que el agujero de 53.000 millones anunciado les sigue pareciendo pequeño, y hay quien sigue sembrando dudas sobre si realmente las pruebas de esfuerzo han servido para disipar realmente las sospechas sobre la fortaleza de la banca española. 

Muchos de estos argumentos se sustentan sobre una premisa equivocada: parten de la idea de que, puesto que España e Irlanda son dos países que han vivido una gran burbuja inmobiliaria que después ha estallado, y han terminado pidiendo el rescate para sus sistemas financieros, los comportamientos de sus variables económicas deben ser idénticas en todos los aspectos. Por ejemplo, puesto que los precios inmobiliarios en España han caído la mitad que en Irlanda, muchos concluyen: en nuestro país aún queda la mitad del ajuste por hacer, y por eso el agujero de la banca puede ser mucho mayor de lo reconocido.

Pero, ¿tiene algo que ver el mercado inmobiliario español con el irlandés? En absoluto. En especial, por dos razones. En España en los últimos 15 años la población se ha incrementado en más de 6 millones de personas como resultado de la inmigración, hecho que no se ha producido en Irlanda. Si ahora el ajuste de los precios se tuviera que ajustar a niveles de los 90 como ha ocurrido en ese otro país, significaría asumir que todo el incremento de los precios de estos años se ha debido a la burbuja, y no ha influido en absoluto el aumento de la demanda producido por una mayor población.

No solo eso. España es una potencia turística que le convierte en atractivo como segunda residencia o lugar para pasar la jubilación de muchos europeos del norte (alemanes, británicos, escandinavos) que deciden comprar una vivienda en la costa Mediterránea, y mientras tengamos sol y playa (y pertenezcamos a la UE) esa situación no va a variar demasiado, y desde luego no es un fenómeno que haya experimentado Irlanda. 

La segunda razón es las más dura de asumir: nos hemos buscado nosotros solitos la incapacidad de nuestros bancos para operar en condiciones normales. En demasiadas ocasiones las disputas políticas entre unos y otros han transmitido al exterior la imagen de que la banca española estaba mucho peor de lo que parecía. El caso de Bankia ha hecho mucho daño porque ha dado la sensación que era la norma, cuando, como se ha demostrado en los tests, era el único banco sistémico con verdaderos problemas. Hemos dejado que unas pocas manzanas podridas extendieran la sospecha sobre el resto. 

Y así, hemos terminado pidiendo una ayuda económica por una cantidad que según reconoce el propio Gobierno no será superior a los 40.000 millones para socorrer a nuestros bancos. Estoy absolutamente convencido que si se hiciera este mismo ejercicio, con el mismo rigor, a los sistemas financieros de otros países del core europeo, la cifra resultante sería indudablemente mayor que esos 40.000 millones.

Recuérdese que en el RD del FROB en junio de 2009 ya se avanzaba que el organismo contemplaba unas necesidades máximas de financiación para sustentar al sistema bancario de 90.000 millones de euros. Para este viaje, ¿necesitábamos estas alforjas?

Atentos al informe Liikanen

Una nota al pie sobre este mismo sector. Existe mucha expectación hoy en Europa por conocer el contenido  del informe con las recomendaciones de reforma a larzo plazo del sistema bancario europeo que ha elaborado un grupo de expertos dirigido por el gobernador del banco central finlandés, Erkki Liikanen (y en el que ha participado el ex secretario de Estado de Economía José Manuel Campa).

Las dos principales recomendaciones van a ser, por un lado, el pago de los bonus de los banqueros mediante bonos de deuda, en lugar de acciones o efectivo, con el objeto de desincentivar la toma de decisiones excesivamente arriesgadas o centradas en el corto plazo. La otra sugerencia (no vinculante) sin duda puede levantar ampollas en el sector: la obligación de escindir el negocio minorista del de banca de inversión, de forma que las apuestas arriesgadas del segundo no puedan poner en peligro la supervivencia del primero. Veremos.