miércoles, 30 de enero de 2013

Blackberry

Uno de las citas relevantes de este miércoles la aporta Research in Motion, la empresa canadiense creadora de la BlackBerry, que desvela en un acto largamente publicitado su esperado nuevo sistema operativo el BlackBerry 10, junto con dos nuevos teléfonos.

Todo el mundo parece estar de acuerdo en que del éxito o del fracaso de este nuevo lanzamiento va a depender la supervivencia de RiM en un mundo dominado por el duopolio Apple-Samsung. Los mejores días de esta empresa parecen pertenecer a un pasado no tan lejano, prueba de lo rápido que cambian las jerarquías en el competitivo mundo empresarial actual, pues solo hace 6-7 años BlackBerry dominaba el mercado, especialmente en el segmento ejecutivo. Después obtuvo una gran popularidad entre el público joven (incluso acuñó el término CrackBerry, por la adicción de muchos usuarios al aparatito) gracias a su servicio de mensajería gratuito,  algo que ha quedado desfasado con la popularización de aplicaciones como Whatsapp.

Yo tuve una BlackBerry hace seis años, y nunca he vuelto a tener un teléfono más cómodo para teclear. En todo lo demás, por supuesto, ha quedado desfasado por la emergencia del Iphone y de Android.   

Sorry Apple, the BlackBerry Z10 Is Hotter Than the iPhone

¿Qué opciones tiene la compañía de triunfar con este nuevo smartphone? Hay división de opiniones. En Qartz, por ejemplo, están convendidos que la empresa tiene un futuro sombrío, por una serie de razones:
-Solo cuenta con 70.000 aplicaciones, frente a las 800.000 del Iphone, y hoy en día un teléfono sin aplicaciones interesantes no tiene mucho valor.
- Su servicio de mensajería gratuito ya no representa una ventaja competitiva
- La tendencia corporativa ha evolucionado y ahora las empresas permiten que sus trabajadores utilicen sus propios smartphones antes que recibir un teléfono corporativo, que solía ser una blackberry.
- BlackBerry ha mentenido sus ventas en países emergentes como Indonesia, pero estos mercados están empezando a perder interés por los aparatos de RiM. 
- En EEUU la cuota de mercado de BlackBerry es del 1,1%, y en España del 1,6%.

Otros, en cambio, consideran que el producto que la empresa se dispone a presentar es tan innovador y atractivo que tiene posibilidades de devolver a Blackberry a la pelea con sus dos grandes rivales, teniendo en cuenta que aún mantiene 80 millones de usuarios en todo el mundo, y muchos de ellos se han mantenido fieles a su preciada terminal con el paso de los años, a pesar de existir productos en teoría superiores.

Quién sabe, Apple parecía desahuciada en los años 90, y ahí la tienen. Otros, en cambio, quizá pensarán que la comparación más apropiada es con Palm. Lo que parece evidente es que BlackBerry se juega su futuro a partir de hoy.

Proyecto Sartre

En España siempre se ha defendido que los miles de millones de euros que a lo largo de los años nos hemos gastado en construir las líneas de AVE eran una inversión de futuro, quizá no la más rentable, eso está claro, pero al menos sí era una apuesta por el medio de transporte que supuestamente iba a dominar el mundo en este siglo. En unas ciudades congestionadas como las que vivimos, la opción del coche ha ido presentando cada vez más inconvenientes: más atascos, más polución, más coste económico, menos tiempo para leer o hablar por teléfono.

Es cierto que en áreas desarrolladas y muy congestionadas, como Europa o Japón, ya no se venden tantos coches como antes. En el continente europeo se han vendido en 2012 12 millones de coches, el mínimo en 17 años, y cuatro millones menos que hace cinco años. En Japón están muy contentos por haber recuperado este año las cinco millones de unidades vendidas, todavía bien lejos de los 6,3 millones que se vendieron en 1992, hace justo 20 años. No toda la caída de ventas tiene que ver con la crisis. Muchos mercados de automóvil en países desarrollados están al borde de la saturación, sus poblaciones cada vez tienen una media de edad más alta, y sus coches, una media de edad más baja.

Todo esto podría hacer pensar que la industria del automóvil está en declive. Y sin embargo, esto no es necesariamente así. Primero, porque si hay regiones del mundo donde el automóvil ha alcanzado ya todo su potencial, en otras todavía tiene un gran recorrido por delante. De hecho, estos días hemos conocido las ventas mundiales de coches en 2012, y éstas han marcado nuevos récords, gracias al buen comportamiento de EEUU y los mercados emergentes. En 2011 se fabricaron en todo el mundo 80 millones de vehículos, y en 2012 previsiblemente se habrá superado esa cifra. De esos 80 millones, 18 de fabricaron en China, que hace 10 años solamente ensamblaba 2 millones de automóviles.

Y segundo, porque ahora resulta que los avances tecnológicos que se están empezando a aplicar en el sector del automóvil están cambiando por completo las perspectivas de esta industria, hasta el punto que ya no esté nada claro que llenar nuestro país de costosísimas líneas de alta velocidad sea siquiera una inversión de futuro.

No me refiero solo al proyecto de coche sin conductor de Google, aunque sin duda esta idea tiene el potencial de revolucionar por completo el concepto del automóvil que tenemos hoy día. Si los aviones vuelan en una parte considerable del trayecto con piloto automático, ¿por qué no pueden hacerlo los coches? Las ventajas en reducción de accidentes y en consumo de combustible son evidentes.

Pero hay algunos que, mientras esa tecnología termina de estar plenamente disponible, están apostando por avanzar en nuevas ideas que, asociadas a tecnologías que sí están a nuestra disposición hoy en día, permiten imaginar un concepto de conducción completamente distinto a lo que hemos vivido hasta ahora. Es, por ejemplo, el modelo de conducción en convoyes, o "platoon driving" que se está desarrollando en proyectos tan fascinantes como el Sartre (Safe Road Trains for the Environment), auspiciado por Volvo, financiado por la Unión Europea y dirigido por la empresa británica Ricardo.



¿En qué consiste Sartre? Pues básicamente, es un sistema por el cual un conductor profesional lidera una fila de coches, conectados inalámbricamente entre sí, que, utilizando tecnología avanzada de autoconducción, consigue que éstos se manejen solos y el conductor pueda despreocuparse del volante y dedicarse a hablar por teléfono, comer o  leer una novela. ¿Les parece ciencia ficción? Pues ya ha sido probado, y con éxito, en varias autopistas europeas, también en España. Observen este video.

Tanto construir AVEs y resulta que el futuro podría estar en los convoyes... Eso sí, en Sartre participan varias compañías tecnológicas punteras, entre ellas, dos españolas, una catalana, Applus Idiada, y una vasca, Tecnalia. Una prueba más del falso cliché que supone afirmar que en nuestro país más allá del ladrillo no hay nada.

viernes, 25 de enero de 2013

Educación

Todos nos asombramos, nos escandalizamos y nos lamentamos de la intolerable tasa de paro que sufren los jóvenes en España, que según la EPA del cuarto trimestre de 2012, se ha situado en la escalofriante cifra del 55%. Son unos datos tremebundos, la peor tarjeta de presentación de un país en el exterior. Y esa legión de jóvenes sin esperanza constituye, igualmente, un combustible altamente inflamable, potencialmente muy peligroso para la estabilidad política del país.

Existe, por tanto, coincidencia en el diagnóstico: este asunto es muy preocupante. Donde no parece haber consenso es en las herramientas para intentar atajarlo. Puede haber multitud de opiniones a favor y en contra de la reforma laboral, de las recetas de este gobierno o del anterior para hacer frente a los problemas del mercado laboral. Yo no voy a entrar ahí. Prefiero centrarme en otro asunto que muchas veces pasa desapercibido cuando hablamos de la falta de perspectivas de los jóvenes de hoy en un país arrasado por la crisis: la educación.

Ayer por la tarde mientras iba en el coche escuché por la radio un programa en el que se dedicaban precisamente a entrevistar a jóvenes para que aportaran su testimonio devastador sobre la situación que atraviesan y sus perspectivas de futuro. Pues bien, me quedé de piedra al escuchar un diálogo similar al que reproduzco a continuación:
Presentador: ¿Tienes estudios? 
Joven 1: No, no terminé el bachiller, porque empecé a trabajar en la construcción.
Presentador: ¿Y no te has planteado retomarlos al ver que en la construcción ya no hay trabajo?
Joven 1: Bueno, la verdad es que yo nunca he sido mucho de estudiar...
Joven 2: Además, ¿para qué? Si yo que tengo estudios superiores, también estoy en el paro.
Colaborador del programa: Eso es verdad, tampoco sirve de nada estudiar una carrera, porque luego vas a una entrevista de trabajo y tienes que ocultarlo para que no te digan que estás sobrecualificado.
Frases de asentimiento y aprobación del presentador y del resto de tertulianos del programa.

Bien, ahora veamos el siguiente gráfico:

Tasa de desempleo por nivel de estudios en España desde 2004






























Como se puede apreciar, la tasa de paro entre aquellos con estudios superiores es del 15%, muy alta para los estándares europeos y reflejo de los graves problemas de disfuncionalidad que tiene el mercado laboral español. Pero no es ni comparable con el cerca de 40% de paro que sufren los desempleados que no han logrado terminar al menos el bachillerato. Es realmente irresponsable por tanto afirmar que da lo mismo estudiar que no.

Por supuesto que es muy legítimo criticar las cosas que este gobierno está haciendo mal en materia laboral, y también las que hizo (o no hizo) el anterior. Pero la actuación más decisiva para el futuro laboral de un joven trabajador hoy en día no depende de las acciones que pueda realizar el gobierno de turno, sino de uno mismo, y de nuestra disposición a estudiar y a reinventarnos. Hay una parte considerable de la población que sigue esperando a un Gobierno que sea capaz de solucionarle sus problemas económicos, y que les devuelva a la situación que disfrutaba hasta el año 2007. Esa situación no va a volver. Esperar a que escampe la crisis para retornar a lo que hacíamos hace unos años ya no es una opción.

Observen más datos que reflejan el problema al que nos enfrentamos. España ocupa los primeros puestos de la OCDE en porcentaje de jóvenes que ni estudian ni trabajan:

foton
Más estadísticas. Dentro de los objetivos de la Agenda 2020 de la UE, se incluye un apartado sobre Educación, en el que se apremia a los estados miembros a rebajar el porcentaje de jóvenes que abandonan los estudios al 15% del total. Pues bien, España, con un 26.5%, encabeza el ranking de toda la UE en abandonos, solo por detrás de Malta. La tasa de abandonos es Alemania es del 9,9%.

España tiene además la mayor proporción de repetidores de la Unión Europea, 21 puntos por encima de la media. De todos los países analizados en el informe PISA, solo Túnez y Macao nos superaron en cuanto a repetidores en el año 2009.



Aquí se podrá argüir: ¡Esto es también culpa del Gobierno, porque se está cargando el sistema educativo!. Sobre ello habrá también opiniones para todos los gustos. Es cierto que el gasto educativo (5,6% del PIB) sigue estando por debajo de la media de la OCDE (6,2%) y que la austeridad de estos años es muy contraproducente en el terreno educativo. Pero no es menos cierto que el gasto en educación no había dejado de crecer en los años anteriores a la crisis, y eso no había mejorado el rendimiento de nuestros estudiantes.

Gasto público en educación en España

Es decir, no es solo un problema de dinero. Porque es indudable que, cuando esas tasas de abandono se han mantenido estables a lo largo de los años, con distintos gobiernos y planes educativos, el problema no es únicamente del gobierno de turno, sino del conjunto de la sociedad. Nos cabreamos mucho, y con razón, ante el deterioro de nuestra situación económica y la ausencia de perspectivas de futuro, y en cambio, prestamos poca atención a la herramienta más poderosa que contamos para revertir esa situación: estudiar, y animar a estudiar a nuestros hijos.

Este estudio de los profesores Hanushek y Woessmann establece que una mejora en los resultados del test de PISA se asocia con un crecimiento promedio anual del PIB per cápita dos puntos porcentuales mayor durante un periodo de 40 años. Como explica Luis Garicano, el 73% de la variación de las tasas de crecimiento económico entre países puede explicarse simplemente con dos variables: nivel inicial de ingresos y nivel intelectual de la población.

Ya he comentado alguna vez cómo alguien a quien valoro provocó cierto revuelo hace unos años con unas declaraciones públicas en las que afirmó que España no estaría preparada para afrontar los cambios hasta que no dejáramos de pensar que la mejor herencia que le podemos dejar a nuestros hijos es una vivienda. Si no consideramos la educación como la inversión más importante que podemos realizar para asegurar la prosperidad de nuestros hijos, estamos perdidos.

En un mundo que cambia a una velocidad de vértigo, donde el cambio tecnológico está provocando que el capital humano cada vez valga menos, y donde el conocimiento va a ser la clave que va a separar la prosperidad de la pobreza, en un mundo donde a diario millones de hindúes, taiwaneses y coreanos se benefician de las posibilidades que ofrece internet para obtener una formación puntera e incorporarse al mercado de trabajo en condiciones ventajosas, ¿es sostenible que España disponga de una bolsa de personas tan enorme sin formación mínima?


lunes, 21 de enero de 2013

Atari

Algunas de las compañías que hoy dominan el mercado tecnológico mundial, muy posiblemente serán historia dentro de 40 años. Las empresas nacen, se reproducen, y mueren. Es un hecho. Pero no deja de producir tristeza cuando sucede, como acaba de ocurrir con Atari.

Horizontal rectangle video game screenshot that is a representation of a game of table tennis.


La firma de la primera consola videojuegos a la que jugué en mi vida (al mítico juego de tenis Pong) acaba de presentar concurso de acreedores. Obviamente, los problemas de Atari no han surgido de repente; es una empresa que hace mucho que vivió sus mejores días. El surgimiento de nuevas y mejores consolas y videojuegos, el declive de los míticos locales de juegos recreativos donde los adolescentes nos fogueábamos en los 80, y por supuesto, la irrupción de Internet, han ido poco a poco sepultando a la firma, hasta el final anunciado hoy.

Durante estas décadas, Atari ha cambiado de dueños varias veces (llegó a estar controlada por la Warner). Los actuales propietarios eran una empresa francesa, Infogrames Entertainment, que compró Atari en 1999. Tanto la matriz francesa como la filial estadounidense han presentado suspensión de pagos. La firma llegó a cotizar en París a 1.500 euros por accíón hace 12 años. Hoy, antes de ser suspendida, lo hacía a menos de un euro por acción.

Atari USA no tira la toalla, y coincidiendo con la quiebra ha decidido escindirse de la matriz francesa, con el objetivo de encontrar un nuevo comprador en los próximos meses y reflotar la firma. Lo tiene complicado, porque lo más valioso de Atari, donde Steve Jobs trabajó en 1974 como empleado antes de fundar Apple, es su pasado, con su logo inspirado en el monte Fuji.

 

En los últimos años la empresa intentó engancharse al carro de las aplicaciones para móviles, con apelación a la nostalgia mediante juegos que evocaban sus éxitos de los años 70. Parece que no ha sido suficiente para evitar su final.

sábado, 19 de enero de 2013

Obama-Kennedy

Ahora que el 44º presidente de EEUU se dispone a tomar posesión de su cargo por segunda y última vez, se suceden los análisis en torno a los desafíos que Barack Obama tiene por delante en los próximos cuatro años; si quiere pasar a la posteridad como uno de los más importantes presidentes de la historia de aquel país, Obama debe hacer mucho más de lo hecho hasta ahora, y superar el desencanto generado por su gestión en los cuatro años precedentes.

Pero parte de esa decepción con Obama, que se han llevado analistas, expertos y la opinión pública mundial, tiene más que ver quizá con las enormes expectativas que generó su elección hace cuatro años, que con los resultados tangibles de su gestión.

Hay igualmente otro aspecto relevante que debemos tener en cuenta al analizar la figura de Obama. Y es que la percepción que la opinión pública tiene de los presidentes no es estática, suele ir variando con el tiempo, incluso mucho después de que éstos hayan dejado de ejercer como inquilino en la Casa Blanca. Una encuesta realizada en 1962 entre historiadores situó a Eisenhower en el puesto 24 de 33 presidentes de EEUU. Veinte años después, en otra encuesta similar el mismo presidente había ascendido al puesto noveno. Es indudable que aquí, en España, la imagen de Adolfo Suárez hoy día no es la misma que se tenía de él en 1980.



Por todo ello, les propongo un juego de política-ficción. Vamos a comparar las presidencias de Barack Obama y la del presidente más popular de los Estados Unidos de América en el último medio siglo, John F. Kennedy. Pero, para hacerlo en igualdad de condiciones, imaginémonos algo que, por fortuna, no ha sucedido. Pensemos que Barack Obama, en un terrible guiño del destino, hubiera sido también asesinado al final de su primer mandato.

¿Y esto por qué? Simplemente para medir la percepción de la opinión pública hacia su persona en unas condiciones de igualdad. Porque, seamos realistas, hay que tener en cuenta que una parte no desdeñable del enorme peso que Kennedy conserva en el imaginario colectivo, y del cariño y simpatía que consiguió entre la población americana, tienen que ver indudablemente con las condiciones de su trágica muerte. O dicho de otra manera, si Kennedy hubiera cumplido sus dos mandatos como muchos otros presidentes, y hubiera muerto a una edad provecta, quizá separado de su esposa a causa de sus continuas infidelidades conyugales, probablemente su imagen a los ojos del pueblo sería ahora bien distinta.

Pero empecemos con este pequeño juego de comparaciones, porque lo cierto es que sí existen paralelismos entre Obama y Kennedy en algunos aspectos. En otros, en cambio, no pueden ser más diferentes. Para empezar, ambos pertenecían al partido demócrata, los dos accedieron a la presidencia antes de cumplir los 50, y ambos estudiaron en Harvard y eran intelectualmente cultivados (Kennedy era autor de ensayos políticos de éxito, uno de los cuales incluso le llevó a ganar un Pulitzer).

Ambos se apoyaron también en las minorías para acceder a la presidencia. Obama contó a su favor en este sentido con el color de su piel. A Kennedy, de ascendencia irlandesa, le tocó vivir tiempos muy turbulentos en materia racial. Se atrajó el apoyo de Martin Luther King y obtuvo el 70% del voto negro, en plena  revolución de los derechos civiles en la América de los 60.  

También hay, lógicamente, diferencias en el plano personal. Kennedy no tuvo que luchar, como Obama, contra el establishment de su propio partido para convertirse en candidato del partido demócrata, porque el establishment era él. Jugó con la ventaja de los enormes recursos económicos de su familia. Vivió toda su vida de un fondo de 10 millones de dólares que su padre puso a su disposición desde joven, hasta el punto que su sueldo público lo dedicó a donaciones caritativas. Su legendaria promiscuidad contrasta igualmente con la modélica imagen de padre de familia de Obama.

La sociedad norteamericana de 1960 tiene en muchos aspectos poco que ver con la de esta segunda década del siglo XXI. En comparación con la sociedad posmoderna actual, el EEUU de hace 50 años era todavía un país en muchos aspectos provinciano y tradicional, estaba aún despertando a una revolución social, que en los años siguientes implicaría profundos cambios en materia racial y de género. Los ciudadanos norteamericanos vivían refugiados en su burbuja de prosperidad económica, solo perturbados en el plano internacional por la amenaza de la guerra fría con la Unión Soviética. El EEUU de hoy está aún digiriendo el estrés nacional causado por el 11-S y los estragos de la guerra contra el terrorismo, mientras que aún no ha conseguido cicatrizar las heridas de la mayor recesión económica en más de 80 años.

En cambio, Barak Obama y John Kennedy sí que coinciden en que los dos eran poseedores de una excepcional capacidad oratoria. Kennedy basó buena parte de su imagen pública en una fluida relación con la prensa. Fue el primer presidente que aceptó ruedas de prensa en directo. En su discurso inaugural, provocó un enorme revuelo con un mensaje de exigencia a los ciudadanos, al pedirles que se preguntaran qué podían hacer por su país, en lugar de preguntarse qué podía hacer su país por ellos. Obama, por su parte, llegó a la Casa Blanca subido en una ola de tremenda popularidad y envuelto en un mensaje de esperanza, el famoso Yes we can, construido a base de una oratoria excepcional

Pasemos ahora a la gestión. En política interior, el balance de Kennedy es realmente mediocre. Fracasó al intentar convencer al Congreso para que aprobara un seguro de salud universal para los ciudadanos de EEUU. Logró idéntico resultado al tratar de obtener ayuda federal para la educación. Sus recortes de impuestos favorecieron a menudo a los más ricos, y fueron criticados por su prestigioso el economista John Kenneth Galbraith.  

En política económica, en cambio Kennedy presidió una etapa de gran prosperidad y crecimiento mediante políticas keynesianas, si bien no hay que atribuirle a su mandato una especial relevancia en este terreno, pues se enmarca dentro de un periodo más amplio, la época dorada que va desde el final de la segunda guerra mundial hasta la década de los 70, en que la sociedad norteamericana vivió un gran crecimiento económico ininterrumpido. Es decir, Kennedy no aportó gran cosa en materia económica, pero tampoco empeoró nada.

Obama, por su parte, consiguió en cambio, tras muchísimo esfuerzo y dificultades, ver aprobada su reforma de la Sanidad, probablemente su mayor logro en política interior durante su mandato. En cambio, defraudó con su incapacidad para avanzar en promesas realizadas a su base electoral como una reforma de las leyes de inmigración, y tampoco fue capaz de situar EEUU en una posición diferente en materia de cambio climático. Al igual que Kennedy, y en contra de lo que había prometido en su campaña electoral, aceptó extender los recortes de impuestos a los ricos decretados por su predecesor George W. Bush. Y ello le ganó también la reprimenda de uno de los economistas más prestigiosos de su época, Paul Krugman.

En materia económica el balance de Obama no es comparable al de Kennedy. No es comparable porque las cifras son infinitamente peores.

Lo cual no quiere decir que Obama haya hecho una peor gestión de la economía que Kennedy. Hay que entender el contexto en que Obama asumió la presidencia en enero de 2009, en lo más profundo de la mayor crisis financiera del país desde la Gran Depresión de 1929. Con el sistema financiero a punto de desintegrarse, nacionalizado en su mayor parte, con la quiebra de Lehman, el rescate multimillonario de AIG y la nacionalización de General Motors y Chrysler. 

En esas condiciones, podemos concluir que Obama hizo un trabajo más que digno, al conseguir alejar a la economía de EEUU del abismo, y su política permitió que cuatro años después la economía estuviera en mejor estado y su sistema financiero hubiera limpiado sus balances y se encontrara mejor que por ejemplo sus pares europeos. 

Bien es cierto que también hubo sombras en esa gestión. Obama no fue capaz de alcanzar un acuerdo duradero con los republicanos que, mediante recortes de gastos y subidas de impuestos, pusiera fin al problema de la deuda a que se enfrenta el país, que tarde o temprano podría terminar acarreando un susto muy grande a la economía mundial.

Si el balance de Kennedy en política interior es más bien mediocre, quizá se deba a que el marido de Jacqueline siempre prestó mucho mayor interés por la gran política internacional que por las minucias del día a día del país. Su gestión presenta grandes luces. Supo gestionar con mano izquierda la crisis de los misiles rusos en Cuba, y contribuyó enormemente a la normalización de la situación de la República Federal de Alemania con su famoso discurso ante la puerta de Brandenburgo. Pero también hay algún claroscuro: la CIA  realizó operaciones encubiertas en otros países, como el asesinato del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo. En el debe hay que incluir también el calamitoso fracaso de la invasión de Cuba en Bahía de Cochinos. Y por encima de todo, no fue capaz de prever las consecuencias de la que sería su decisión más controvertida a largo plazo, la intervención militar en Vietnam.

Se da la paradoja que el mayor descrédito por esta guerra no se la llevó Kennedy, pues para entonces la sociedad americana no era todavía plenamente consciente de lo que sucedía en el extremo asiático, sino su sucesor, Lyndon B. Johnson, que mantuvo e intensificó la presencia militar en aquel país. Así, hundió su imagen pública, y eso que Johnson, en cambio, sí fue capaz de aprobar todas las reformas sociales que modernizaron el país, y en las que Kennedy había fracasado o no había tenido voluntad política para sacarlas adelante.

En el caso de Obama, la cercanía temporal hace que quizá no exista distancia para analizar su gestión de forma no partidista, pues el veredicto dependerá de la opinión política de cada uno. Su premio nobel de la paz, en el primer año de mandato, por su contribución a la normalización de las relaciones internacionales, especialmente en el mundo islámico, fue muy criticado en su propio país. Pero lo cierto es que no habría que despreciar el impacto que la  espectacular victoria de Barack Hussein Obama en EEUU, y discursos como el que pronunció en El Cairo en 2009, pudieron tener en el origen de la primavera árabe en el norte de África y Próximo Oriente.

Puso fin a las dos guerras de Bush contra el terror en Irak y Afganistán, y capturó y liquidó al enemigo público número 1 de EEUU. En cambio, no fue capaz de acabar con la ignominia de Guantánamo. Sus enemigos le acusan de no haber entendido la amenaza nuclear iraní, sus intentos de avanzar hacia un acercamiento entre israelíes y palestinos fueron fallidos y encima se ganó la animadversión israelí. Por último, se le critica, y se le valora, en función de las distintas opiniones, por ser el primer presidente americano en reconocer abiertamente que su país no era ya la superpotencia dominante del planeta, que debía contar con China y el resto de potencias emergentes, y que no pudo permitirse el lujo de actuar como policía del mundo en conflictos abiertos como Libia primero o Siria después.

En resumen, muchas luces y muchas sombras en ambos casos. Me atrevería a decir que la gestión de Kennedy no presenta un balance más positivo que la de Obama, pues más allá de su atractivo físico, de su imagen de juventud y frescura, de su carisma y brillantez oratoria, lo que convirtió a Kennedy en un mito de EEUU fue su asesinato en Dallas en noviembre de 1963, y no solo eso, sino que además su trágica muerte contribuyó de forma decisiva a modificar la percepción pública sobre su gestión presidencial.

Por tanto, habría que preguntarse en este punto, ¿cuál sería la percepción pública de Barack Obama, primer presidente negro en la historia de EEUU, si hubiera corrido el mismo trágico final que Kennedy, primer presidente moderno en la historia de EEUU? La respuesta es que, a pesar de esas luces y sombras de su mandato, a pesar de cierta decepción entre muchos por unos logros modestos comparado con las expectativas generadas, considero que Obama habría hecho ya suficiente para que, al igual que sucede con Kennedy hoy, 50 años después de su muerte fuera recordado con veneración, convertido en un mito e instalado en el panteón de los más grandes e ilustres presidentes del país.


viernes, 18 de enero de 2013

Currency Wars

Mario Draghi ha sido considerado por todos como el hombre del año en 2012, por su gestión de la crisis de la eurozona, y esas famosas palabras del pasado 26 de julio, que han cambiado por completo el curso de la crisis o han comprado tiempo para que los países pongan sus finanzas en orden y avancen hacia una mayor integración europea (en función de a quien preguntes).

Pero si Mario Draghi fue capaz de actuar de una manera tan valiente y decidida ante una situación crítica que amenazaba con resquebrajar el proyecto económico europeo, sorprende que en cambio desde el BCE no se esté actuando con la misma audacia ante otro desafío igualmente decisivo en el panorama económico actual, que amenaza con agravar aún más la situación de los ciudadanos europeos.

Me refiero a la tremenda apreciación que está viviendo el euro en los últimos meses frente al resto de las principales divisas. Cuando Europa se halla en el medio de una profunda recesión, resulta que la moneda única europea se ha apreciado un 10% frente al dólar en los últimos seis meses, y un 25% frente al yen.

Hay una conjunción de factores que explican este fortalecimiento del euro. No podemos olvidar que la propia mejoría de los mercados en Europa propiciada por Draghi ha hecho que algunos entren de nuevo en países periféricos, lo que fortalece la moneda. Tampoco es despreciable el efecto que sobre la moneda europea puede tener la repatriación de capitales foráneos que están llevando a cabo los bancos del continente para mejorar sus dañados balances de capital.

Pero sin duda, la razón principal es exógena, tiene que ver con la guerra de divisas, la conjunción de una serie de agresivas políticas de devaluación de la divisa propia que están llevando a cabo muchos países estos últimos meses, y que amenaza con convertirse en un gran conflicto económico internacional durante este 2013.



Ya hemos hablado en este blog de la radical política monetaria que está llevando a cabo el Banco Nacional de Suiza para debilitar el franco, y parece que con éxito, pues la moneda está en mínimos de año y medio con el euro. Pero quizá aún más agresivo que Suiza está siendo Japón, cuyo nuevo primer ministro, Shinzo Abe, se ha embarcado en una intensa política de depreciación del yen, que en su caída podría pronto traspasar la frontera psicológica de los 100 yenes por dólar.

Las tres rondas de relajación cuantitativa llevadas a cabo por Ben Bernanke en la FED han propiciado igualmente un debilitamiento del dólar frente al euro, y, por el anclaje parcial del remimbi chino al billete verde, la moneda asiática se ha beneficiado igualmente de esa depreciación. La libra esterlina, por su parte, está en mínimos de los últimos nueve meses con el euro por las debilidades de la economía británica y la incertidumbre sobre su permanencia en la UE.

En definitiva, que una gran mayoría de los países desarrollados están activa o pasivamente confabulados en una depreciación de sus monedas como una forma de proteger a sus mercados exteriores, y en Europa, que aún no está claro que haya superado su crisis existencial y atraviesa una recesión que ha terminado atrapando incluso a la locomotora exportadora del continente, estamos haciéndole la vida más difícil al único sector que hasta ahora había mostrado capacidad de crecimiento.

Como explica Bruce Krasting en su blog, existe un retraso de unos seis meses desde que el mercado de divisas registra alteraciones significativas hasta que los directores financieros de las compañías internacionales comienzan a modificar sus decisiones (hedges, proveedores, etc...) como consecuencia de esos cambios en el mercado de divisas. En otras palabras, que si el euro sigue apreciándose en este 2013 como consecuencia de la guerra de divisas, las perspectivas económicas pueden complicarse aún más de lo previsto.


PD: El Economist critica también la pronta "canonización" de Draghi por su incapacidad de atajar la debilidad de la economía europea. Yo no estoy del todo de acuerdo, pues en este caso, aparte de que como sabemos el mandato del BCE no incluye velar por el crecimiento, incluso aunque Draghi quisiera, en este caso me temo que estaría con las manos atadas ante Berlín, que es quien está recetando la medicina de austeridad a todo el continente, y quien se niega a aplicar los planes de estímulo que esta misma semana pedía Rajoy en el FT.


jueves, 17 de enero de 2013

Capital-biased technological change

Es posible que el título de este post no le suene para nada,  y sin embargo, concierne a una de las discusiones macroeconómicas más importantes de los últimos tiempos, y también, a uno de los desafíos más grandes a que se enfrenta la humanidad en materia económica en este siglo XXI, y más allá.

Ya he comentado en algún post anterior cómo los salarios representan cada vez un porcentaje menor de la renta, no solo de España, sino de todo el mundo. Esta es la participación salarial en el PIB de España desde los 70:



Y esta es por ejemplo la contribución de los salarios al PIB de EEUU desde el año 1973:



Durante siglos desde el comienzo de la era industrial, aproximadamente dos tercios de la riqueza de las naciones se destinaban a pagar los salarios de los trabajadores, y el tercio restante quedaba para los dividendos, plusvalías, intereses, rentas, etc. Sin embargo, a partir de último tercio del siglo XX, y de manera mucho más acusada, en este arranque del siglo XXI, esta distribución ha comenzado a cambiar, y ya los salarios apenas representan poco más de la mitad de la riqueza de las naciones, mientras que el capital acapara una creciente concentración de esa riqueza. De esta manera, el poder de compra del salario mínimo, ajustado por la inflación, es en EEUU ahora mismo un 30% inferior al de 1968.

¿Cuál es la explicación de ese proceso? Desde la izquierda, las razones que se aportan tienen que ver con la rapacidad empresarial y el creciente desequilibrio entre el beneficio capitalista y la renta de los trabajadores. Sin embargo, y aún coincidiendo parcialmente con ese análisis, no existe base empírica que demuestre que los empresarios actuales son más acaparadores de la riqueza nacional que los de hace 50 o 60 años.

Es cierto que la globalización ha generado multinacionales con un enorme poder económico de alcance mundial, pero, aún con todos los recortes provocados por la crisis, los Estados actuales disponen de herramientas con las que limitar los excesos de estas compañías que ni remotamente existían, por ejemplo, en la época de los grandes conglomerados industriales de EEUU de principios del siglo XX. Y sin embargo, el capital no tenía entonces tanta preponderancia en la renta como lo tiene ahora. ¿Por qué?

Una explicación puede ser China. La incorporación del gigante asiático al comercio internacional en los últimos 15 años ha provocado que la fuerza laboral mundial disponible para las grandes corporaciones básicamente se haya duplicado de una tacada. El mercado dicta que cuando un producto abunda en grandes cantidades, su precio tiende a disminuir. Puede ser. Sin embargo, China está avanzando a grandes zancadas en su desarrollo económico, la renta de sus trabajadores va poco a poco mejorando, y en cambio, la tendencia de caída de los salarios en la riqueza mundial no se detiene. ¿Cuál puede ser entonces la causa?

Aquí es donde volvemos al título del post. El año pasado, los profesores Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee publicaron un interesantítismo libro, Race against the Machine que ha generado un gran debate en círculos académicos. La tesis fundamental de estos autores es que la era de la innovación tecnológica que vivimos está cambiando por completo la economía mundial, porque está incrementando enormemente la productividad, pero también está transformando para siempre el mercado laboral, y probablemente, incrementando la desigualdad económica en todo el mundo. La gran pregunta que hace este libro es: ¿Cómo distribuimos la riqueza en la era de la tecnología?

Veámoslo con algunos ejemplos: EEUU produce hoy día una cuarta parte más de bienes y servicios que en 1999 (hablamos de 2,5 Billones de dólares, dos veces y media el PIB de España), utilizando exactamente el mismo número de trabajadores. Hoy en día, el trabajador medio de una empresa produce el equivalente a lo que hubieran producido dos trabajadores en los años 70, cuatro trabajadores en los años 40, y seis trabajadores de hace un siglo.

Y esto es posible gracias al avance tecnológico. Lo cual es muy positivo en términos de eficiencia económica, pero tiene una grandísima contraindicación, los millones y millones de personas en todo el mundo que se han convertido en redundantes por la irrupción de procesos tecnológicos y máquinas que son capaces de realizar su trabajo de una manera más eficiente. O dicho de otra manera, la tecnología nos ha convertido en trabajadores tan productivos, y a un coste tan bajo, que el conjunto de trabajos asalariados (aquellos que conllevan un buen salario debido a las habilidades requeridas) está disminuyendo progresivamente.  La ley de Okun, que establece que por cada 3% de incremento de la producción la tasa de paro debería reducirse en un punto porcentual, hace tiempo que ha dejado de cumplirse, o si no, EEUU tendría ahora mismo una tasa de paro del 1%, y no de casi el 9%.



Y esto es un problema que lleva tiempo preocupando y mucho a algunas de las mejores cabezas pensantes del planeta, porque no terminan de encontrarle una solución. Paul Krugman, por ejemplo, ha escrito en varias ocasiones sobre el asunto. Izabella Kaminska tiene interesantes teorías sobre la cuestión, como que la crisis actual podría haberse originado en el fondo como una consecuencia de la innovación tecnológica, pues sin la burbuja tecnológica de principios de siglo no se hubieran dado las condiciones (artificialmente bajos tipos de interés) que generaron la burbuja hipotecaria cuyo estallido nos ha colocado donde estamos ahora.  

Kenneth Rogoff también ha escrito sobre la materia, en Bruegel le han dedicado igualmente mucha atención. Larry Summers lo describía recientemente en estos términos en una charla en Berkeley: imaginémonos que se desarrolla una nueva tecnología, llamada "el Hacedor", que puede hacer cualquier cosa de una manera perfecta, sin fallos, desde construir una casa a dar un masaje o tocar la guitarra. Es decir, un robot que pudiera hacer todo lo que hacemos los humanos, solo que mejor. ¿Qué consecuencias tendría? Lógicamente, que proliferarían los bienes y servicios de alta calidad, y su precio bajaría. Y también, que el valor de una hora de trabajo para los trabajadores humanos tendería a cero.

Obviamente, aún no hemos llegado ahí. Los incrementos de productividad se han producido principalmente en el campo de los blue-collar workers, es decir, aquellos con una menor formación y más fácilmente reemplazables. Pero la innovación tecnológica está avanzando de forma exponencial, y cada vez más las máquinas son capaces de hacer trabajos que hasta hace poco solo los humanos podíamos ejercer, pues había que utilizar el raciocinio. Con la introducción de impresoras en 3D, con los coches que se conducen solos de Google, de máquinas que son más eficientes que nosotros escribiendo una noticia o cumplimentando papeleo administrativo, cada vez más y más white collar workers pueden empezar a ser redundantes.



Y no hablamos de ciencia ficción. Hablamos de un número creciente de empresas que están sustituyendo su fuerza laboral por máquinas, más eficientes.  Y de compañías, como Rethink Robotics, que están comercializando este tipo de herramientas, personalizadas para las necesidades de cada cliente. De hecho, la eficiencia tecnológica está provocando que los costes laborales ya no supongan un impedimento para muchas empresas manufactureras de EEUU, que están de esta manera repatriando sus centros de producción desde Asia, y así se evitan los costes de transporte. Lo cual, como vemos, no significa ni mucho menos buenas noticias para los trabajadores.

Por supuesto, es posible que todo esto no sea más que una gran paja mental, y que estos temores sean infundados. Después de todo, no es la primera vez que la humanidad se preocupa por los efectos económicos del progreso tecnológico. Ricardo, los luditas, Marx y hasta Keynes son solo algunos de los que han considerado el impacto de la tecnología en el capital y el empleo.Los fisiócratas franceses se preocuparon mucho en el siglo XVIII por cómo se podría evitar el desempleo masivo, una vez que el porcentaje de la economía dedicado a la agricultura bajara de los dos tercios del total. Ahora que la agricultura representa el 2% de la economía de Francia, esas preocupaciones pueden sonar ridículas. Lo mismo podría pasar con nuestras preocupaciones actuales.

Puede ser. Pero lo que es indudable es que, mientras dilucidamos sobre la magnitud del problema, el mundo está cambiado ahí fuera a una velocidad de vértigo.

miércoles, 16 de enero de 2013

Industria del PC

Cuando en mi entorno alguien me comenta que tiene previsto renovar sus equipos informáticos, el dilema se presenta entre comprar un portátil o jugársela con una tableta; ya casi nunca, en cambio, oigo que nadie se plantee comprar un PC, al menos para uso doméstico.

Con razón la industria de los fabricantes de ordenadores personales está pasando por un momento delicado.

Table 4
Preliminary Worldwide PC Vendor Unit Shipment Estimates for 2012 (Units)

Company
2012 Shipments
2012 Market Share (%)
2011 Shipments
2011 Market Share (%)
2012-2011 Growth (%)
HP
56,508,218
16.0
60,553,740
16.6
-6.7
Lenovo
52,159,229
14.8
45,688,493
12.5
14.2
Dell
37,611,747
10.7
42,864,265
11.7
-12.3
Acer Group
36,661,066
10.4
39,282,791
10.8
-6.7
ASUS
24,206,696
6.9
20,678,302
5.7
17.1
Others
145,554,478
41.3
156,278,584
42.8
-6.9
Total
352,701,433
100.0
365,364,175
100.0
-3.5


Como se aprecia en este cuadro, en 2012 se han vendido casi 13 millones de PCs menos que en 2011. Es el primer descenso registrado en la venta de ordenadores personales desde 2001. El elemento central de la informática de consumo de los últimos 20 años está perdiendo su trono. Ni siquiera la introducción este otoño del nuevo sistema operativo de Microsoft, el Windows 8, ha conseguido contrarrestar la caída. Las perspectivas para este 2013 tampoco son nada halagüeñas.

No sorprende, por tanto, que la situación que están viviendo estos fabricantes no sea precisamente idílica.  O al menos, no para la mayoría de ellos. Porque a uno en concreto la crisis no solo no parece afectarle, sino que está poco a poco consiguiendo la supremacía mundial. Hablamos de Lenovo, el fabricante chino, que ya en el tercer trimestre consiguió adelantar a HP del primer puesto mundial, y está a un paso, si mantiene sus tasas de crecimiento en las ventas mientras las de los demás caen, de convertirse en el número 1.

La historia de Lenovo es realmente interesante. Se fundó en el año 84 con 25.000 dólares aportados por un think tank del gobierno chino, y se mantuvo en la oscuridad hasta que en 2005 dio la campanada adquiriendo el negocio de PCs de IBM. Tras muchos problemas de digestión de semejante gigante, parece que la compañía está por fin preparada para dominar el mundo.

Es la primera gran multinacional china que obtiene reconocimiento mundial. Claro que Lenovo juega con la ventaja que le da su absoluto dominio del ingente mercado chino. El 45% de sus ventas mundiales proceden del país asiático. Su producción, lógicamente, también se concentra en aquel país, y a costes más bajos que la competencia. ¿Quién necesita outsourcing con una empresa china, cuando la propia compañía es de allí?

Los otros dos principales fabricantes, que no cuentan con un granero chino en el que refugiarse, están afrontando un desafío estructural. Desde hace tiempo, por ejemplo, se habla de un posible desmembramiento de HP, ya que la legendaria empresa californiana, creada en un garaje en 1939, podría valer menos que la suma de sus partes. Hay dos negocios que están en cuestión: las impresoras y los PCs.

Pero casi la situación más apurada la vive en estos momentos Dell Computers. La empresa texana creada por Michael Dell el mismo año que Lenovo, en 1984, y que en su día llegó a convertirse en un referente de la excelencia informática al nivel de rivales como Apple, mantuvo el trono mundial de venta de PCs hasta el año 2006. En los últimos años, ha entrado en barrena y sus perspectivas son realmente complicadas. La caída en sus ventas ha sido del 20% en el último trimestre, y al paso que va podría perder incluso el tercer puesto mundial frente a rivales como Acer.




El éxito de Dell se cimentó sobre grandes volúmenes de ventas y un margen muy estrecho, abaratando el precio frente a sus rivales al ser de los primeros en fabricar sus aparatos en China. El modelo de Dell funcionaba tan bién que los propios fabricantes asiáticos comenzaron a copiarle, y ahí ha estado su perdición. La empresa llegó a valer en bolsa 100.000 millones de dólares, y ahora cotiza en 19.000 millones; esta semana se ha publicado que la compañía está estudiando ofertas de venta por parte de varias firmas de capital riesgo.

Según Reuters, la mejor colocada parece ser Silver Lake, si bien la operación no se presenta fácil de realizar; Dell sigue siendo un monstruo de compañía con ventas mundiales de 50.000 millones al año. Cualquier oferta por la empresa afronta desafíos de financiación enormes, pues como mínimo exigirá un precio de 25.000 millones de dólares. Desde la compra de la cadena Hilton justo antes de la crisis, en 2007, no se ha visto semejante operación a manos del capital riesgo.

Y sin embargo, hay quien opina que la estrategia de Dell de hacerse un IBM con su negocio de PCs es la correcta, ya que la empresa lleva años embarcada en un giro de 180 grados a su modelo negocio mediante una agresiva política de adquisiciones, pasando de ser una empresa de hardware a otra de software, que incluye la apuesta por los servicios de seguridad y almacenaje en la nube, es decir, dejar de competir con Lenovo y empezar a hacerlo con Google.

En concreto, Christopher Mims de Qartz se ha desmarcado de la tendencia general pesimista sobre Dell con este sugerente artículo, en el que revela que la firma deposita sus esperanzas de futuro en un proyecto revolucionario, Ophelia, que pasa por destruir por completo el modelo del PC y comercializar en su lugar un minúsculo aparato integrado en un pen drive y que ofrecería todas las prestaciones de un ordenador personal a través de la nube.



Conectado a una pantalla plana o a un televisor, este chisme supuestamente haría las veces de PC.  Si esto realmente llega a tener éxito, todas esas torres informáticas de debajo de nuestros escritorios se irían al contenedor. Sin duda es la demostración de que efectivamente estamos en el minuto uno del desarrollo de la era tecnológica.