jueves, 18 de octubre de 2012

Factoring

Quizá no haya oído hablar de esta palabra, o si lo ha hecho, puede que no sepa muy bien qué significa. Y sin embargo, si posee una pequeña o mediana empresa con problemas para obtener financiación bancaria, quizá debería enterarse bien de en qué consiste.

El factoring no es más que la financiación del circulante de una compañía a cargo de un tercero. Si una empresa tiene pedidos contratados con sus clientes, pero cuenta con problemas de liquidez para funcionar en el día a día, lo normal, hasta ahora, ha sido echar mano de una entidad financiera y recurrir a la financiación bancaria mediante un préstamo o una línea de crédito.

¿Qué ocurre? Que la crisis y el racionamiento del crédito han cerrado las ventanillas de los bancos para muchas compañías que no tienen problemas fundamentales de solvencia, y eso les ha obligado a buscar alternativas de acceso a la financiación. Existen varias, desde la creación de un mercado de pagarés para las pymes, el salto al MAB (el mercado de valores de pequeñas y medianas empresas que el Gobierno está intentando potenciar), hasta el recurso al private equity.

Dentro de esa búsqueda de alternativas, el factoring está irrumpiendo con mucha fuerza en los circuitos financieros. Mediante esta modalidad de financiación, la empresa lo que hace es vender sus facturas, de forma que recibe de una empresa especializada en factoring un adelanto de lo que los clientes deben a esa compañía por sus servicios prestados/bienes suministrados (nunca es el 100%, generalmente suelen obtener un 80%).



Ah, pero ¿esto no es como el plan de pago a proveedores que el Gobierno ha puesto en marcha este año con CCAA y Ayuntamientos? No exactamente lo mismo, pero sí parecido. En realidad, el plan de pago sería una financiación mediante confirming, una práctica bastante tradicional en nuestro país a través de la cual muchas grandes empresas permiten que sus pequeños proveedores descuenten papel comercial con los bancos.

El factoring, o asset based finance, es una modalidad de acceso a la financiación muy extendida en Estados Unidos y otros países donde no existe una bancarización tan grande de la economía, y donde por tanto las empresas están más habituadas a buscarse la vida sin contar con su banquero de confianza. Aquí, las estrategias de inversión a espaldas de las entidades financieras son la excepción y no la norma, pero como esa situación está empezando a cambiar, existe un mercado inexplorado que algunas compañías especializadas están empezando a ocupar. Dicho de otra manera, puede haber importantes oportunidades de negocio para los más avispados.

Porque una operación de factoring es más cara para las empresas que un crédito standard, ya que el que presta el dinero no debe estudiar la viabilidad de la compañía que lo recibe, sino la de sus clientes, que son los que en definitiva tienen que pagar, y eso implica un riesgo mayor que una financiación convencional. Lo que ocurre es que, en las circunstancias actuales, muchas empresas no tienen ya acceso a una financiación convencional, y por tanto deben recurrir a mecanismos alternativos.

Existen dos modalidades de factoring, con recurso o sin recurso. En la primera de ellas, si el cliente no paga la factura, el responsable último sigue siendo la empresa. En cambio, en el factoring sin recurso, la compañía saca de sus balances por completo la factura, y si el cliente no paga, el problema es de la firma de factoring, no suyo. Por esta razón, esta segunda modalidad es aún más cara.

El factoring tradicional, el llamado bilateral, el que realiza una compañía directamente con una empresa especializada, ha existido en nuestro país desde hace tiempo. Pero en los últimos años están empezando a surgir nuevas posibilidades que le confiere a esta práctica aún mayor atractivo para las empresas potencialmente interesadas: por ejemplo, algunas compañías están empezando a ofrecer un factoring sindicado, mendiante el cual el que adelanta el dinero no es una sola firma, sino un pool de entidades (a semejanza de un préstamo sindicado).

También están comenzado a interesarse por el mercado español firmas de factoring internacionales (casi todas las empresas de factoring nacionales están controladas por los grandes bancos españoles) que ofrecen de esta manera financiación externa, lo que confiere más competencia al proceso, y a las empresas españolas con necesidades de financiación, nuevas posibilidades.

Y por último, en los casos de empresas ya con un tamaño considerable, se están comenzando a extender operaciones de factoring con titulización, mediante el cual la empresa ya no es que venda sus facturas, es que las convierte en un bono, que puede ser revendido a terceros, creándose así un mercado que puede facilitar mucho la obtención de liquidez por parte de la empresa.

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