miércoles, 13 de marzo de 2013

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¡Que vienen los lobbies!

¡Qué vienen los lobbies!
Juan Francés

EN LIBRERÍAS EL 20 DE MARZO
El opaco negocio de la influencia en España.

Cómo funcionan los grupos de presión en nuestro país, y por qué es necesario regularlos.


«Detrás de cada capítulo del gasto fiscal que se detalla en la partida de gastos de los presupuestos generales del Estado (38.000 millones de euros en 2012) y detrás de cada deducción o bonificación fiscal consignada en las cuentas públicas, hay uno o varios lobbies, con nombre y apellidos.»


¿Quién hace realmente las leyes en España? ¿Qué sucede desde que un técnico, en un ministerio, comienza a elaborar el borrador de una ley hasta que el Rey estampa su firma y el texto es publicado en el BOE? ¿Qué intereses profundos y cruzados entran en juego en medio de todo ese proceso? ¿Quién manipula, en la sombra, para que el debate se decante hacia un lado u otro?

La realidad es que todas y cada una de las leyes que se aprueban en el Consejo de Ministros, y después en el Congreso de los Diputados, son objeto de intensas campañas de presión por parte de los diferentes tipos de lobbies —empresarios de toda clase, sí, pero también asociaciones ecologistas, ONG y grandes grupos de interés como la Iglesia— que utilizan sus estrechos contactos con los poderes públicos para obtener una legislación favorable a sus intereses o para frenar leyes que les son contrarias.

Este libro arroja un poco de luz sobre esa poderosa y creciente industria del lobby, y tiene como objetivo no sólo dignificar la imagen del lobista, que no hace más que defender los intereses de los representantes de la sociedad civil ante el poder establecido, sino también proponer una regulación que impida que esta actividad se realice en España a oscuras, a espaldas del conocimiento del público y mediante prácticas más cercanas al tráfico de influencias que a la legítima y necesaria actividad de lobby.

El autor


Juan Francés (Madrid, 1975) es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid. Ha trabajado en Bloomberg TV en Londres y Nueva York, ha sido jefe de economía en Punto Radio y ha ocupado cargos de responsabilidad en los departamentos de comunicación de los ministerios de Administraciones Públicas y Economía y Hacienda.




El periodista económico Juan Francés analiza exhaustivamente en ¡Qué vienen los lobbies! la actividad de estos grupos de presión en distintos países de referencia, como Estados Unidos, por ejemplo, donde esta industria se encuentra más ajustada y juega un papel más visible para los ciudadanos. Por un lado, Francés pone el punto de mira en las dos capitales más destacadas en la materia: Washington y Bruselas. 

En la segunda parte del libro, Francés se adentra en las especificaciones españolas y se pregunta cuáles son los principales lobista y por qué en nuestro país la sociedad no es consciente del papel decisivo que cumplen en el engranaje del poder. De este modo, en estas páginas, el autor disecciona la elaboración de las leyes en nuestro país, proceso en el que el negocio de la influencia desarrolla a diario una intensa actividad. 

El lobby es una práctica habitual en la política española

«El lobby es una práctica profundamente extendida en la elaboración de la legislación española. No hay ni una sola ley que se apruebe en el Parlamento que no sea objeto de una activa participación por parte de los diferentes grupos de interés implicados, que contactan con —o son contactados por— los legisladores de todos los partidos del arco parlamentario para tratar de influir en la elaboración de las normas, de cambiar aspectos concretos, de introducir elementos que jueguen a favor de estos grupos y, en los casos más extremos, de tumbar la ley en cuestión si no están de acuerdo con ella porque pone en peligro sus intereses.»

«Hoy en día, hay lobistas en todos los engranajes de la actividad económica diaria. Los hay por descontado en los despachos que se dedican a ejercer acciones de lobby. En las agencias de relaciones públicas. Los hay también en los bufetes de abogados y en las empresas de consultoría. En los medios de comunicación. En las propias empresas y asociaciones empresariales. En organizaciones con fines sociales y ONG. En el Parlamento. En el Gobierno.»

«Sin que nos hayamos dado cuenta, la industria del lobby se ha vuelto tan poderosa que hoy en día en España es casi imposible abrir cualquier página de cualquier diario, cualquier día del año, y no encontrarse por lo menos con una o varias informaciones en las que detrás esté el trabajo (muchas veces sordo, invisible) de los lobbies. Más aún, la actividad de estos grupos ha adquirido tanta capacidad de influencia que ya no es posible entender la legislación española sin la existencia de los lobbies. Detrás de cada capítulo del gasto fiscal que se detalla en la partida de gastos de los presupuestos generales del Estado (38.000 millones de euros en 2012) y detrás de cada deducción o bonificación fiscal con­signada en las cuentas públicas, hay uno o varios lobbies, con nombre y apellidos.»

Por una mejora de la transparencia en el proceso

«¿Por qué existe tan poco conocimiento en la sociedad española sobre este tipo de actividades? Y más aún, ¿cuenta el sistema político español con los cauces y los controles adecuados para garantizar que el necesario diálogo que mantienen estos intereses particulares con el poder se realiza sin menoscabo de los intereses generales?»

«El objetivo último de este trabajo no es otro que avanzar hacia una mayor transparencia en la relación de los poderes públicos con los lobbies, cuya actividad es por otro lado perfectamente legítima, y cuya existencia contribuye en muchos casos a mejorar la calidad de una democracia participativa. Nada hay de malo, en mi opinión, en que los lobbies tengan acceso a los poderes públicos para defender sus intereses, siempre que se haga con transparencia, y no de espaldas a los ciudadanos, como hasta ahora. Este trabajo defiende por tanto que los lobbies puedan ver legitimado su acceso a los poderes públicos, y que la ciudadanía obtenga nuevas herramientas con que juzgar el comportamiento de sus gobernantes.»

«La cuestión, por tanto, no es si el lobby es bueno o malo, sino si existe la suficiente transparencia y mecanismos de control para que la sociedad pueda conocer cómo operan los lobbies, cuáles son las relaciones que mantienen con los distintos poderes públicos, y en qué medida sus actuaciones contribuyen a modificar el resultado de las políticas públicas. Lo que se echa en falta es mucha mayor capacidad de rendición de cuentas.»

Es necesario acabar con la opacidad con que opera el lobby

«No se tra­ta de convertir a los lobbies, que no infringen ninguna ley ni cometen ningún delito al defender sus legítimos intereses (en la mayoría de los casos, al menos), en los malos de la película. Pero sí es necesario que la sociedad sea un poco más consciente de las prácticas que se rea­lizan diariamente a sus espaldas, y que los ciudadanos tienen todo el derecho a conocer. Un viejo aforismo de la política americana afirma que hay dos cosas que es mejor no saber cómo se elaboran: las leyes y las salchichas. Ha llegado la hora de sacar las tijeras, abrir el paquete e investigar cómo se hacen las leyes en España

«Está demostrado que los lobbies pueden causar perjuicio a la sociedad, pero es mayor el perjuicio que le causaría un poder público que no tuviera un contacto fluido con los sectores afectados por sus decisiones. Este trabajo parte por tanto de la premisa de que es perfectamente legítima la actividad que llevan a cabo los lobbies. Y a partir de ahí, se puede denunciar todo aquello que es manifiestamente mejorable en el proceso público de toma de decisiones.»

«Si Telefónica está obligada a revelar quién trabaja haciendo lobby en defensa de sus intereses en Bruselas y cuánto dinero destina a estas actividades, ¿no sería lo lógico que en España también pudiéramos tener la misma información sobre la influencia que Telefónica y el resto de los grupos de interés ejercen sobre los poderes públicos de nuestro país? »

«¿Se imaginan, por poner un ejemplo, que la agenda de J. A. Duran i Lleida, en su actividad diaria en el Congreso, fuera pública? No me refiero sólo a los actos «públicos» de ese diputado, es decir, aquellos de los que se informa a la prensa, sino a todas, absolutamente todas las reuniones o actividades (obviamente excluyendo las de su esfera privada) en las que participe. ¿Se imaginan que los ciudadanos pudieran entrar en una página web y averiguar con quién se ha reunido cada día de la semana cada diputado del Congreso, y cuál ha sido el motivo de la reunión? ¿No sería útil para los medios de comunicación y la opinión pública poder «unir los puntos»? ¿Poder comprobar que un político ha hecho unas declaraciones en defensa del sector automovilístico, o de los taxistas, justo después de haber tenido una reunión con representantes de esos sectores? A algunos esto les parecerá ciencia ficción. Pero no es ni más ni menos que lo que exigen las leyes de Estados Unidos o las instituciones comunitarias de la Unión Europea a todos sus representantes. »

Cómo operan los lobbies

«Lo que más valor aporta no es el contacto en sí —explica Jordi Flores —. ¿Cerrar una reunión? Si tú llamas como presidente de cualquier asociación sectorial al Ministerio de Industria y dices que quieres ver al secretario de Estado, a lo mejor no te va a dar cita para mañana, pero en los próximos tres meses te va a recibir. Lo que importa no es tanto verle, sino verle con argumentos, definir una estrategia, que se identifique bien al interlocutor, que es un error muy común no hacerlo: muchos se creen que el interlocutor es el que habitualmente les regula, que si es una empresa industrial, su interlocutor va a ser Industria, pero dependiendo del tema que sea, puede haber otro interlocutor que termine teniendo más peso en la decisión final. Por ejemplo, si los cambios se están haciendo a causa de una política de austeridad determinada por Hacienda, o de políticas de competitividad impulsadas por Economía, pues al final es importante que hables con tu regulador, pero es casi más importante que transmitas tus mensajes a Economía o a Hacienda, que son los impulsores. Entonces, identificar de dónde viene el impulso del cambio, definir cuál es el orden adecuado, si es mejor primero ver a uno y después al otro, identificar qué puedes poner sobre la mesa para compensar lo que a la administración le preocupa y al mismo tiempo conseguir que te perjudique lo menos posible, ese tipo de asesoramiento es lo más valioso, es lo que de verdad vale dinero

Los obstáculos que ponen a normas que erosionan sus privilegios

«El Gobierno ha de ser consciente de que, si decide seguir adelante con el desarrollo de la norma, afronta una tarea complicada. Los beneficiarios potenciales de dicha norma están diluidos, son los ciudadanos anónimos que aún no son conscientes de que se beneficiarán de ella. En cambio, va a tener a un lobby que mostrará una actitud beligerante en defensa de sus intereses privados, puesto que tiene mucho que perder si se aprueba. Para complicar aún más las cosas, si dicho lobby cuenta además con el respaldo de una base social amplia, su animadversión le puede acarrear costes electorales al Gobierno de turno. Como le dijo a un técnico del Gobierno socialista un influyente miembro del equipo económico de Mariano Rajoy, cuando estaba en la oposición como parlamentario del PP, sobre la frustrada liberalización del sector servicios y los privilegios que algunas profesiones estaban tratando de defender a costa del conjunto de la sociedad: «Ya sabes que yo estoy de acuerdo contigo en este tema, tenéis toda la razón, pero es que a nosotros esta gente nos tiene que votar».

«Muchas veces, quien más presión ejerce para modificar una ley es al mismo tiempo parte del problema que ha provocado la necesidad de dicha ley. La contraparte, el ciudadano de a pie eventualmente perjudicado, no tiene en la mayoría de los casos capacidad de contrapeso. Los miembros de la ciudadanía están muy disgregados y carecen de información fiable, de motivación suficiente o de los recursos para organizarse. Una medida liberalizadora del Gobierno puede tener como efecto un perjuicio para los privilegiados y un beneficio para el conjunto, es decir, que beneficia un poco a muchos y perjudica mucho a pocos, pero como esos pocos son fuertes y están bien organizados, y el beneficiario está tan diluido, al final muchas veces el Gobierno claudica y termina cediendo.»

«En España —prosigue el exconsejero de la CNE— si a un ministro se le ocurriera proponer la separación de las actividades de distribución y comercialización eléctricas, ese ministro no duraría dos telediarios. Primero se cuestionarían todas sus decisiones ante los tribunales, se le intentaría atar de pies y manos. Empezarían a moverse las empresas en todos los frentes, se utilizaría en tromba a los medios de comunicación, se hablaría con Moncloa, con el grupo parlamentario del Gobierno, con los sindicatos si fuera preciso, se ventilarían públicamente cosas sucias e inconfesables del ministro, pueden llegar incluso hasta el seguimiento de la persona y a pinchazos telefónicos.»

No solo las grandes empresas hacen lobby

«Yo recibo a asociaciones de consumidores, de afectados por Forum y Afinsa, de víctimas de desastres naturales, ONG… Me llegan cartas de Ausbanc, de Adicae, de asociaciones empresariales, de los notarios, de asociaciones de amas de casa, de padres separados, etc. Eso es lobby, aunque quizá ellos mismos no lo sepan», afirma Vicente Martínez-Pujalte.  El lobby permite que la sociedad civil acceda al proceso de la elaboración de la legislación y participe en él. Los lobbies no representan sólo los intereses de las empresas, en el afán de éstas por mantener o incrementar sus privilegios, beneficios o cotas de poder. Hacen lobby todo tipo de organizaciones sociales».

«¿Qué saben los ciudadanos españoles acerca de este sector? Probablemente muy poco, porque no hay un marco regulador, y porque los ciudadanos no tienen herramientas para saber con quién se reúnen los políticos, y al final se aplica la máxima de piensa mal y acertarás. Un anglosajón entiende mejor que las compañías utilicen despachos especializados para preparar sus argumentos ante la administración. En España esto se ha hecho toda la vida, pero se ha hecho sin decírselo a nadie. La gente habla mal de los lobbies sin saber muy bien qué hacen.»

Lobby en el trámite administrativo

«En ocasiones los mayores lobistas en defensa de los intereses de un sector son los propios ministerios que supervisan a ese sector, y lo hacen además no porque haya un interés oculto o inconfeso detrás, sino porque en muchos departamentos está instalado en el subconsciente colectivo que su verdadero cometido es, por encima de todo, proteger a su sector; que su función, realmente, no es tanto defender el interés común, sino el interés de las empresas de su sector. En muchas ocasiones, no es necesario convencer a los responsables públicos que se reúnen con los lobbies, porque ya están convencidos de antemano.»

«Los intentos de captura de los empleados de los organismos reguladores sucede de forma habitual, lo mismo que entre los cargos medios de los ministerios: «Las empresas llaman a la gente que tiene cargos eventuales —cuenta un asesor en el ministerio de Economía durante una legislatura anterior— y te dicen “oye, pues cuando acabes ahí seguramente podemos trabajar juntos, podemos hacer algo”… Lo pueden hacer con cualquier persona de los cargos medios, que son lo que al final se curran los documentos. Y muchos lo cumplen».

Lobby en el trámite parlamentario

«Las enmiendas vienen con el membrete de cada grupo parlamentario — me cuenta el mismo asesor del ministerio de Economía— pero yo he llegado a ver enmiendas presentadas por un grupo político que ni se había molestado en quitar el logo de la empresa…» De ahí que sea relativamente común que muchas de las enmiendas presentadas a un proyecto de ley en realidad sean las mismas: en varias de ellas coincide su enunciado palabra por palabra, porque están redactadas por la misma mano, pero presentadas por distintos grupos políticos. Un texto legal con doscientas enmiendas presentadas, de esta manera, una vez analizadas y agrupadas las coincidentes, puede quedar reducido a cincuenta. Las enmiendas, teóricamente, deben llevar una justificación legal, aunque en la práctica muchos grupos ni se molestan en argumentarlas: «Por considerarlo conveniente». Otras veces, en asuntos muy complejos y técnicos, la argumentación elaborada por el grupo político como justificación no coincide con lo que pretende la enmienda, elaborada por alguien ajeno al grupo político.»

«Es muy común que organicen cócteles con los responsables de tributos de los partidos. Se hacen la ronda con cada formación, y les van dejando sus propuestas. Luego te llega la enmienda de un grupo político y la estudias y dices “joder, si es exactamente lo que me vino a contar el otro día tal lobby” —revela un ex responsable de Tributos en el Ministerio de Economía y Hacienda—. Hay ocasiones en que un grupo político llega a presentar enmiendas contradictorias entre sí. La lees y dices “ésta es la de fulanito, ésta la de menganito, y esta otra la de tal y cual…”. Y se lo comentas al diputado y te dice “bueno, pues a ver si alguna sale”.»

«De los 350 diputados, sólo hay una decena con capacidad de influir en el proceso de toma de decisiones: los portavoces de los grupos parlamentarios, los que controlan ciertas áreas concretas, y los otros 340 ¿qué hacen? Son manada que siguen lo que hace el resto.» Uno de esos 340 lo confirma así de tajante: «Los partidos políticos ahora mismo son un cáncer. Lo que dicen Rubalcaba o Rajoy es lo único que vale. Yo soy miembro del comité ejecutivo nacional del PP. El ujier del congreso y yo mandamos lo mismo». «He sido ministro y he sido diputado, y te garantizo que un subdirector de cualquier ministerio manda más que cualquier diputado», remacha Jordi Sevilla

«Los despachos de abogados juegan un papel decisivo en este terreno —cuenta un asesor parlamentario del ministerio de Economía—. Existe una gran conexión entre los grandes despachos de este país y algunos diputados, que no tienen ni la preparación ni el tiempo ni el equipo necesario. Les hacen el trabajo jurídico, la redacción de cómo debe ser la norma para satisfacer los intereses del lobby. Ocurre muchísimo que un lobby pide algo a un diputado y éste le responde “muy bien, pero dámelo hecho, dámelo escrito”.»

«En el año 79, un parlamentario alemán ganaba un millón de pesetas al mes, tenía una secretaria particular y un coche oficial. Esa gente no necesitaba robar para vivir, ni sufría tentaciones de perder la cabeza por cuatro duros. Yo, cuando era diputado —confiesa Rafael Martínez-Campillo— a principios de los noventa, ganaba 280.000 pesetas, pero me tenía que pagar hotel y todos mis gastos de estancia en Madrid, menos los viajes. A mi casa entraban 30.000 pesetas menos que cuando era jefe de servicio. El discurso que predomina ahora es “como los políticos no valen nada, como son unos petardos, pues paguémosles poco”. Y así se ha ido empobreciendo la calidad de los políticos. Si cultivas patatas, no esperes que nazcan rosas. Así nunca tendremos buenos políticos. Tendremos políticos, porque los huecos se terminan llenando, eso seguro, pero políticos bien preparados, brillantes, con talento, ésa es otra cuestión.»

«Hay muchas entidades —puntualiza un diputado de otro partido nacionalista— que con ocasión de la tramitación de un proyecto de ley mandan las enmiendas perfectamente formuladas. Eso pasa con frecuencia. Pero nosotros tenemos por norma nunca reproducir tal cual las enmiendas que nos llegan. CiU sí que lo hace, pero a nosotros no nos gusta, porque al final se nota. Tú presentas la enmienda, y el resto de los grupos, a los que también les ha llegado la misma enmienda, saben de quién te has convertido en feudatario, a quién rindes pleitesía, porque has hecho tuya la batería de enmiendas que el lobby ha remitido a todos los grupos. Nos parece poco ético y poco estético.»

Cada vez va a haber más lobby

«Por tanto, si pensamos que en España la infraestructura institucional que nos gobierna sólo tiene poco más de treinta años de existencia, es lícito plantearse que a) una parte no desdeñable del crecimiento económico que hemos experimentado en este tiempo hay que atribuirlo a la desaparición de los grupos de presión dominantes como consecuencia del fin del franquismo, y b) en realidad en estas décadas simplemente hemos asistido a los primeros pasos de una industria que se va a ir haciendo más poderosa conforme pasen los años y los nuevos grupos de presión creados con la democracia vayan consolidando su capacidad de influencia (siempre y cuando no asistamos, claro está, a un nuevo cambio brusco en la configuración institucional del país, lo cual, dados los recientes episodios que está viviendo la economía española, tampoco es algo que debamos descartar por completo…).»

Proposición no de ley

«No soy un iluso. Soy plenamente consciente de que muchas de las cuestiones planteadas en esta propuesta pecan de utópicas, pues, a día de hoy, las resistencias instaladas en una parte considerable de nuestra sociedad, empezando por nuestra propia clase política, son tan grandes que probablemente muchas de estas ideas son, en muchos casos, irrealizables. Pero lo contrario de la utopía es el cinismo. Y prefiero incurrir en lo primero que en lo segundo

«El recurso fácil, en estos momentos de zozobra, es abonarse al cinismo y la desconfianza, y concluir que todos los políticos que nos gobiernan son unos incompetentes, y en el fondo no hacen más que obedecer los intereses de las grandes compañías. Si no estamos de acuerdo con ello, si creemos que hay motivos para la esperanza y no pensamos que todos los políticos sean iguales, que hay responsables públicos que se desviven por servir al bien común, si no queremos vivir en una plutocracia sino en una isonomía, aquel tipo de democracia en que prima por encima de todo el concepto de igualdad en los derechos civiles y políticos de los ciudadanos, entonces, es el momento de actuar 

Qué debería incluir la regulación de los lobbies

El Gobierno anunció el viernes pasado, por boca de su vicepresidenta, que va a crear un grupo de trabajo, a cargo del secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, que desarrolle las diferentes leyes que el presidente anunció en el Debate sobre el Estado de la Nación para luchar contra la corrupción. Entre ellos, en teoría, se incluye también la anunciada regulación sobre los lobbies.

Los grupos de trabajo los carga el diablo, porque sirven a veces al poder público de turno como congeladores donde enfriar determinados asuntos que conciernen a la opinión pública, que se ve adormecida con el anuncio de su creación, y deja de prestar atención durante los meses o años que dure su cometido. Pero vamos a ser optimistas y pensar que el objetivo del Gobierno es realmente el de dar un impulso a la regulación de la actividad de los lobbies, algo que no ha sucedido aún en todo el proceso democrático.

Pues bien, para facilitarles el trabajo a los futuros miembros de esa comisión, mientras se dilucida su composición, y ésta echa a andar y comienza a formular borradores de legislación, me van a permitir que me adelante y les ofrezca mi modesta aportación.

En el libro ¡Que vienen los lobbies!, que publico con Destino este próximo 20 de marzo, me he tomado la libertad de reproducir las técnicas que realizan los lobistas con los parlamentarios, que les dan las enmiendas ya redactadas para que no se tengan que molestar ni en formularlas, e incorporo, al final del texto, y por el mismo precio, una Proposición No de Ley de Regulación de los Grupos de Presión, lista para su análisis por parte de los miembros de la comisión, con su exposición de motivos (cortesía de Rafael Martínez-Campillo), texto articulado y disposiciones adicionales.

Aquí tienen un pequeño extracto:


PROPOSICIÓN NO DE LEY DE REGULACIÓN DE LOS GRUPOS DE PRESIÓN

EXPOSICIÓN DE MOTIVOS

“Los grupos sociales, que representan intereses comunes de ciudadanos, de naturaleza económica, profesional, cultural, sindical o social en sentido amplio, suelen actuar ante los Poderes Públicos y ante las diversas Administraciones con el fin de hacerles llegar información sobre sus pretensiones, reivindicaciones, o toma de postura ante las normas o los actos que les afectan directa o indirectamente.

(...)

De acuerdo con ello, se formula la siguiente

PROPOSICIÓN NO DE LEY

Primero. El Congreso de los Diputados insta al Gobierno a que, en el plazo máximo de seis meses, presente en la Cámara un Proyecto de Ley regulador de los Grupos de Interés, en línea con las prácticas habituales en otros países o en la propia Unión Europea.

Segundo. Dicho Proyecto recogerá la necesidad de establecer un Registro Público de Grupos de Interés, con el fin de identificar a todas aquellas personas físicas o jurídicas, que pueden establecer relaciones con el Gobierno, con los organismos de la Administración General del Estado (incluidas las empresas públicas y los órganos reguladores) y con el Parlamento.

Tercero. El Proyecto establecerá las condiciones por las que los ciudadanos podrán acceder a este Registro, de manera tal que se permita la identificación pública del operador, del grupo que representa y de los fines que persigue.

(...)

Asimismo, la regulación propuesta adaptará determinadas normativas conforme a lo dispuesto en esta nueva legislación, mediante las siguientes

DISPOSICIONES ADICIONALES

Primero. El Proyecto encarga a la Mesa del Congreso de los Diputados el diseño, en el plazo de seis meses desde su entrada en vigor, de un plan de institucionalización de la presencia de los lobbies en el parlamento, que, con el fin de favorecer la integración social e incrementar la legitimidad democrática de las decisiones del legislativo, fomente la celebración habitual de audiencias públicas o hearings que permitan la participación en las cámaras de todos los conjuntos de ciudadanos potencialmente afectados por los distintos proyectos legislativos.

Segundo. El Proyecto encarga a la Mesa del Congreso de los Diputados que establezca, en el plazo de seis meses desde su entrada en vigor, cambios en el reglamento de presentación de enmiendas a los proyectos legislativos por parte de los grupos de la cámara, de forma que aquellas enmiendas presentadas a propuesta de un grupo de interés deberán incorporar una etiqueta que las identifique como tales, así como el nombre del grupo de interés proponente.

Cualquiera interesado en conocer el texto completo puede contactarme en esta dirección.