miércoles, 10 de octubre de 2012

High Frequency Trading

El pasado viernes, en medio de una plácida sesión en la bolsa de valores de Bombay, en la India, de improviso y sin razón aparente, el mercado se desplomó de golpe un 16%, equivalente a casi 60.000 millones de dólares. El regulador suspendió la cotización del parqué tras comprobar que un broker había colocado 59 órdenes de compraventa equivocadas, que habían desatado una cascada de operaciones que habían literalmente hundido la bolsa. Por suerte, las órdenes se pudieron cancelar y el mercado indio cerró la sesión con una caída de tan solo el 0,8%.

Es la última manifestación de un peligro que desde hace unos años nos viene acechando, y amenaza con convertirse en una catástrofe mundial de proporciones incalculables el día menos pensado. Se trata del High Frequency Trading (HFT) un mecanismo de negociación en los mercados por el cual los ordenadores han tomado el testigo de los humanos en la gestión de los parqués, y lo han hecho además usando velocidades de compra y venta ultrasónicas, con el objetivo de maximizar el beneficio.


Para la gran banca internacional, los hedge funds, las firmas de valores especializadas, ya no basta con ser un ser segundo más rápido que la competencia, ahora se pelea por la fracción de segundo, ya que en los enormes volúmenes que se mueven, un decimal puede suponer la frontera entre el beneficio o la pérdida. Se calcula que el HFT ahora mismo puede representar la mitad de todo el volumen de negocio que se mueve a diario en Wall Street, y un tercio de todo lo que se negocia en los mercados europeos.

El problema con el HFT es que cuenta con dos serios inconvenientes. El primero de ellos es la enorme complejidad que introduce a todo el proceso. La negociación de alta frecuencia se sustenta sobre algoritmos programados para maximizar el beneficio mediante miles de millones de transacciones diarias. Y estos algoritmos se han ido haciendo tan complejos y generan interacciones tan cruzadas entre unos y otros, que es prácticamente imposible hoy día para ninguna entidad conocer con exactitud la posición exacta de sus inversiones en un momento determinado.

El segundo problema es que esos algoritmos a veces pueden cometer errores, producto de reacciones imprevistas del parqué o de fallos humanos en su programación, y las consecuencias de esos errores no son inocuas. El motor de búsqueda de Google también está construido a base de algoritmos, pero si un día falla durante unos minutos lo más que puede pasar es que los usuarios se cabreen. Si falla el algoritmo de una firma de inversión, se puede desencadenar el desastre.

El 6 de mayo de 2010, transcurrida poco más de media sesión en Wall Street, el Dow Jones, que se movía con pérdidas moderadas, de repente experimentó una pérdida súbita de casi 1.000 puntos. Muchas empresas vieron su capitalización bursátil reducida a las cenizas, al cotizar a un centavo de dólar. Todo en cuestión de un par de minutos. La gente se frotaba los ojos viendo las pantallas de los ordenadores. Hay muchas teorías de lo que pudo originar el denominado Flash Crash de la bolsa de Nueba York, pero casi todas apuntan a un fallo en cadena de los mercados provocado por el HFT. Por fortuna, los reguladores consiguieron restablecer la situación antes de que cerrara la sesión.

Como expone Felix Salmon, imagínense lo que hubiera pasado si Nueva York no hubiera sido capaz de subsanar el error antes del cierre. Lo más probable es que los mercados asiáticos hubieran abierto poco después replicando lo vivido en Wall Street y la bola de nieve hubiera sido ya difícil de parar.

Otros en cambio no tuvieron tanta suerte. Este verano, la firma de valores Knight Capital, especializada en negociación a través de HFT, quebró la mañana del 1 de agosto en tan solo 45 minutos, después de introducir un algoritmo nuevo que contenía un error fatal para sus operaciones. En ese corto espacio de tiempo, la firma perdió 440 millones de dólares, a razón de 10 millones de dólares por minuto. Muerte financiera en el acto.

Todo esto ha motivado llamadas a la prohibición del HFT. Pero antes de que saquemos todos nuestro pulgar hacia abajo con respecto a esta modalidad de negociación, debemos al menos ser conscientes de que su erradicación tampoco nos saldría gratis. La negociación de alta frecuencia, como su propio nombre indica, genera miles de millones de órdenes de compraventa al día, que constituyen una fuente de liquidez impagable para los mercados . Es el aceite que engrasa su funcionamiento, y que nos permite en cualquier momento, en cualquier lugar, realizar una orden sobre cualquier valor de cualquier parqué del mundo, y obtener la compra o la venta de forma automática. Esto facilita la financiación de las empresas, que a su vez obtienen liquidez más fácilmente para realizar inversiones y generar crecimiento y empleo.

¿Recuerdan cuando hace unos cuantos años había que esperar un buen rato y hasta varias horas para que el broker encontrara una posición en el mercado cuando se le había dado una orden de compra? (y pagar comisiones mucho más abultadas que ahora) O si lo prefieren de forma más cruda: ¿se imaginan cómo hubiera sido el proceso de desenredo de las posiciones en el mercado de Lehman Brothers tras su quiebra, sin el HFT? Una auténtica pesadilla.

Por este motivo la solución no es sencilla, en los últimos tiempos se está hablando de alternativas como la introducción de "kill swtiches" o botones de apagado automático de los mercados una vez se compruebe que se ha producido un fallo, o el establecimiento de una ralentización de medio segundo en las operaciones de HFT, que sería tiempo suficiente según los expertos para subsanar errores sobre la marcha en caso de riesgo. La solución no es sencilla desde luego, pero habrá que encontrar un arreglo porque si no, la próxima vez que falle un algoritmo puede no quedarse en un susto, y causar un pánico mundial de consecuencias duraderas.


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