miércoles, 20 de febrero de 2013

Seis razones para una regulación del lobby en España

Me he llevado una sorpresa positiva con el anuncio por parte del presidente del Gobierno en el Debate sobre el Estado de la Nación de incluir, dentro de un paquete de medidas destinadas a mejorar la transparencia, y por tanto previsiblemente pensadas para ser incorporadas en la Ley de Transparencia que está en tramitación en el Congreso, una regulación de los lobbies.

Es sin duda una noticia relevante, por cuanto una medida de ese tipo puede suponer un gran avance en la lucha contra la opacidad y una apuesta por la transparencia en la vida política española. ¿Por qué? Por varias razones:

  1. Las cucarachas proliferan en la oscuridad. Es indudable que en las relaciones entre los grupos de interés y los distintos poderes públicos se pueden cometer excesos y abusos. Pero como no existe una regulación que permita aportar luz y taquígrafos al proceso decisorio, nos tenemos que mover en el terreno de las especulaciones, en el piensa mal y acertarás. Una regulación que aportara transparencia a esa relación bidireccional entre lobistas y políticos permitiría separar el grano de la paja, de forma que los ciudadanos podrían identificar aquellas conductas que son legítimas, de las que no lo son y deben ser erradicadas de nuestro uso político diario.
  2. Los lobistas son los primeros interesados en regular su actividad. Por fortuna, hoy en día la mayor parte del lobby que se practica en nuestro país es profesional y legítimo. Gente que se dedica a exponer de forma elaborada sus argumentos ante la administración o el diputado de turno, explicando sus problemas y presentando soluciones alternativas. En gran medida hemos dejado atrás el lobby chapucero que se practicaba en nuestro país hasta hace unos años, a cargo de conseguidores que bordeaban el tráfico de influencias en sus conductas. Pero aún quedan resabios, que manchan la imagen del colectivo y provocan que esta actividad siga estando mal vista por los ciudadanos. Por eso, ellos son los primeros que saldrían beneficiados si se establecieran unas reglas de juego, cuyo incumplimiento incapacitara para el ejercicio de la profesión.
  3. No regular los lobbies no va a limitar su capacidad de influencia.Uno de los argumentos que más echan para atrás a muchos es aquel que establece que si regulamos los lobbies, estaremos abriendo las puertas del templo a los mercaderes, permitiendo que las grandes corporaciones y los más poderosos grupos de presión tengan el camino expedito para medrar con los poderes públicos en su propio beneficio. Pero es un argumento cínico y falso. Porque en ausencia de esa regulación, sucede que esos grupos de presión y grandes empresas ya son capaces de ejercer su influencia ante los poderes públicos. Simplemente que como no hay regulación no tenemos herramientas para controlar ese proceso. La solución no pasa por esconder la cabeza ante la realidad de que en España se realiza lobby, sino intentar dotarnos de herramientas que lo supervisen. Regular el lobby no va a servir para evitar la capacidad de influencia de los lobbies, como podemos ver estos días en Bruselas, a pesar de que allí esta práctica sí está fuertemente regulada, pero al menos sí que va a introducir una transparencia al proceso de la que aquí carecemos por completo.
  4. La regulación de los lobbies beneficiaría más a los que menos acceso tienen. Asociado al argumento anterior, se suele aducir que la práctica del lobby solo está al alcance de los más poderosos, aquellos con los suficientes recursos como para dedicar personas, medios y tiempo a tratar de influir en los poderes públicos. Y sin embargo, es justo al revés. Porque los poderosos no necesitan una regulación para garantizar su acceso a los políticos, y en cambio, los menos poderosos sí se podrían ver muy beneficiados.Si un secretario de Estado estuviera obligado a hacer públicos todos los contactos que ha tenido a la hora de realizar una legislación sobre hipotecas, y se viera que se ha reunido cinco veces con el presidente de la AEB, y ninguna con la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, la ciudadanía tendría elementos de presión para forzar a que se escucharan al menos los argumentos de todas las partes implicadas.
  5. Cada vez va a haber más lobby. Por dos motivos. Por un lado, porque los ciudadanos españoles poco a poco están comprendiendo que no basta con votar cada cuatro años y acudir a alguna manifestación, sino que es necesario estructurar canales de participación de la sociedad civil en la política, porque están comprobando que hoy en día si no haces política, te la hacen. Por otro lado, la crisis económica está provocando que la tarta a repartir entre los distintos grupos de presión haya menguado considerablemente, y eso significa que no todos los que antes recibían su porción del poder, ahora lo van a poder mantener, lo cual, inevitablemente agudiza su necesidad de establecer vínculos cada vez más estrechos con éste.
  6. Los PIGS de la opacidad. El lobby está regulado en EE.UU. desde 1946. Existe igualmente una regulación sobre la materia en la Unión Europea y en prácticamente todas las democracias avanzadas del continente europeo. Solo unos pocos países vecinos cuentan con semejante ausencia de regulación en este terreno: Grecia, Italia, Portugal... ¿también en esta cuestión queremos significarnos respecto de nuestros socios comunitarios? 
¡que vienen los lobbies!-juan frances-9788423346271

En ¡Que vienen los lobbies!, que se publica el 20 de marzo, analizo todas estas cuestiones, y también trato aspectos relacionados, como la influencia que tiene la capacidad de una buena gestión de lobby sobre la competitividad de las empresas de un país, tal como explicaba el otro día María Rosa Rotondo, presidenta de APRI, en una columna de opinión en Cinco Días.

O la necesidad que tenemos de no caer en demagogias baratas al calor de la actualidad y apostar por una retribución digna de nuestros políticos, como la mejor manera de contar con profesionales competentes y que tengan la preparación y los incentivos que les permitan defender el interés de todos, como expone hoy Adolfo Barrena, coordinador de IU en Aragón, en una columna en El Periódico. 

A pesar de todos estos argumentos, sigo siendo escéptico sobre la voluntad de la clase política española para afrontar una verdadera regulación de los lobbies, porque, como explicaba el otro día Victor Lapuente en esta recomendable entrevista en el País, "es mucho más difícil reformar a los tuyos cuando esto puede implicar que pierdan privilegios".

Pero que sea difícil no quiere decir que no deba intentarse, porque es absolutamente necesario avanzar hacia una mayor transparencia en el proceso de toma de decisiones públicas. Hacer públicas las actividades de aquellos que pretenden influir en el Gobierno y el Parlamento no debería ser más que el ejercicio del derecho público de los ciudadanos a tener conocimiento de los asuntos públicos. En las relaciones entre los lobbies y los poderes públicos, todo aquello que se pueda hacer ha de poder contarse. Y si algo no se puede contar, es que no debería hacerse.





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