viernes, 6 de noviembre de 2015

Nuevo orden (financiero) mundial

Leyendo actualmente "El coraje de actuar", libro recientemente publicado por Ben Bernanke.

Quien quiera rememorar los detalles sobre cómo se desplegó la Gran Crisis de 2007, como uno por uno fueron cayendo las grandes instituciones financieras de Wall Street, y cómo se pusieron los cimientos del monumental programa de flexibilización cuantitativa que aún hoy sigue en pie y que permitió a EEUU recuperar la actividad económica muchísimo antes que Europa, la lectura del libro es totalmente recomendable, aunque el material sea denso y muy recargado de tecnicismos.

A medida que repaso los acontecimientos narrados, no puedo evitar pensar en lo increíblemente infravalorada que está en la conciencia colectiva la labor realizada por el anterior presidente de la Reserva Federal de EEUU.




Mientras que otros responsables de la política económica de ese país se llevaron en el pasado elogios dudosamente merecidos...



...resulta que quien realmente salvó a la economía global de una catástrofe de proporciones desconocidas con su gestión técnica, alejada de los focos y de las motivaciones partidistas, ha pasado sin pena ni gloria al desván de los personajes del pasado, cuando quizá sea una de las tres personas cuyas acciones más repercusión han tenido en el planeta en estos primeros quince años del siglo XXI.




Lo cierto es que esta reflexión viene a cuento de las sombrías perspectivas que en mi opinión se presentan ante la economía mundial para cuando Janet Yellen o sus futuros sucesores tengan que lidiar con sucesos como los experimentados por Bernanke en 2007-2008.

¿Por qué? Me explico. Realmente está demostrado que la Fed de Ben Bernanke salvó el sistema financiero mundial en aquellos años. Es un hecho empírico. Sin los 500.000 millones de dólares (el 50% del PIB español) con que el helicóptero de Bernanke regó a los bancos de fuera de EEUU que tenían filiales en el país, ni los otros 500.000 millones de dólares (1 billón en total) que intercambió con bancos centrales de todo el mundo,la economía mundial se hubiera desmoronado por completo.  


¿Por qué hizo esto? Porque la Fed tiene una responsabilidad que va mucho más allá de gestionar la política económica de EEUU. Es la entidad responsable de la emisión de este billete:


El dólar no solo es un medio de pago con el que los ciudadanos de EEUU compran y venden productos y servicios, también es una unidad de cuentas, un depósito de valor, y un activo de reserva. Bancos centrales e instituciones financieras de medio mundo almacenan grandes cantidades de él como fuente de ahorro. Y lo que ocurra con este billete afecta a una parte muy importante del planeta, a una parte mucho más grande que el propio país que emite esa moneda.

Qué ocurre, que desde la crisis del 2007 el sistema dólar denominado offshore (es decir, aquél que no está en posesión de ciudadanos o instituciones de EEUU) no ha hecho más que aumentar. En 1970 representaba el 10% de la banca estadounidense, hoy, el 50%. Una docena de bancos asiáticos tienen solo entre ellos más de un billón de activos en dólares. Singapur, en solitario, cuenta con más de 1,2 billones de activos en dólares.

El problema es que el enlace entre ese enorme sistema dólar offshore y la economía que fabrica esa moneda se produce a través de un reducido conjunto de grandes grupos financieros norteamericanos (JP Morgan, Citigroup, Bank of America, etc), que son los que controlan CHIPS (Clearing House International Payments System) un mercado interbancario que gestiona el sistema de pagos internacionales en dólares, algo así como el Euribor pero en esteroides (mueve 1,2 billones de dólares al día); A través de esa plataforma es como se intercambia dólares con el resto de los bancos mundiales, y por ende, con el conjunto de la economía mundial. 

¿Y qué sucede si ese enlace deja de funcionar y se produce una crisis financiera como la que vivimos en 2007? Que el sistema, para evitar el colapso de la economía mundial, necesita un prestamista de último recurso, y ese, amigos, no es otro que la Reserva Federal, como emisor de la moneda que sustenta la arquitectura financiera mundial. O al menos lo fue hace unos años, la última vez que vivimos un shock de esas características. Pero hoy día, las cosas han cambiado, y ahora mismo, no está nada claro que pudiera repetir lo que hizo hace siete-ocho años.

Para empezar, el clima político se ha deteriorado tanto en EEUU, en estos años de Tea Party y maximalismo político a ambos lados del espectro ideológico, con mucha demagogia populista sobre el establishment de washington rescatando a wall street, la población quedó tan escarmentada por el "rescate de los bancos con dinero público", que se requeriría la fortaleza de un gran banquero central de talla inmensa para convencer a la opinión pública estadounidense de las bondades de seguir ejerciendo de policía bueno del mundo cuando vengan mal dadas. 

Pero es que además es bastante posible que la Fed, aunque quisiera, no tendría ya la capacidad de volver a evitar el colapso del sistema monetario, En estos años, el sistema offshore del dólar ha seguido creciendo exponencialmente y ya se ha doblado en tamaño sólo desde el año 2007. Las cantidades de liquidez que serían necesarias para ahuyentar el pánico son tan enormes que asustarían incluso a los más acérrimos defensores del manguerazo ofrecido por Bernanke a la economía mundial, y sus consecuencias, imprevisibles.

Por no hablar del empeoramiento del escenario geopolítico internacional actual y cómo Washington sería en otra ocasión mucho más renuente a sostener con su liquidez la supervivencia de entidades financieras de países como Rusia, Oriente Próximo, etc.. si se diera la ocasión.

 Hace falta por tanto comenzar a pensar en el diseño de un nuevo orden financiero mundial, que reduzca la preeminencia del dólar en la economía global, y lo sustituya por una alternativa que dé equilibrio al sistema y no lo exponga a shocks financieros como los que tarde o temprano nos deparará la excesiva dependencia actual hacia el billete verde.

La pregunta obvia es ¿Cuáles podrían ser las alternativas a la supremacía del dólar?

Yo soy capaz de imaginar cuatro escenarios posibles, cada uno con ventajas e inconvenientes. Veámoslos:

Equilibrar el poder del dólar incrementado el peso de otras monedas, como el euro o el yuan, de forma que no haya una supremacía de una sola moneda, sino que el sistema se sustente entre una cesta de monedas de referencia.

El problema es que no basta con designar una moneda como activo de reserva, sino que hay que convencer a los inversores e instituciones de todo el mundo a que realmente se arriesguen y depositen sus fondos en activos en esa moneda. Hubo un tiempo en que el euro parecía destinado a jugar ese papel, pero la crisis soberana europea y las dudas existencialistas sobre la supervivencia de la propia moneda única han lastrado la imagen del euro ante el resto del mundo.

China, por su parte, tiene cada vez mayor peso específico, y los acuerdos recientes con el Reino Unido para convertir Londres en un centro global de negociación en yuanes, o el anuncio de la creación de un sistema de pagos global en yuanes por parte de China, van en esa dirección. Pero hasta que no veamos a los estados del golfo pérsico, por ejemplo, invirtiendo en deuda china, será difícil de creer como alternativa seria al dólar.

Si el dólar es la moneda de referencia del sistema financiero mundial, reconozcámoslo y hagámoslo oficial, convirtiéndola en el auténtico patrón oro de nuestra época, creando un sistema que garantice su papel. El problema principal de esta alternativa es claramente político, pues conllevaría por parte del país emisor del dólar unos compromisos financieros con el resto del mundo que actualmente Washington difícilmente está en situación de asumir, por no hablar de las insospechadas consecuencias que dicha posición del dólar podría tener sobre la política económica en términos de inflación o impacto en la economía real. 

Creemos una nueva moneda mundial, o utilicemos los Derechos Especiales de Giro (SDR) del FMI, como germen de una moneda de reserva mundial. Probablemente la opción más interesante y factible, pero, como dicen los ingleses, easier said than done,  pues conllevaría, para ser efectiva, una reforma de las grandes instituciones de gobernanza económica mundial, el FMI y el Banco Mundial, una reforma que por otra parte ya toca, pues las potencias emergentes están insuficientemente representadas en sus órganos de gobierno, y tarde temprano EEUU y especialmente Europa tendrá que ceder cuotas de poder en esos organismos si los queremos convertir en verdaderos agentes de policía mundial.

Y finalmente, ¿por qué no? pensemos en soluciones radicales o revolucionarias: como adoptar la tecnología de bloques en cadena de Bitcoin para crear una nueva moneda mundial, encriptable y por tanto no hackeable. Esto puede parecer una chaladura pero lo cierto es que cada vez más gente lo está considerando en serio. Y ya puestos, una vez que adoptamos esa nueva criptomoneda, por qué no cargarnos el cash directamente, como propone el economista jefe del Banco de Inglaterra.

Probablemente ninguna de estas alternativas tenga opciones serias de convertirse a corto plazo en un sustituto del actual sistema financiero mundial gobernado por el dólar. Pero es seguro que si no comenzamos a pensar en el diseño de un nuevo y más eficiente sistema, cuando llegue la próxima crisis financiera mundial lo lamentaremos.

lunes, 28 de septiembre de 2015

El factor humano

La reducción en el número de víctimas de tráfico en España ha sido espectacular en los últimos años.


Hemos pasado de casi 6.000 fallecidos en 1989 (con el aterrador promedio de 16 vidas segadas cada día del año) a poco más de mil cien en 2014 (tres al día).

Es sin duda motivo para alegrarnos, pero todavía muchas personas pierden la vida de forma trágica en las carreteras, y además, en los últimos dos años parece que hemos entrado en una meseta donde ya no conseguimos reducir más las víctimas.

La reducción tan significativa ha venido condicionada por una serie de factores: endurecimiento de las condiciones legales y sancionadoras, mayor vigilancia policial, un progreso en la concienciación ciudadana, y finalmente  una mejora sustancial del estado de las carreteras y de los dispositivos de seguridad que incorporan los vehículos.

Gracias a ello hemos conseguido ponernos al nivel de víctimas de tráfico que sufren otros países desarrollados de nuestro entorno. Y sin embargo, como digo, más de mil personas siguen acabando con su vida cada año dentro de un vehículo.

Eso en España, porque a nivel mundial las cifras son aún más espantosas. 1,2 millones de perdonas mueren en accidentes de tráfico cada año en todo el planeta. Por ponerlo en contexto, es como si 11 Boeing 747 con 300 pasajeros a bordo se estrellara cada día del año. Los 365 días del año. 11 aviones cada día.

Lógicamente, muchos de esos accidentes se dan en países en desarrollo, que todavía no han incorporado todas las medidas de seguridad que tenemos aquí, ni cuentan con carreteras con un firme en condiciones. Hay sin duda un margen enorme para reducir ese número de víctimas, conforme esos países poco a poco vayan dando los pasos que nosotros hemos sido capaces de dar en estos últimos años.

Pero al final, llega un momento en que nos encontramos contra un "muro", en el que por mucha prevención, sanción, concienciación, o medidas de seguridad, se hace verdaderamente complicado reducir más los accidentes.

¿Y esto por qué?  La razón es simple: somos seres humanos, y a veces nos despistamos, cometemos errores e imprudencias, atendemos una llamada o miramos un whatsapp, o buscamos las gafas en la guantera, o nos dormimos. Y se producen accidentes.

Pues bien, sucede que el avance tecnológico que está experimentando la industria automovilística en estos últimos años nos permite afrontar por primera vez la posibilidad de eliminar el factor humano de la ecuación, y reducir el número de víctimas mortales a 0.

¿Es esto realmente posible o es ciencia ficción?

Para responder a esta pregunta les dejo con Chris Urmson, de Google.




Cuando hablamos de la utilización de los avances tecnológicos en la conducción de automóviles, existen dos aproximaciones, una más gradual o incrementalista y otra más radical o revolucionaria. 

Esta segunda es la que representa Google, que está apostando claramente por vehículos inteligentes que eliminen la intervención humana en la conducción. ¿Cómo se define un vehículo inteligente? Aquel que es capaz de aprender y mejorar cada día de sus errores. Piensen que los vehículos de Google realizan cada día cientos de miles de kilómetros de conducción para ir puliendo sus defectos (porque todavía los tienen).  

¿Y cómo son capaces de aprender, si no son más que máquinas? Para responder a esta pregunta, recurro en esta ocasión a la explicación de Kenneth Cukier, editor de tecnología de The Economist:

"El aprendizaje automático es una rama de la inteligencia artificial, que en sí es una rama de la informática.La idea general es que en lugar de enseñar a un equipo algo, simplemente transferiremos datos al problema para decirle a la computadora que lo averigüe sola.  
En la década de 1950, había un científico de computación en IBM llamado Arthur Samuel al que le gustaba jugar a las damas, por eso escribió un programa para poder jugar contra la computadora. Jugó. Ganó. Jugó. Ganó. Jugó. Ganó, porque la computadora solo sabía lo que era un movimiento legal. Arthur Samuel sabía algo más. Arthur Samuel sabía estrategia. Así que escribió un pequeño subprograma operando en el fondo. Y todo lo que hizo fue anotar la probabilidad de que una configuración del tablero condujera a un tablero ganador frente a un tablero perdedor después de cada movimiento. Él jugó contra el equipo. Ganó. Jugó contra el equipo. Ganó. Jugó contra el equipo. Ganó. Y luego Arthur Samuel dejó que la computadora jugara sola. Juega sola. Y recoge más datos. Recoge más datos. Aumenta la precisión de su predicción. Y luego Arthur Samuel vuelve al equipo, juega y pierde. Y juega y pierde. Y juega y pierde. Y Arthur Samuel ha creado una máquina que supera su capacidad en una tarea que él enseñó. Y esta idea de aprendizaje automático irá a todas partes".

Lo cierto es que no es ciencia ficción, sino que estamos a punto de llegar al momento en que las máquinas serán infinitamente mejores al volante que el mejor conductor de la historia de la humanidad. No solo no cometerán nuestros errores habituales, porque no se duermen, ni buscan gafas en la guantera, ni miran el móvil, sino que serán capaces de prever contingencias en la carretera que nosotros no podemos evitar ni con nuestros cinco sentidos alerta.  

Ahora bien, la introducción de coches sin conductor no es simplemente una mejora tecnológica. Va a suponer una transformación revolucionaria en nuestra forma de vida y la configuración de nuestras sociedades, (¿dejaría de tener sentido poseer un coche en propiedad? ¿Permitirá una organización centralizada del tráfico y coordinada con los ordenadores de cada automóvil acabar con los atascos en las grandes ciudades?) con implicaciones estructurales en muchos órdenes de nuestra vida, no todas necesariamente positivas. Piensen en los millones de personas que se dedican al transporte de forma profesional en todo el planeta: taxistas, camioneros, etc. 

Tal transformación, por radical, implica por tanto doblar el brazo de poderosos intereses creados en distintos sectores de la actividad económica, por lo que algunos auguran que, aunque plausible, es más realista apostar primero por una solución gradual, en la que el factor humano no se reduzca al 100% en la conducción, pero sí que deje de tener un papel tan relevante, de forma que progresivamente vaya transfiriendo responsabilidades a las máquinas, hasta llegar, al cabo del tiempo, al mismo escenario: el de los coches sin conductor.

Esta aproximación es la denominada Assisted Driving, o Automated Driving. Muchas de cuyas características ya están incorporando progresivamente en los coches que se comercializan hoy en día. Pero que va a vivir una auténtica explosión en los próximos años. Como ha dicho la CEO de General Motors, Mary Barra, en su reciente visita a España, "veremos más cambios en la industria automovilística en los próximos cinco años que en los últimos 50". 

Un ejemplo que epitomiza esta tendencia es Tesla. El fabricante de vehículos californiano fundado por el visionario Elon Musk es famoso principalmente por su apuesta radical por los vehículos eléctricos, que está obligando a los fabricantes tradicionales a redoblar su apuesta por este tipo de vehículos y no quedar atrás. 

Pero lo que a veces queda oscurecido al hablar de Tesla es la utilización de la tecnología punta en el diseño de hasta el más mínimo detalle en la configuración de sus vehículos, coches verdaderamente conectados y que actualizan sus prestaciones como los sistemas operativos del Iphone. 




Consumer Report es una publicación no lucrativa que se dedica a revisar los modelos de los distintos fabricantes. Este verano causó revuelo su análisis del Tesda S P85D, ya que rompió la escala de medición al quedarse en 103 puntos sobre 100.   

¿Quiere esto decir que Tesla se dispone a a dominar esta industria en los próximos años, tal como ha hecho Apple en la telefonía móvil, donde acabó con poderosas empresas consolidadas como Nokia o Motorola? Está por ver, podría ocurrir, pero también pasar que la industria automovilística se ponga las pilas (y nunca mejor dicho) y responda al reto con una reinvención de sus estructuras y modelos que les permitan conservar el favor del público, si bien escándalos como los de Volkswagen de esta semana no invitan al optimismo. 

Tampoco hay que descartar que la propia Apple, o la mencionada Google, desarrollen vehículos propios, o al menos el sistema operativo con que funcionarán muchos de ellos, como ha hecho Google con Android en la telefonía móvil. O que incluso nuevos entrantes en esta competición consigan abrirse un hueco, como es el caso de Uber, que no sólo aspira a dinamitar el negocio de los taxistas, sino que está invirtiendo grandes sumas de dinero en I+D para desarrollar un modelo de vehículos sin conductor.

Quién dominará esta industria en las próximas décadas ahora mismo es difícil de prever, lo que es mucho más claro es que nos disponemos a vivir una transformación digital que dejará en un juego de niños la introducción de la telefonía móvil a finales de los 90.