sábado, 29 de diciembre de 2012

Energía

Esta se suponía que debía ser la era de las energías renovables. La idea era que las energías tradicionales, con su dependencia de combustibles fósiles, o de procesos altamente peligrosos en el caso de la nuclear, eran energías que pertenecían al pasado, y poco a poco iban a ir cediendo el terreno frente a nuevas alternativas, la energía eólica, la energía solar, limpias, no contaminantes y sostenibles; vamos, el futuro.

Y probablemente terminarán siendo el futuro, pero lo cierto es que aún vamos a tener que esperar un tiempo a que se haga realidad. Porque en estos años, dos cosas han sucedido. La primera, que el término "energías renovables" ha adquirido una connotación nada positiva: se ha vendido la imagen de la energía renovable como toda aquella que depende de subvenciones públicas para su desarrollo, y a pesar de que tiene un coste económico muy superior al del resto de energías, es promovida por los distintos gobiernos para alimentar su imagen medioambiental.

Se pone como ejemplo el anterior Gobierno de España, cuyo presidente fue un defensor acérrimo de estas compañías, que recibieron un gran apoyo oficial y ello generó una burbuja verde que se ha pinchado una vez que el nuevo Ejecutivo ha decidido no renovar esas subvenciones.

La otra cosa importante que ha sucedido en este tiempo ha sido la emergencia del gas natural no convencional (shale gas) al que se accede mediante técnicas de fracturación hidráulica del subsuelo, posibles gracias a los avances tecnológicos, que está suponiendo una revolución tal en el mercado energético mundial que su principal impulsor, EEUU, ha conseguido rebajar sus emisiones contaminantes a su nivel más bajo en 20 años, y además, el país lleva camino de arrebatar a Arabia Saudí el primer puesto como productor de petróleo del mundo.

Es decir, que gracias a las nuevas tecnologías de extracción, EEUU puede, de la mano de los combustibles almacenados en su subsuelo, hasta ahora inaccesibles, recobrar de un plumazo su independencia energética, con las consecuencias económicas y geopolíticas que todo ello puede suponer. China ya se ha embarcado en su propios proyectos de fracking. En Europa, existen aún dudas sobre las ventajas y los riesgos de esta nueva tecnología.

Lo que es indudable es que es barata; el gas natural, como consecuencia de la abundancia encontrada, está en su precio más bajo en los últimos 35 años en EEUU, lo cual hace las cosas aún mucho más difíciles para las compañías de energías renovables, que tras años de exuberancia irracional han comenzado a sufrir.

Tampoco le han ido mejor las cosas a las energía limpia aplicada al sector del automóvil. El coche eléctrico no termina de despegar, el negocio de fabricación de las baterías eléctricas no ha cuajado todavía, y para colmo, los fabricantes de motores convencionales se han puesto las pilas y han desarrollado nuevos motores de combustión que reducen el consumo en un 50%, es decir, lo mismo que los motores híbridos, y encima cuestan mucho menos, en lo que es sin duda uno de los grandes avances tecnológicos de este 2012.

Y sin embargo, no hay que perder la esperanza con las energías renovables, porque su tiempo terminará llegando, y quizá no dentro de tanto como algunos desearían. Porque no es menos cierto que en estos años también se han producido avances en este terreno.

Por ejemplo, ¿sabe que la energía eólica ya proporciona el 2% de la energía mundial, y que su capacidad instalada se está doblando cada tres años? Si esa tasa de crecimiento se mantiene en la próxima década, la energía eólica sobrepasará a la nuclear como fuente de energía utilizada a escala mundial.

La energía solar está aún lejos de alcanzar la aportación de lo que produce el viento, y además se ha visto más asociada en el inconsciente colectivo con el inflado de la burbuja renovable de estos años; y sin embargo, el potencial que posee esta energía sigue siendo enorme. De hecho, la energía solar tiene tanto potencial que es capaz de modificar por completo el mapa de producción de electricidad del futuro.



Esto que ven aquí es la ley de Swanson, según la cual el coste de las células fotovoltaicas necesarias para generar energía solar cae un 20% cada vez que se dobla la capacidad instalada de la industria. De hecho, los módulos actuales cuestan ya menos de un dólar por vatio, mientras que en una planta eléctrica alimentada con carbón el coste es superior a los tres dólares por vatio. Es decir, que la energía solar ya es capaz de competir favorablemente, y sin subsidios, con las partes más caras del proceso de generación tradicional de la energía.

Y además, algunas compañías están desarrollando innovaciones tecnológicas que hacen frente a algunos de los granses handicaps hasta ahora encontrados por esta energía; por ejemplo, determinados avances permiten a estos módulos solares almacenar la energía para los periodos en que no haya sol.

Para cuando eso suceda y estas técnicas puedan competir cara a cara con las energías tradicionales, sin subvenciones y sin favoritismos gubernamentales, será el momento en que sin duda comenzaremos a hacernos preguntas incómodas sobre cuestiones que estos años han pasado por verdades aceptadas por todos. ¿Les suena el término "déficit tarifario", o el de "costes de transición a la competencia"?...

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