martes, 12 de febrero de 2013

Dinamarca

Something is rotten in the State of Denmark, puso Shakespeare en boca de Marcelo. ¿Se referiría a sus bancos?

Pregunta: ¿Cuál es el país europeo que ha tenido que rescatar a más entidades financieras desde el comienzo de la crisis? Muchos se sorprenderán al saber que, efectivamente, se trata de Dinamarca, que ya ha intervenido más de una docena, el último hace tan solo unas semanas.

¿Cómo es posible, si la danesa es, en muchos aspectos, una economía modélica, que cuenta con un Estado del Bienestar al que nosotros no llegamos siquiera a acercarnos en nuestros mejores tiempos?  Piensen que el gasto público danés representa el 58% del PIB (más de 20 puntos por encima que España), ocupando así el número uno en el ranking de la OCDE por el tamaño del sector público. A Mitt Romney le daría un síncope de vivir en Copenhague. Las mujeres tienen un año de baja por maternidad, y la prestación por desempleo duraba hasta hace poco cuatro años. Con la crisis se han tenido que ajustar el cinturón, y la han reducido a la mitad.

Eso sí, en Dinamarca no hay ninguna seguridad laboral. Y no parece que les vaya mal, porque la tasa de desempleo es del 6,1%. Para los empresarios es prácticamente gratuito despedir a sus trabajadores. Y estos no se agobian porque tienen unas prestaciones por desempleo generosas y porque el Gobierno cuenta con unas políticas activas de empleo modélicas (lo contrario que las nuestras, que nos cuestan 7.000 millones al año y solo intermedian en el 1% de los nuevos puestos de trabajo creados).

Y entonces, si tienen una economía con la que nosotros solo podemos soñar, ¿qué pasa con sus bancos? Pues pasa que el sistema financiero danés presenta los mismos problemas que otros, como el holandés, que ya hemos analizado aquí. Que sufre una megalopatía de su mercado hipotecario que ha dejado a las entidades del país a los pies de los caballos con el pinchazo de la burbuja inmobiliaria.

Porque los daneses no son unos vagos mediterráneos del sur de Europa que se han dedicado a la fiesta y ahora sufren los efectos, como el discurso oficial que en algunas capitales del norte de Europa justifica nuestra crisis, y sin embargo, ellos están sufriendo igualmente la resaca de una gran burbuja inmobiliaria.

Durante los últimos 15 años, los bancos daneses se han convertido en máquinas de financiación de créditos hipotecarios, después colocados entre los inversores mediante cédulas. El mercado hipotecario danés se ha convertido así en el mayor del mundo en términos relativos al tamaño de la economía. Presenta un volumen de 600.000 millones de dólares, dos veces el PIB del país.



Los bancos daneses están pasando un periodo de grandes dificultades, y la situación se les ha empeorado con la prevista entrada en vigor de Basilea III, pues las nuevas normas contables limitan en el 40% el máximo de cédulas hipotecarias a contabilizar dentro de los activos líquidos de una entidad.

Comos las entidades danesas están hasta las cejas de cédulas, si quieren cumplir con Basilea van a tener que deshacerse de ellas y comprar otros activos de la máxima calidad, como la deuda soberana, pero como Dinamarca tiene poca deuda, no necesita acudir al mercado en grandes cantidades, con lo que los bancos tienen un problema serio de falta de capital. La alternativa para el país es no cumplir con Basilea III, pero eso pondría en peligro el acceso de sus entidades a los mercados mayoristas de financiación.

Y para terminar de complicar las cosas, el Banco Central del país, en un intento de evitar la apreciación de la corona danesa, ha situado el interés de los depósitos bancarios en negativo, para impedir que los inversores que huían del euro inundaran de fondos extranjeros el sistema local, y ello ha deprimido aún más la liquidez de sus bancos.

Dinamarca, eso sí, puede presumir de haber puesto en pie un sistema de resolución de esos bancos rescatados, que minimiza el coste para los contribuyentes de los rescates, mediante un bail-in, por el que los tenedores de bonos y accionistas cubren las pérdidas ocasionadas, y así, que quiebre quien tenga que quebrar.

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