sábado, 9 de febrero de 2013

Geoingeniería

El cambio climático hace tiempo que dejó de ser un debate científico con tintes ideológicos para convertirse en un problema real que pone en jaque el futuro de la humanidad; probablemente sea el reto más importante al que se enfrenta el planeta en este siglo XXI.

Existe consenso entre la mayoría de científicos en que el calentamiento causado por las emisiones de dióxido de carbono en la atmósfera en estos últimos 150 años es, a todos los efectos, irreversible. Es decir, incluso si se diera algo imposible, que apagáramos todas las fábricas y dejáramos aparcados todos los coches del planeta, y fuéramos de esta manera capaces de interrumpir por completo la emisión de gases, aún así, la elevada concentración de gases en la atmósfera que se observa actualmente persistiría durante unas cuantas décadas. Y lo que es peor, el calentamiento del planeta continuaría, inalterado, durante al menos mil años más.

solar geoengineering chart

Y por eso, hay cada vez más gente preocupada por esta dramática realidad, y están comenzando a plantearse mecanismos de emergencia para enfriar la tierra, que hasta hace poco habían sido considerados como cosas de científicos chalados, pero que están empezando a ocupar algunas de las mentes más brillantes del ámbito académico. Es el caso de la Gestión de la Radiación Solar, a través de la geoingeniería, entendida como la manipulacíon a gran escala del medio ambiente planetario para contrarrestar el cambio climático.

El MIT Technology Review dedica un extenso reportaje a la figura de David Keath, reputado científico de Harvard y una de lo de más destacados investigadores que están desarrollando posibles soluciones al vasto problema a que nos enfrentamos. 

La idea de Keath parece sacada de una película de ciencia-ficción. Consiste en organizar una escuadra de aviones a propulsión que se dediquen a volar, por turnos, de forma ininterrumpida, a una altura de 20 kilómetros sobre la superficie, en la baja estratosfera, dispersando minúsculas partículas de ácido sulfúrico. Dichas partículas se mezclarían con el vapor de la atmósfera, y de esta manera crearíamos de forma permanente una nube de aerosoles esparcida por toda la superficie del globo. Estos aerosoles formarían una barrera reflectora que devolvería parte de la luz solar al espacio y enfriaría artificialmente la tierra. 

La naturaleza ya es capaz de producir estos aerosoles de forma espontánea, en las erupciones volcánicas de grandes proporciones. Y está demostrado que esos fenómenos naturales contribuyen a enfriar el clima. Una de esas últimas grandes erupciones volcánicas, la del volcán Pinatubo en Filipinas, en 1991, provocó un enfriamiento de la temperatura del planeta en medio grado centígrado durante dos años. Ahora se trataría de crear de forma artificial las condiciones para ese enfriamiento. 

El mismo David Keath explica sus teorías en esta charla de TED. Según sus cálculos, al ritmo de avance del calentamiento climático, para el año 2070 sería necesaria una flota de 100 aviones, que tendrían que dispersar un millón de toneladas de ácido sulfúrico al año para contrarrestar las emisiones de efecto invernadero.

El propio científico reconoce que su propuesta cuenta también con una serie de inconvenientes enormes. Para empezar, no están claros los efectos secundarios que dicha alteración de la estratosfera podría provocar en nuestro planeta. Es posible que la creación de aerosoles enfriara la tierra pero a costa de debilitar aún más la capa de ozono. No se sabe a ciencia cierta tampoco qué impacto podría tener sobre los distintos climas de la tierra. 

Y luego están por supuesto, cuestiones de índole moral, ético, e incluso, geoestratégicos y de gobernanza global. A cambio de salvar nuestro planeta del calentamiento, ¿estaríamos preparados para modificarlo para siempre, para generar cambios cuyos efectos ignoramos por completo? ¿Estaríamos preparados, por ejemplo, para cambiar la tonalidad del cielo, que se volvería previsiblemente más blancuzco? ¿No estaríamos así enmascarando artificialmente los problemas del cambio climático? ¿Una vez que se pusiera en marcha dicho sistema, tendría éste que ser mantenido para siempre, debido a que una interrupción provocaría un aumento súbito de la temperatura del planeta? ¿Quién gestionaría dicho escuadrón de aviones, quién fijaría el termostato de la tierra, y a qué temperatura? ¿Podría esta tecnología ser usada como un elemento terrorista más?

Todas estas preguntas son pertinentes. Pero lo cierto es que el cambio climático está también alterando nuestro planeta en formas inesperadas y de las que no tenemos precedentes. Es evidente que la primera y más urgente tarea que debe asumir la humanidad entera es reducir las emisiones de dióxido de carbono en nuestra atmósfera. Pero hemos llegado a un punto en que ya ni siquiera eso es suficiente. Si queremos evitar los efectos más destructivos del cambio climático y salvar millones de vidas, debemos empezar a plantearnos esas otras preguntas, y a contemplar posibles alternativas. 

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