miércoles, 19 de septiembre de 2012

Federación

Cada vez es más evidente que las circunstancias que nos han llevado hasta aquí nos van a terminar empujando a tomar decisiones para las que hasta hace poco existía entre los ciudadanos un tabú, no se podía hablar de ellas.
Tarde o temprano, era inevitable que la gente se diera cuenta que el sistema no estaba funcionando, que es necesario un cambio de modelo, que nos permita avanzar a todos hacia una federación de Estados, que recoja los distintos intereses del conjunto de pueblos que, juntos, formamos un todo, porque el mundo entero nos está mirando y no nos podemos permitir estas disensiones internas que minan nuestra credibilidad como socios comerciales.
"¿Pero crees que los nacionalistas españoles permitirán que los nacionalistas catalanes, vascos y gallegos se salgan con la suya"?
¿Nacionalistas? Perdona, yo estaba hablado de la Unión Europea y del proceso de construcción de una Federación de Estados Europeos que anunció Barroso el otro día en el Parlamento Europeo y a la que algunos países del continente llevan ya unos meses dedicando esfuerzos.
Para empezar, el primer punto pasa por reformar por completo el gobierno de la UE, y dotarle de una mayor capacidad fiscal. El presupuesto del Gobierno federal de EEUU supone el 24% del PIB. El de Suiza, (una federación de cantones) el 12%. El de la Unión Europea, el 1%.
No deja de ser curioso que al mismo tiempo que en España las fuerzas que priman sean ahora mismo las  centrípetas, en el conjunto de Europa las circunstancias económicas y sociales nos han colocado en una disyuntiva en la que avanzamos mediante fuerzas centrífugas a la creación de una suerte de Estados Unidos de Europa light, o todo el andamiaje pacientemente construido desde 1957 corre peligro de venirse abajo.
No sé lo qué acabará pasando en nuestro país, pero sí estoy bastante convencido que en Europa el empuje integrador es inexorable, y si nos aislamos del ruido de la actualidad diaria y ponemos las luces largas, creo que a medio y largo plazo no es una quimera hablar de un estado federal europeo, construido, en medio de los rescoldos de la crisis económica que aún nos atenaza, sobre cuatro pilares fundamentales:
Una unión bancaria, que supervise, regule, y en su caso estabilice o liquide todas las entidades financieras del continente.
Una unión fiscal, que armonice las legislaciones de los distintos miembros del bloque económico, y que se traduzca tarde o temprano en la emisión conjunta de deuda para hacer frente a las necesidades del conjunto.
Una unión económica, que armonice los mercados laborales, instaure prestaciones sociales europeas, e impulse la competitividad a escala comunitaria.
Una unión política, el punto culminante, probablemente el más distante en el tiempo, pero no por ello menos necesario porque cualquier proceso de construcción que no cuente con la legitimidad democrática de los ciudadanos será fallido.


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