lunes, 14 de enero de 2013

Chipre

El posible rescate a Chipre lleva ya unos cuantos meses dando vueltas, y no termina de aclararse. Al contrario, parece que la cosa se está enquistando y ahora, en relación con este país, está todo en el alambre, hasta el punto que algunos especulan con que, en este 2013, si finalmente terminamos asistiendo a la salida de un país del euro, éste no será el que ha estado siempre en todas las apuestas, Grecia, sino Chipre.

Y eso que esta isla  del Mediterráneo oriental tiene mucha culpa que echarle de sus problemas actuales a sus vecinos del norte, pues una buena parte del dinero que se utilizaría para rescatar a Chipre iría destinado a reflotar a sus bancos, que tenían invertido su capital en bancos griegos, y que por tanto se han ido virtualmente a la quiebra como consecuencia de la quita de la deuda griega.

La cantidad que se maneja para el rescate de Chipre es de 17.000 millones. Puede parecer poca cosa comparado con las enormes cifras que se han barajado ante hipotéticos rescates de España e Italia, pero, para las dimensiones chipriotas, es mucho dinero, equivalente al PIB anual del país.

¿Y no pueden Merkel y sus socios rescatar sin despeinarse a un país con una economía del tamaño de Extremadura?  Claro que pueden. Otra cosa es que quieran. Porque en torno a Chipre confluyen una serie de factores que han ido complicando poco a poco la operación, hasta el punto de ponerla en duda seriamente.

El primer problema es, cómo no, Alemania. En Berlín llevan meses resistiéndose a firmar el cheque con destino a Nicosia, por razones tanto internas como externas. Para empezar, la población alemana, alimentada en su creciente cerrazón por la mayor parte de la prensa del país, está harta de rescatar a sus socios del sur, y Merkel no puede permitirse el lujo de alienar a sus ciudadanos con las elecciones a la vuelta del verano.

Pero además, uno de los condicionantes que hacen más difícil la venta del rescate a la opinión pública es que precisamente en Chipre tienen su sede una buena parte de los oligarcas rusos que han depositado allí su dinero procedente de actividades cuando menos dudosas, ya que la isla mediterránea está considerada un paraíso fiscal, de forma que, rescatando a los bancos chipriotas, se estaría haciendo un regalo increíble a algunos de los principales responsables del crimen organizado de Europa.

En esas circunstancias, los socialdemócratas ya han dicho que no apoyarían un rescate a Chipre en el Bundestag, por lo que el Gobierno democristiano podría por primera vez encontrarse sin apoyos para sacar adelante en el Parlamento una ayuda comprometida con un socio comunitario.

Los alemanes se quejan de que el país no tiene unas instituciones lo suficientemente transparentes en materia fiscal, y tampoco muestra una voluntad decidida por combatir el fraude. Claro que quizá la pregunta que habría que hacerse entonces es, ¿si tan mala es realmente la situación de las instituciones de Chipre, ¿por qué permitieron su entrada en la moneda única?

Quizá los socios europeos estarían dispuestos a olvidar el tema de la evasión fiscal si al menos el Gobierno chipriota mostrara una voluntad decidida de cumplir las condiciones que le impusiera Bruselas a cambio del rescate. Pero resulta que Chipre tiene un gobierno comunista, y su presidente, Dimitris Christofias, se ha negado airadamente a siquiera contemplar la posibilidad de privatizar alguna entidad pública para recaudar dinero con que mejorar la situación fiscal del país.

Las esperanzas de Bruselas están puestas en las elecciones generales de este jueves, en las que los chipriotas están llamados a las urnas para elegir un nuevo gobierno. La situación es tan delicada que la mismísima Angela Merkel se desplazó el pasado viernes en un vuelo relámpago para participar en un mitin en apoyo del conservador Nikos Anastasiades.




"Nuestro hombre en Nicosia"

Si esas elecciones no salen del gusto de Alemania, que lleva semanas paralizando un acuerdo sobre Chipre en el Eurogrupo, la cosa se puede poner realmente fea. Porque sin ayuda europea, el país se va a ver eventualmente abocado a la suspensión de pagos, y, si nadie lo remedia, a la expulsión del euro. Y ahora mismo no se antoja que exista en Berlín el ánimo suficiente para remediarlo.

Lo sucedido en Grecia sigue condicionando el punto de vista de muchos en Alemania, cada vez más reacia a extender la chequera para solucionar problemas de otros, y en ese deterioro de la relación intraeuropea, muchos se han quedado con las ganas de ver realmente a Grecia expulsada del euro, por lo que ahora están con ganas de sangre, y Chipre puede ser la víctima propiciatoria.

Expulsar a Chipre del euro puede ser para muchos en el norte de Europa una forma de exorcizar los demonios, de demostrar que alguien realmente ha pagado por sus excesos, utilizando la perversa dialéctica de algunos. Pero, como avisa Marc Chandler, puede ser igualmente peligroso para el conjunto de la eurozona. Porque ahora los mercados están en calma y la sensación de peligro parece haber desaparecido. Pero si un día vuelven los lobos, encima lo harán con la certeza de que efectivamente es posible expulsar a un país miembro de la moneda única, y qué duda cabe, probarán las resistencias levantadas por los demás.

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