jueves, 3 de enero de 2013

Basilea III

Aunque sin gran fanfarria por parte de los mercados financieros y de los medios de comunicación, lo cierto es que el primer día del 2013 ha señalado también la esperada entrada en vigor (en tan solo unos pocos países, es verdad) de Basilea III, el nuevo paquete de reglas contables internacionales de las entidades financieras, diseñadas a finales de 2010 para reforzar la regulación, supervisión y gestión del riesgo del sector bancario, y evitar que pudiera volver a suceder una crisis financiera como la de 2009.



Bien es verdad que los dos grandes bloques económicos del planeta, EEUU y la UE, aún no han adoptado Basilea III, y no se espera que lo hagan hasta el año que viene. En Europa se ha estado intentando llegar a un acuerdo hasta el último momento, pero en la última cumbre de diciembre se decidió postergar el asunto para más adelante. En EEUU, por su parte, las entidades financieras del país llevan tiempo haciendo lobby para que las reglas de capital incluidas en Basilea se vean relajadas.

Lo cual no debería sorprender a nadie, pues es evidente que Basilea III, con su apuesta por el refuerzo de la solvencia de las entidades financieras a costa de reducir la rentabilidad del sistema bancario, puede ser perjudicial para los profesionales de la banca y para los accionistas de estas entidades. Pero eso no debería hacer vacilar a los impulsores de esta nueva regulación, pues sus beneficiarios no son otros que los clientes, los principales perjudicados por la crisis financiera vivida estos años.

Estos días precisamente han aparecido en la prensa anglosajona diferentes análisis sobre la cuestión, en los que se critica la excesiva complejidad que ha alcanzado la regulación bancaria. Este de Bloomberg arranca por ejemplo con el siguiente párrafo:

"The first Basel agreement on global banking regulation, adopted in 1988, was 30 pages long and relied on simple arithmetic. The latest update, known as Basel III, runs to 509 pages and includes 78 calculus equations".

El mensaje principal que se extrae de la pieza es que la supervisión bancaria puede no ser efectiva por culpa de lo compleja que es. Yo discrepo. Opino que la supervisión bancaria se ha hecho tan compleja porque el sistema financiero se ha hecho extremadamente complejo, y no al revés.

De hecho, algunos de los intentos más serios que se han hecho estos años a ambos lados del atlántico para imponer unas reglas de juego que eliminaran parte del riesgo sistémico de las entidades financieras ha pasado precisamente por esta misma cuestión, por tratar de simplificar su compleja estructura de funcionamiento. Cabe reseñar, entre ellos, el Plan Volcker en EEUU, el Informe Vickers en el Reino Unido, y el informe Liikanen en la Unión Europea.

Todos ellos defienden más o menos los mismo principios: 1) Separar los servicios tradicionales de banca de los más arriesgados de banca de inversión. 2) poner en marcha sistemas de resolución de las entidades en apuros que sean realmente factibles, y por tanto creíbles 3) proteger a los contribuyentes ante riesgos que pertenecen al ámbito del sector privado y 4) garantizar que el riesgo asumido por los bancos se vea sujeto a la necesaria disciplina de los mercados.

Todo esto puede parecer un asunto menor y aburrido, y sin embargo, de una correcta regulación del sistema financiero depende en buena medida que seamos capaces de salir de la crisis o no. Como se pone de manifiesto en este reportaje en The Atlantic, la crisis financiera ha deparado que actualmente no nos fiemos de los bancos. Pero a menos que volvamos a recuperar la confianza en ellos, no haremos más que sentar las bases para otra gran crisis financiera, pues los bancos funcionan gracias a la confianza de sus clientes; sin ella, no son nada.

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