lunes, 22 de octubre de 2012

Newsweek

Soltar previsiones apocalípticas sobre el futuro de la prensa y basar en ese negro horizonte el despido del 30% del principal diario del país no te coloca en una sólida posición ética, si el año anterior te has embolsado un sueldo de 13 millones de euros.

Afortunadamente, no estoy en esa situación, así que puedo asumir algunos de esos planteamientos sin grandes problemas de conciencia. Porque lo cierto es que la prensa en papel se está muriendo, nos guste o no. La rapidez con que están sucediendo los cambios aún nos impide a la mayoría asumir el nuevo escenario hacia el que nos dirigimos, pero que un tsunami de transformaciones incalculables nos deje descolocados y sin referencias claras, no significa que no esté sucediendo ante nuestros ojos.

Hemos llegado a un punto en que es demasiado aventurado apostar por que en 10 o 20 años exista ni siquiera un 10% de los periódicos y revistas que se publican hoy en día en papel en España. Es demasiado aventurado no por si sucederá o no, sino por si en realidad darles 10 años más de vida es ser demasiado optimista. Porque al ritmo que se están produciendo los cambios, es bastante probable que muchos medios no lleguen siquiera a superar la mitad de esta década.

La última víctima en caer ha sido la veterana revista estadounidense Newsweek, que el jueves pasado sus dueños anunciaron que deja de publicarse en papel, tras 79 años en los kioscos. Con unas pérdidas anuales de 40 millones de dólares, ni siquiera un mito del periodismo norteamericano como Tina Brown ha conseguido darle la vuelta a un negocio moribundo. Brown llevó a lo más alto, a lo largo de su carrera en estas últimas décadas, revistas tan influyentes como Vanity Fair o The New Yorker. Y hace dos años fusionó su última y exitosa aventura, el medio digital The Daily Beast, con la revista. Una apuesta que en este caso ha resultado fallida.



En 1991, Newsweek vendía 3,3 millones de ejemplares. En junio de este año, 1,5 millones. Y es que si los periódicos tienen problemas para cautivar al lector con noticias que éste ha podido leer en internet 36 horas antes, lo cierto es que, en plena era digital, la supervivencia de revistas semanales de política, con su desfasado ciclo de impresión, provoca una sensación similar a la que debieron experimentar los humanos que contemplaron a los últimos mamuts de las tundras siberianas, tarde o temprano condenados a la extinción.

No niego que aún existan revistas que ganan dinero, y que cuentan con modelos de negocio que les hace bien preparados para afrontar la inevitable pérdida de lectores hacia lo digital, pero a largo plazo, las pocas que terminen sobreviviendo se habrán convertido en un producto exótico para nostálgicos, como los que hoy en día siguen escuchando vinilos.

Por cierto, si yo fuera propietario de un kiosco de prensa, también me empezaría a preocupar por otras alternativas de negocio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario