martes, 23 de octubre de 2012

Peugeot

Cuenta la prensa que el Estado francés se dispone a lanzar un salvavidas financiero al fabricante de automóviles PSA Peugeot Citroën, acuciado por sus problemas económicos y el desplome continuado de las ventas.

Ha ocurrido ya varias veces en esta crisis, como el desplome inmobiliario o la quiebra de entidades financieras, en que lo que sucedió en primer lugar en EEUU, termina teniendo lugar unos años después en el continente europeo, y con más virulencia.

Si el país norteamericano vivió en 2009 su particular cura de humildad en relación con su industria automovilística, con la nacionalización de la General Motors y de Chrysler (posteriormente vendido a Fiat), parece que ahora podría haberle llegado el turno a las compañías a este lado del atlántico.

Y es que las automovilísticas europeas sufren un doble problema: a una crisis estructural, causada por la fiera competencia de unos fabricantes asiáticos que producen a costes mucho más reducidos, se le une otra coyuntural, pero de dimensiones históricas, la caída que están sufriendo las ventas de vehículos en muchos países europeos como consecuencia de la Gran Recesión.

En España las ventas de coches caen un 37% en tasa interanual hasta septiembre, las de Italia un 26%, las de Francia un 18%, y las de Alemania un 11%. En esas condiciones, Peugeot, muy posicionado precisamente en mercados del sur de Europa como el español, está en una situación especialmente vulnerable: está actualmente perdiendo 200 millones de euros al mes.



Se habla que el Gobierno de Hollande podría inyectar entre 5.000 y 7.000 millones de euros a la compañía, aunque primero deberá convencer a la familia Peugeout, que mantiene un 25% del capital y hasta ahora ha sido muy celosa en su afán de conservar la independencia de la empresa, a diferencia de Renault, donde el Estado sí mantiene una participación pública (es el capitalismo a la francesa, ya saben).

Se da la circunstancia que el Gobierno se ha planteado intervenir no tanto ante los problemas financieros de la compañía, sino en cuanto se ha enterado que la compañía manejaba planes de cierre de una factoría a las afueras de París, que supondría el despido de más de 6.000 trabajadores. En 20 años no ha cerrado una fábrica de coches en el país vecino, y su Gobierno no está dispuesto a permitir que eso suceda.

Lo malo de todo esto es que los trabajadores españoles pueden terminar viéndose salpicados por este asunto. Porque si Francia rescata Peugeot, a cambio puede exigir que ese cierre y esos despidos se hagan en otras factorías más eficientes (pero menos francesas) del grupo en Europa, como por ejemplo, las españolas. Recordemos que la empresa tiene en nuestro país dos fábricas, una de Peugeot, en Villaverde (Madrid) y otra de Citroën en Vigo, donde es además el mayor empleador de toda Galicia.

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