domingo, 21 de octubre de 2012

Argentina

Dos noticias en la edición de este domingo escritas por Francisco Peregil en El País me han llamado la atención, porque en el fondo tratan de lo mismo, de las consecuencias a largo plazo que para un país puede tener la adopción de una política exterior basada en el incumplimiento flagrante de los compromisos.

En esta, se explica cómo un fondo de inversión de EEUU al que Argentina le debe más de 200 millones de dólares ha conseguido confiscar la fragata Libertad, el buque insignia de la marina argentina, cuando éste se encontraba anclado en Ghana, realizando un viaje oficial por varios países. Un juez del país africano ha aceptado la reclamación de los acreedores norteamericanos, y mantiene retenida desde hace días a la embarcación, a pesar de las intensas protestas de la presidenta Cristina Fernández, que amenaza con llevar el asunto a la ONU.

Y en esta otra, se cuenta cómo el Gobierno argentino está teniendo serios problemas para encontrar un socio financiero internacional que inyecte los más de 7.000 millones de dólares que serían necesarios para poner en marcha la explotación del yacimiento petrolífero de Vaca Muerta, seis meses después de la expropiación de YPF por parte de su anterior dueño, la petrolera española Repsol. ¿La razón? Ni los americanos de Chevron ni los chinos de Sinopec las tienen todas consigo, pues temen destinar grandes inversiones en el país y terminar sufriendo el mismo problema que la compañía española.

Se hace difícil sentir simpatía por un vulture fund como el que ha realizado ese embargo del barco en África, pero lo cierto es que no son solo hedge funds los que apostaron por un país en dificultades, y no han vuelto a ver su dinero. Argentina decidió suspender pagos en 2001 justo después de recibir préstamos organismos internacionales para aliviar la situación del país, sacudido por las consecuencias de la eliminación de la conversión peso/dólar y el posterior corralito financiero.

España misma ofreció un préstamo de 1.000 millones de dólares, y a día de hoy esa cantidad no solo no se ha resarcido sino que ha aumentado con nuevos créditos. ¿Sabe quienes son los países que más dinero deben a España? No se trata desde luego de ningún país africano al que hayamos prestado dinero para ayuda al desarrollo, porque esos pagan, en la mayoría de los casos, religiosamente sus deudas, dentro de sus posibilidades. Los tres países que más dinero deben a España son Grecia (por motivos recientes y conocidos por todos) Cuba (que practica una política similar a su vecino del cono sur en este terreno) y la propia Argentina, que nos debe más de 1.500 millones de dólares.

El problema no es tanto el dinero adeudado, sino el explícito reconocimiento de que no están dispuestos a saldar la deuda ni ahora ni nunca. Porque en esta década transcurrida Argentina ha experimentado crecimientos económicos importantes gracias al auge de las materias primas que le han permitido solucionar sus problemas más acuciantes a corto plazo, y sin embargo ha sido el único país de entre los deudores con que cuenta España que no ha satisfecho ni un solo euro de esa deuda. Es más, la ha ido engordando mediante nuevas refinanciaciones de esos préstamos, hasta llegar a un punto en que ahora mismo en la sede de Economía tienen una línea roja que no se va a traspasar nunca a menos que cambien mucho las cosas: ni un euro más a Argentina.

Porque el país tiene una larga tradición de incumplir sus compromisos financieros internacionales (el Club de París, que aglutina a los principales países acreedores del mundo, se fundó precisamente a causa de un contencioso con el país en los años 50).  Una imagen de socio poco serio que también se extiende a la forma en que el país da cuenta de sus estadísticas económicas, imprescindibles para realizar un análisis riguroso sobre la situación real de su economía.

Muchos defienden que el Gobierno argentino hizo lo correcto en 2001, pues era mejor velar por los intereses de los ciudadanos que por el de los inversores internacionales. El problema es que, a corto plazo, sí puede ser verdad que sus ciudadanos salieron ganando. Pero a largo plazo, esa política de tierra quemada en el plano internacional puede resultar muy contraproducente para los propios argentinos.

Porque Argentina está fuera de los mercados desde hace más de una década, es decir, no ha podido acudir a los inversores internacionales para que le prestaran dinero con que financiar su inversión pública en todo este tiempo. Y operaciones como la de Repsol de este año están comenzando a ahuyentar a muchas compañías internacionales. Hace poco, el ministro de finanzas colombiano causó cierto revuelo entre ambos países al explicar en esta columna del FT que el PIB colombiano ha superado ya al de Argentina (que llegó a ser tres veces más grande).

Y es que esa falta de inversión internacional pública y privada en Argentina puede resultar drenando la capacidad de crecimiento de su economía de una manera muy preocupante. Porque en esta década el país ha conseguido recuperarse de sus problemas del 2001 en parte gracias al tirón de las materias primas, pero esa situación no va a durar para siempre, y se puede manifestar con toda su crudeza a la vuelta de la esquina.

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