martes, 20 de noviembre de 2012

Aerolíneas de Bandera

El 20 agosto de 2008 tuvo lugar el fatídico accidente de un avión en el aeropuerto de Barajas, que causó 153 víctimas. Ese día marcó también el principio del fin de la aerolínea propietaria del aparato, Spanair.

El 28 de enero de 2012, tras tres años y medio de graves problemas económicos, la línea aérea se declaraba en quiebra y suspendía todas sus operaciones.

El 19 de noviembre de 2012 a punto ha estado de convertirse en otro hito en esta sombría historia aérea. Porque en 2008 el propietario de Spanair era una aerolínea escandinava, SAS, que poco después del accidente decidió quitarse de en medio y vendió la compañía a un consorcio de empresarios catalanes. Pero eso no resolvió los problemas de unos y otros. El destino de Spanair ya lo conocemos; SAS, este pasado domingo, ha estado muy cerca de seguir sus pasos.

La aerolínea se había fijado un objetivo ayer por la mañana: si no lograba convencer a los ocho sindicatos de la empresa a que aceptaran un durísimo plan de ajuste que incluye el despido de 6.000 trabajadores en los próximos años, entraría en suspensión de pagos.

Parece que lo ha logrado, tras una maratoniana reunión de día y medio. Pero eso no soluciona los males de la empresa, simplemente los aplaza. En primer lugar, porque la peculiar estructura accionarial de SAS significa que los acuerdos alcanzados pueden terminar levantando tensiones entre sus propietarios.

Scandinavian Airlines, como su propio nombre indica, está controlada, en un 50%, por los Estados de Suecia, Noruega y Dinamarca. El otro 50% lo controla la multimillonaria familia Wallenberg, cuyo imperio financiero e industrial controla directa o indirectamente un tercio del PIB sueco. Las medidas acordadas en el límite de la quiebra afianzan el control sueco de la aerolínea, pues a partir de ahora todas las operaciones se centralizarán en Estocolmo.

Pero es que además, SAS no está sola, sino que sufre un mal que aqueja por igual a todas las antiguas aerolíneas de bandera del continente europeo, aquellas líneas aéreas estatales que poco a poco han visto reducido el control de sus mercado naturales ante la irrupción de las aerolíneas low cost. (En España estas aerolíneas controlan ya el 60% del tráfico aéreo).

Pero no es solo la competencia de RyanAir y compañía lo que está matando a estas empresas, sino una conjunción de varios factores, entre ellos la propia crisis económica, la subida de los precios del petróleo estos últimos años, y por supuesto, su anacrónica y monumental estructura de costes. Tanto es así que estas aerolíneas ya solo ganan dinero con los billetes de primera y business de los vuelos transoceánicos, pero ese beneficio no compensa las enormes pérdidas que le generan sus rutas de corto y medio alcance.

Iberia pierde un millón de euros al día, Air France perdió el año pasado nada menos que 809 millones de euros, y la propia SAS lleva una década prácticamente entera perdiendo dinero. No sorprende por tanto que todas estas empresas hayan anunciado profundos ajustes.

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