Sólo hay un ligero impedimento que en teoría podría haber jugado en su contra a la hora de obtener el puesto como jefe de la institución monetaria británica: Mark Carney es canadiense. De hecho, ejercía actualmente como gobernador del Banco Central de Canadá. La decisión del Gobierno de Cameron ha sorprendido a todo el mundo en la City, pues nunca antes el Reino Unido había designado para un alto cargo público de tanta responsabilidad a un ciudadano no británico.
Imagínense que el ministro De Guindos hubiera nombrado para el Banco de España a un banquero extranjero. Raro, ¿verdad? Seguro que desencadenaría una catarata de críticas y una gran polémica pública.
Pues en el Reino Unido están encantados. El ex canciller Darling, miembro del Partido Laborista en la oposición, se ha apresurado a alabar su nombramiento. Y es que si algo son los británicos es, por encima de todo, pragmáticos, y el orgullo patrio, teniendo en cuenta el comatoso estado del sistema financiero del país, lo dejan para otras cuestiones más prosaicas.
Recordemos que el Gobierno británico fue de los primeros en tener que rescatar con dinero público entidades como RBS, Lloyds o Northern Rock, y hace poco ha reconocido que los 66.000 millones de libras esterlinas inyectados en el sector podrían no recuperarse nunca.
En cambio, el canadiense es reconocido por la mayoría como el mejor y más solvente sistema financiero del mundo. No sorprende por tanto que los mercados hayan acogido el nombramiento de Carney con subidas. Y al fin y al cabo, cuando su majestad la Reina firme el documento con el nombramiento, podrá consolarse pensando que Carney, si no británico, al menos es súbdito suyo, ya que Canadá pertenece a la Commonwealth.
Otra cosa, por si acaso aquí en España también nos diera por ponernos a fichar responsables públicos extranjeros, yo de presidente del Gobierno me pido a Mario Monti...
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