lunes, 5 de noviembre de 2012

Crédito

Este lunes vamos a conocer datos del Banco de España relativos a la evolución del crédito a familias y empresas. (Aviso a buscadores de brotes verdes: no sigan leyendo)

La expectativa es de una nueva caída en el acceso a la financiación de ambos, como viene siendo habitual en los últimos años. Lo cual nos pone de manifiesto una vez más ante el callejón sin salida en que se encuentra la economía española en este terreno: Por un lado, necesitamos que empresas y familias recuperen su acceso a la financiación como una vía de reactivar la inversión y el consumo, indispensables para la recuperación de la actividad económica, la reducción del paro y la salida de la crisis.

Pero por otro lado, es absolutamente necesario que empresas y particulares vayan paulatinamente reduciendo su endeudamiento, pues éste es sin duda el verdadero problema de nuestra economía, y el que en buena medida va a determinar cuándo saldremos de la crisis.

Estos días el BCE ha hecho público un informe sobre las condiciones de acceso al crédito por parte de las pequeñas y medianas empresas de los distintos países de la eurozona (que generan el 70% del crédito bancario en Europa), y para España sus resultados son desoladores. Las compañías españolas son las segundas más angustiadas por sus condiciones de financiación, sólo superadas por las empresas griegas, y son las que en los últimos seis meses han sufrido una elevación porcentualmente más acusada en los tipos de interés que pagan por esos préstamos.

Por ponerlo en números, y también según datos del BCE: una empresa española hoy día paga, por un préstamo de hasta un millón de euros, un tipo de interés un 46% superior a la media de la eurozona ( y un 59% superior a lo que pagan las empresas alemanas).

Si el Gobierno termina pidiendo el rescate a sus socios de Bruselas no será, como algunos creen, por su incapacidad para financiarse en los mercados, sino porque el coste que al Tesoro le supone obtener esa financiación constituye un benchmark demasiado alto para el sector privado, que de esta manera se ve en muchos casos privado de la financiación necesaria para sobrevivir. Esto es lo que a día de hoy está estrangulando a la economía española.

¿Y por qué no hay crédito, o éste es tan caro? Hay varios motivos, que afectan tanto al prestamista como al prestatario. Los bancos tienen muchas dificultades para acceder a financiación en los mercados mayoristas, y además, están sujetos a un proceso de saneamiento de sus activos como consecuencia del estallido de la burbuja inmobiliaria que ha provocado la petición de ayuda financiera europea para el sector. No es de esperar que la puesta en marcha del banco malo permita un cambio en sus políticas de concesión de créditos.

Pero es que incluso aunque los problemas de las entidades españolas se arreglaran de la noche a la mañana (algo improbable), el crédito tampoco volvería a fluir como antes de la crisis. Porque la crisis ha hecho estragos sobre la capacidad de muchos agentes económicos que antes sí tenían acceso a la financiación, porque no parece que a corto-medio plazo vaya a volver una nueva burbuja inmobiliaria, tan intensiva en crédito, y sobre todo, porque antes de pensar en incrementar su endeudamiento, el primer objetivo para una gran mayoría de empresas y ciudadanos debe ser reducir sus niveles de endeudamiento.

Como explica José Luis Leal, nuestro problema no es la deuda pública, sino la suma de ésta con la deuda privada, que en términos netos alcanza el 90% de nuestro PIB, más de 900.000 millones de euros que debemos al resto del mundo, y que tarde o temprano vamos a tener que ir pagando entre todos.

Por cierto, la caída del crédito no es un fenómeno que ocurra solo en España, sino que se registra a lo largo y ancho del continente europeo. De hecho, la financiación corporativa ha descendido en septiembre un 0,8%, la mayor caída desde octubre de 2009, en plena Gran Recesión. Lo cual podría tener implicaciones negativas para la cotización del euro. La moneda única se contrajo en casi un 6% en los tres meses posteriores a ese desplome del crédito.

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