martes, 6 de noviembre de 2012

Fiscal Cliff

Por mucho que los medios intentaran mantener la emoción, lo cierto es que parecía claro desde el principio que a Obama no se le iba a escapar la victoria. En cambio, lo de verdad emocionante, en términos políticos y económicos, comienza ahora. Porque el inquilino de la Casa Blanca va a tener que tomar, junto con el Congreso y el Senado americanos, decisiones trascendentales en muy pocas semanas, que van a condicionar probablemente el futuro a corto plazo de la economía mundial.

Me refiero al Fiscal Cliff (precipicio fiscal), algo que ha pasado bastante desapercibido en la prensa española, pero que preocupa tanto en las esferas económicas, que el ministro de finanzas canadiense, en la reunión del G-20 de estos días en México, ha declarado que es un peligro potencialmente más devastador para la economía mundial que la crisis de la eurozona.

Pero, ¿qué es el Fiscal Cliff? Una combinación de recortes de gastos y subidas de impuestos por 600.000 millones de dólares que entran en vigor el 1 de enero de 2013 si nadie lo evita, y que pueden hundir al país en una profunda recesión el año que viene. Pero vamos a tratar de explicarlo un poco más en detalle:

EEUU tiene un problema de deuda pública importante, ya que ésta alcanza los 11 Billones de dólares, en torno al 80% de su PIB (porcentajes similares a los de la deuda pública de España, que ronda los 800.000 millones). La diferencia entre uno y otro es que el primero es la principal economía del mundo, y ha tenido acceso ilimitado a los mercados de capitales a precios irrisorios para financiar esa deuda, mientras que nosotros somos un país mediano que está viendo estrangulado su acceso a los mercados y por eso estamos a un paso del rescate por nuestros socios europeos (pero esa es otra historia).

Lo relevante aquí no es la deuda de EE.UU, sino su trayectoria explosiva, pues hace cuatro años ascendía a menos de la mitad, 5 Billones de dólares. Las previsiones de la Oficina de control presupuestario del Congreso (independiente, similar a la que Rajoy quiere establecer en nuestro país) apuntan a que si no se cambia la trayectoria, en 10 años la deuda de EEUU puede sobrepasar el 90% del país, umbral considerado como a partir del cual la deuda pública deja de ser sostenible, y constituiría un nivel de endeudamiento no visto desde la II Guerra Mundial.

Por eso, en 2011 el legislativo americano hizo dos cosas: en primer lugar, estableció la creación de una subcomisión que diseñara un plan de consolidación fiscal a largo plazo del país. Esa subcomisión, integrada por miembros de ambos partidos, presentó un plan a la Casa Blanca y a las dos cámaras, que sirvió de base para las negociaciones entre Obama y el líder de la mayoria republicana John Boehner, que se rompieron en verano del año pasado y motivaron la rebaja del rating por parte de Standard & Poors.

Pero el legislativo hizo ese año una segunda cosa, que fue aprobar la Budget Control Act, una ley que establece que si el 1 de enero de 2013 no se ha acordado un plan de consolidación fiscal para los próximos  años, de forma automática el presupuesto federal queda "secuestrado" en una parte sustancial de sus gastos, de aquí al año 2021.

Ocurre que el 1 de enero de 2013 es también la fecha en que expiran los recortes de impuestos para las clases media y alta del país, aprobados en su día por George W. Bush y renovados por Obama en su primer mandato.

Y ambos factores combinados, constituyen la mayor subida instantánea de los impuestos experimentada nunca por ningún país, que podría ascender, de golpe, a unos 600.000 millones de dólares, equivalente al 5% del PIB del país, o si lo prefieren, supondría una reducción automática de la renta per capita de 2.000 dólares para cada estadounidense.



Una auténtica cura de caballo a los problemas de endeudamiento que sufre el país, y que según las previsiones de los expertos podrían enviar a la economía norteamericana a otra profunda recesión, similar a la experimentada en 2009. Las previsiones apuntan a una pérdida de un millón de puestos de trabajo entre 2013 y 2014, y una contracción del PIB cercana al 3% sólo entre enero y junio del año que viene. Las consecuencias de este hundimiento lógicamente serían sentidas a lo largo y ancho del planeta.

Y entonces, ¿qué hacer? Aquí es donde surgen las disputas, porque cada uno lo ve según su prisma ideológico. Están, por un lado, los que, como Krugman, opinan que esto es una aberración, y que, tal como ha establecido el FMI recientemente, la austeridad a ultranza no ayuda a mejorar la situación de las finanzas públicas de un país si no viene acompañada de crecimiento, y que un hundimiento de la economía de EEUU a corto plazo en nada va a mejorar la perspectiva a largo plazo de la deuda del país.

Otros, en cambio, consideran que el Fiscal Cliff es un mal menor, un pequeño precio a pagar en 2013 si no queremos que dentro de 10 años la situación de la economía de EEUU se convierta en verdaderamente insostenible y termine hundiéndose.

La solución probablemente se encuentre en algún punto entre medias de ambos, pero una cosa es decirlo y otra alcanzar dicho punto de encuentro. De forma que al próximo presidente no le va restar tiempo para muchas celebraciones, tiene entre manos una tarea hercúlea de negociaciones para decidir sobre uno de los desafíos más importantes a que se enfrenta el país en años.

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