lunes, 12 de noviembre de 2012

Comprarse una casa

Me parece muy bien que los dos principales partidos lleguen a un acuerdo para buscar una salida a los casos más sangrantes de personas que están en una situación de absoluta necesidad sobrevenida y se ven materialmente incapaces de hacer frente a los pagos de su vivienda, de forma que éstos no se queden en la calle.

Hay propuestas sobre la mesa que son razonables, como ésta o ésta. José Carlos Díez también relata el ejemplo interesante del caso estadounidense, en el que se produce una negociación a tres bandas entre el dueño de la vivienda, el banco, y el Estado. Y es previsible que con todo estos mimbres el Gobierno lleve su propia propuesta al próximo Consejo de Ministros.

Pero dicho esto, considero arriesgado que, llevados por el efecto psicológico del drama vivido por los recientes suicidios de personas en trámites de desahucio, nos pasemos de frenada y aprobemos una legislación que, a fuerza de proteger a unas personas en situación de necesidad, provoque un serio daño al conjunto de la sociedad en el largo plazo.

Lo único irreparable es la muerte y en ese sentido lo vivido estas semanas nunca debiera haberse producido, sobre todo porque contamos con opciones para ayudar a esas personas en el límite. Si estamos creando un banco malo con miles y miles de viviendas, y si estamos inyectando miles de millones de euros en esas entidades, ¿no sería lógico que, por ejemplo, se ofrecieran alquileres sociales a un precio testimonial a esas personas que han perdido su vivienda?

Pero una cosa es que se haga todo lo posible por que nadie se quede en la calle, y otra, que incentivemos que la gente deje de pagar sus deudas. Porque, sin duda ninguna, la crisis está colocando a muchas personas en una situación extrema, pero si damos por bueno que todos aquellos que no paguen su casa han llegado a ese punto, estamos implícitamente incentivando al conjunto de la sociedad a que deje de pagar sus hipotecas. Y eso no nos va a traer nada bueno.

Muchos podrían quejarse, y no sin cierta razón, de que ellos optaron por no comprarse esa casa de sus sueños por temor a un excesivo endeudamiento, o aquellos otros, que prefirieron alquilar en vez de comprar por miedo a un imprevisto que les impidiera afrontar los pagos de la hipoteca, y ahora, llega el Estado y recompensa a los que tomaron las decisiones equivocadas.

El recurso fácil, igualmente, es echarle la culpa de todo a la codicia de los bancos. Que por supuesto no están libres de culpa, ni mucho menos. Pero desde luego no son los únicos culpables. En el fondo, quizá, lo que deberíamos cambiar, aprovechando la dureza de la crisis, no es la ley de desahucios, sino la cultura de este país, que coloca la posesión de una vivienda en propiedad como el objetivo último de todo ciudadano.

Los bancos han dado hipotecas a personas que no están en disposición de pagarlas. Pero a esas personas nadie les ha puesto una pistola en el pecho para que acudieran a una sucursal a solicitar un crédito. Han sido empujadas, eso sí, por una cultura en la que el que no compraba una vivienda era un pardillo que se estaba quedando atrás frente al enriquecimiento generalizado. Todos somos culpables. Los prestamistas, los prestatarios... ¿Y qué me dicen del Gobierno, que en las últimas décadas ha impulsado que los ciudadanos compraran viviendas de protección oficial, para que nadie se quedara sin poseer una casa, o que ha estimulado y recalentado el mercado con la deducción fiscal por compra de vivienda?

¿Y qué me dicen de los notarios, que se supone que deben velar por que las cláusulas incluidas en una escritura pública deban ser entendidas por las dos partes?

¿Y qué me dicen de los medios de comunicación, que han elaborado reportajes donde se contaban las "dificultades" de los mileuristas, que, con 25 años, no ganaban lo suficiente para poder comprarse una vivienda y tenían que seguir viviendo con sus padres? ¿Acaso los jóvenes alemanes, ingleses, finlandeses o belgas pueden con 25 años acceder a una vivienda? ¿No comparten piso entre varios durante unos cuantos años hasta que pueden permitirse el lujo de alquilar una casa para ellos solos? Pues nada, aquí, todos a ser propietarios de viviendas nada más terminar la universidad.

En este gráfico se puede apreciar cómo ningún país de la zona euro tiene una tasa de vivienda en propiedad tan alta como la nuestra, del 83% (solo nos superan antiguas repúblicas comunistas) mientras que aquellos con las tasas más bajas, Austria, Alemania y Suiza, son también los que tienen una tasa de paro más bajo. No, no es una casualidad.



Alguien a quien valoro dijo una vez que este país no empezaría a cambiar de verdad hasta que dejáramos de creer que lo más valioso que se le puede dejar a nuestros hijos es una vivienda. Quizá, ha llegado el momento de comprenderlo de una vez por todas, y actuar en consecuencia.

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